martes 7 de octubre de 2025
Los caminos a la consagración nacional

¿Argentina necesita el Nobel para validar su literatura?

Entre Borges, Aira y Schweblin, la eterna pregunta sobre el galardón más importante de la literatura universal.

Por Nehuén Vázquez. Argentina mantiene una relación particular con el premio más prestigioso del mundo literario: el Nobel de Literatura. Ese vínculo, que se remonta a varias décadas atrás, va desde la negativa de la Academia Sueca a reconocer a Jorge Luis Borges hasta los constantes coqueteos del galardón con el escritor contemporáneo César Aira. Este jueves 9 de octubre se anunciará quién será el próximo autor que podrá llevar para siempre el sello de “Premio Nobel de Literatura”, y entre los nombres que suenan aparecen dos argentinos: nuevamente Aira y Samanta Schweblin. En la antesala de la ceremonia, propongo recorrer el estilo de ambos autores y así poder reflexionar sobre la pregunta de fondo: ¿necesita la literatura argentina un Nobel para legitimar su valor?

César Aira, el eterno candidato y los artificios literarios

Ningún otro autor argentino ha coqueteado con el Nobel en los últimos años como César Aira. Los rumores sobre una posible premiación del escritor de Coronel Pringles cuentan con larga data; puesto que desde hace varias ediciones que su nombre aparece como uno de los preferidos por la comunidad literaria y las casas de apuestas. Aira cuenta con un estilo que difiere bastante de la otra autora mencionada en esta nota. A lo largo de sus más de cien "novelitas" -como le gusta llamarlas- fue construyendo un estilo que se concentra más en la forma que en el contenido, es decir, a Aira lo que le interesa más es cómo se cuenta una historia que la historia en sí.

Un caso particular es su novela más reconocida "Ema, la cautiva". En ella, Aira reescribe uno de los mitos fundacionales de la literatura argentina, en este caso, el de la cautiva, tomado por Esteban Echeverría en 1837, para convertirlo en un relato vanguardista y experimental. Sus influencias son reconocibles: Borges por el rigor conceptual y Cortázar por el espíritu lúdico. De este último, toma una etapa particular de su creación literaria, en la que concebía a la literatura como un arte de la imaginación antes que del compromiso social. De allí que el propio autor defina su centenar de novelas como "juguetes literarios para adultos".

Esta manera de concebir la literatura -considero- se refleja en su propia vida privada. Para muchos autores y críticos, Aira es uno de los escritores más significativos de la literatura argentina actual y, sin embargo, su vida privada no hace muestra de ello: da escasas entrevistas a medios nacionales y se centra en la prensa internacional. Decide alejarse de los 'flashes' de la farándula literaria y, en sintonía, escribe una literatura que parece formar parte de un pasado cada vez más remoto.

Samanta Schweblin y el fantástico siniestro

El caso de Schweblin es completamente opuesto al de Aira. La autora bonaerense se atreve a escribir literatura de género: es notable su relación con la literatura fantástica, con ciertas pinceladas de lo siniestro y perturbador. Y digo atrever porque para la institución literaria (universidades, editoriales, críticos, escritores y autores) el fantástico y el terror fueron considerados o reducidos a "géneros menores", al ser tenidos en cuenta como un estilo literario "escapista", frente al prestigio del realismo. Sin embargo, Schweblin demuestra lo contrario: ¿Cómo pueden ser escapistas géneros que reflejan los temores y deseos de la sociedad?

Un ejemplo claro es su novela corta "Distancia de rescate". A través del terror y lo inquietante, la autora narra, de forma extremadamente sutil, la trama oscura del impacto de los agrotóxicos en el campo argentino. La novela de Schweblin, en este sentido, esconde una crítica social profunda: la degradación del campo argentino en la actualidad, el cual pasó de ser un lugar armonioso para la literatura a convertirse en un lugar derruido por el nulo cuidado ambiental y el avance del capitalismo. "No ve los campos de soja, los riachuelos entretejiendo las tierras secas, los kilómetros de campo abierto sin ganado (...) No ve lo importante: el hilo finalmente suelto, como una mecha encendida en algún lugar", escribe Schweblin.

En este sentido, otro de los puntos interesantes de su literatura es la relación con la figura de la mujer y, especialmente, con el tema de la maternidad. En la novela citada anteriormente, por ejemplo, observamos la desesperación de una madre por salvar a su hija de ese mal invisible que acecha constantemente.

¿Argentina necesita el Nobel para legitimar su literatura?

La respuesta a esta pregunta es, pese a todo lo que conlleva, inherentemente sencilla: no, Argentina no necesita de esta "tradición escandinava", como ironizaba Borges, para validar su propia literatura. A lo largo de la historia, nuestra patria ha concebido escritores que han trascendido a nivel mundial sin necesidad de recibir el galardón: el propio Borges, Silvina Ocampo, Julio Cortázar o Leopoldo Lugones, por mencionar a algunos, estuvieron alejados de la órbita de la Academia Sueca.

El más cercano, en dos ocasiones, fue Borges y resulta interesante retomar su historia con el premio. Como pudo conocerse, el autor de "El Aleph" estuvo muy cerca de ganar la máxima condecoración en 1967 y 1976 (ironía borgeana la simetría de las fechas). En la primera oportunidad, Anders Oesterling, uno de los miembros del Comité del Premio de Literatura, desestimó su premiación por considerar que era "demasiado exclusivo o artificial en su ingenioso arte en miniatura". Esta decisión ha sido cuestionada durante mucho tiempo, no solo porque le prohibieron el premio debido al rasgo intelectual de su obra, sino también por cuestionar que Borges nunca haya escrito novelas y preferido el cultivo de textos breves como el cuento, el ensayo y los relatos; característica distintiva y ampliamente elogiada de su narrativa.

Por otro lado, según indica María Kodama (esposa del escritor), en la segunda ocasión la Academia le solicitó a Borges no aceptar el doctorado honoris causa en Chile, puesto que en la ceremonia iba a estar presente el dictador Augusto Pinochett. La situación, como sabemos, no cayó bien en el argentino, quien respondió de forma tajante: "Mire señor, yo le agradezco muchísimo lo que usted acaba de decirme, pero hay dos cosas que un hombre no puede permitir: sobornar o dejarse sobornar. Y después de lo que usted ha dicho, mi deber es ir a Chile. Adiós".

Pese a esto, ni Borges ni ninguno de los autores mencionados anteriormente ha necesitado del Nobel para ejercer su influencia en la literatura mundial. Por solo poner de ejemplo al primero, su huella llega hasta autores y géneros contemporáneos como el new weird, y el escritor británico China Miéville, quien lo reconoce como una de sus influencias más potentes. La novela "El azogue", por ejemplo, fue escrita a partir de un relato de un puñado de páginas que el autor publicó en "El libro de los seres imaginarios". Y esta es tan solo una de las tantas influencias que el autor generó con toda su obra.

Este desmerecimiento no solo alcanza a los autores argentinos, sino también a la literatura latinoamericana en su conjunto. A lo largo de los años, el premio ha sido otorgado a 117 personas, de las cuales apenas seis correspondieron a escritores del continente, mientras que casi 90 fueron para europeos. Entre los galardonados latinoamericanos, dos -Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa- formaron parte del boom latinoamericano, uno de los períodos de mayor visibilidad de nuestra literatura, aunque también un fenómeno editorial moldeado desde Europa. Resulta, por tanto, imposible no advertir un sesgo eurocéntrico en la Academia Sueca, lo que lleva a preguntarse si la producción literaria de todo un continente mereció realmente apenas seis distinciones.

No se sabe al cien por ciento quién recibirá el llamado de Estocolmo, seguramente no sea un argentino y tengamos que esperar un par de años más para ver a un representante nacional en la premiación. Pero eso no disminuye la relevancia de una literatura que ya ha conquistado al mundo sin necesidad de legitimación europea. Sin embargo, la tentación de otra "coronación de gloria" se vuelve, por momentos, irresistible.

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