Tenemos que fortalecer Lengua y Matemática como disciplinas fundamentales sobre las cuales se asientan todas las demás. En primer lugar obviamente está Lengua siempre, porque si vos no podés comprender lo que lees, si uno de cada dos en tercer grado no comprende lo que lee, no se va a poder comprender tampoco una consigna de Matemática y ahí se asienta todo lo demás".
Las declaraciones son de la especialista en Educación y miembro de la organización Argentinos por la Educación, Viviana Postay, a propósito de los preocupantes resultados que arrojó la última evaluación Aprender sobre el desempeño de los alumnos en el ciclo primario.
Catamarca, para no perder la costumbre, se ubicó entre las peores. Solo el 34% de los chicos concluye la primaria con conocimientos satisfactorios o avanzados en Lengua y Matemáticas. El resto ingresa al secundario careciendo de los elementos básicos para asimilar los contenidos.
La cifra provincial está diez puntos por debajo de la media nacional. Si bien tampoco es demasiado prometedor que solo el 45% de los alumnos primarios del país ingresen al secundario con la formación adecuada, los de Catamarca lo hacen en las peores condiciones junto con los de Santiago del Estero, San Juan y el Chaco. Los más aventajados son los de CABA (61%), Córdoba (57%), y Tierra del Fuego y La Pampa, con el 48%.
Hay una asimetría educativa de origen que se proyecta hacia el secundario, la educación superior y las posibilidades de realizarse en la vida en general.
El Índice de Resultados Escolares que elabora el Observatorio de Argentinos por la Educación en base a las pruebas Aprender muestra una evolución en cuanto a la conclusión en los 6 años establecidos para la etapa primaria, pero un retroceso en el nivel de aprendizaje.
En el caso catamarqueño se destaca además una singularidad: mientras que la media nacional de alumnos primarios por cargo docente es de 11,6, en Catamarca es de 6,5.
El sentido común induce a pensar que el hecho de que haya menos alumnos por docente tendría que redundar en una enseñanza mejor. Que tal relación no se cumpla tal vez obedezca a algún arcano de las ciencias pedagógicas que el Ministerio de Educación provincial podría explicar. O quizás se trate de que, aunque los cargos docentes sean muchos, los que están efectivamente al frente de las aulas no son suficientes para garantizar una formación suficiente, cosa que habilita otras presunciones.
Si se excluyen a los docentes que están de licencia por razones de salud, la mayor parte del resto tendría que estar abocado a analizar y diseñar políticas para revertir la tragedia educativa que agobia a la Provincia desde hace décadas. Las pruebas Aprender demuestran que estos trabajos no existen o son defectuosos.
Sol Anzú, analista de datos de Argentinos por la Educación, consideró que remontar la tragedia educativa “demanda un trabajo en conjunto entre escuelas, familias, pero también es muy importante la presencia del gobierno, que es el que delimita de alguna manera toda la política educativa".
La decadencia catamarqueña en este aspecto tan clave se arrastra desde hace al menos dos décadas, sin que ninguna de las cinco gestiones gubernamentales que se sucedieron en el período haya acertado siquiera a atenuarla. Los resultados de la calidad educativa pueden fluctuar, pero se mantienen estables en una mediocridad que no parece conmover a nadie. El debate educativo gira exclusivamente en lo salarial.
El discurso oficial se concentra en las inversiones mineras, el turismo, las obras públicas, las viviendas, etc, pero ningún indicador tiene mayor relevancia que el de los niveles de educación. Es lamentable que las carencias en este aspecto se hayan naturalizado al punto de considerarse casi como indefectibles fenómenos meteorológicos.
La de la educación es una tragedia construida por irresponsabilidad dirigencial y la indiferencia colectiva.
La falla crece desde los cimientos hasta convertirse en un lastre.