martes 1 de julio de 2025
Colección Sade - bibliografía catamarqueña

"Hoscos" de Celina Galera

María del Rosario Andrada

El poemario muestra la dualidad, la luz y la oscuridad de uno mismo, en la historia de una piedra en el zapato, en las cosas que resbalan por nuestras manos, en los vientos ajenos y violentos, cuando todo parece insoportable. Es el “yo” y “el otro” que permanece agazapado como una sombra fiel en una intensa ambivalencia.

Es el otro que está en mí, que simula un equilibrio en un espacio inagotable. En “Hoscos”, la autora huye del estándar cotidiano, visualiza los rasgos escondidos de su “otro yo”, descompone los secretos, crea tormentas para exorcizar los demonios, degrada el territorio de los objetos, recrea escenas en la ambigüedad de una película. Retrata el hombre hosco inmerso en la soledad, vestido con un pulóver azul ceñido como yeso, el que guarda cosas enmohecidas, el que nunca escribió una carta. Ese hombre que a una edad y sin fotos le resulta difícil reinventar la infancia; “No hay rasgos típicos. No ADN/ No la sonrisa de la que fuera su madre/ en el brillo de un diente, la curva en la comisura. /No el color… Ninguna marca lunar o sombra. Una proyección o un eco, /algo de pertenencia en la sangre/

En una estantería imaginaria, la autora va desechando sus trofeos, libros, muñecas, plantas, tazas de café, lápices de colores, y rescata otros objetos. Denuncia la sonrisa falsa de los que aparecen en afiches de campaña, de los jueces ricos y de los incautos que se afianzan en una realidad montada, “…De las gradas a los despachos, / la silla del bar engrandecida, /influencias;/ la caravana por el barrio, chocolatada…/pretensiones personales, dominio/…pura blasfemia y coreografía. / Gato por liebre y publicistas”.

Celina Galera descree de los modelos de “bienestar” para lo cual utiliza el absurdo y el “humor negro”, exponiendo situaciones de fuerte contenido social, como la discriminación, la marginalidad, la sexualidad, los prejuicios.

“Hoscos” tiene aristas del poema confesional, narra vivencias propias, empleando a veces la primera persona en singular; “…Pergeñé en silencio trampas para osos/ baches en el pavimento; me adelanté a la fila y he escondido cosas/ Creé tormentas con nada y aventé personas tristes por el aire/ Esparcí secretos…”. Un poemario que subsume también el surrealismo por lo ficcional. No en vano la autora, resume su voz cuando dice: “Fui bestia, espanto, fiera, monstruo, temblor… Ese hombre hosco del que todos huyen./ Mr. Hyde”.

Celina Galera reconoce el desdoblamiento en ese extravío y confusión como en la novela de Robert L. Stevenson, “El extraño caso del Dr. Jejyll y Mr Hyde”, donde Jejyll asume la personalidad de Hyde en el personaje maléfico, para lo cual inventa una fórmula y separa las dos identidades que nos unen, la buena y la mala.

Desdoblamiento que también se refleja en todos los personajes que aborda, donde la historia se narra cuando es el “otro”, para desnudarnos sin rodeos en un juego, cuya esencia es reencontrarnos con lo que en verdad somos.

Esta doble personalidad le permite a Celina Galera introducirse en lo onírico, en una decantada fantasía, como en el poema XVI: “Salió de su cuerpo unos días, para trepar un árbol/ y la tormenta de viento que lo agita./ De regreso,/ en su casa… Cuando llegó a la habitación donde dormía,/ las luces tras los cortinados sudorosos,/ paños grávidos/ por la trama y los polvos contenidos:/ vio que aún estaba solo…”. Ese hombre que despierta dentro de otro sueño, graba mapas, cruces para volver en sí y romper el hechizo, frente al espejo descifra manchas nuevas, constelaciones lunares.

El cuento de Mario Benedetti “El otro yo” describe a un muchacho de nombre Armando Corriente, “corriente” en todo menos en una cosa: tenía Otro Yo. La otra personalidad lo transformaba en un hombre melancólico, enamoradizo, mendaz. Desdoblamiento que lo hacía sentirse incómodo ante sus amigos, hasta que una de ellas se suicida, para que prime la vulgaridad.

En este poemario, la autora socava el lado oscuro de las cosas, describe dos identidades, nos permite avizorar una voz de pertenencia social crítica y audaz que discurre en lo singulares encajes de la dicotomía entre el cielo y el infierno.

Al final, una ronda de imágenes luminosas se abre sobre el texto, modulan un lenguaje que vibra y estremece, una voz desgarrada que no calla en búsqueda de la redención. “Hoscos”, un libro inquietante que nos desnuda.

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