En su homilía del Tedeum del 25 de Mayo, delante del presidente Javier Milei y todo su gabinete, el arzobispo de Buenos Aires, Jorge García Cuerva, reclamó por la situación de los excluidos, pidió por las jubilaciones dignas, cuestionó las promesas incumplidas de la política y criticó a aquellos que hacen terrorismo desde las redes sociales. Sin embargo, lo único que realmente conmovió al Ejecutivo fueron las declaraciones del actor Ricardo Darín, que se animó a hacer alguna observación por el alto costo de los alimentos.
Invitado al programa de Mirtha Legrand, Darín fue consultado sobre la situación del país y surgió el tema del nuevo anuncio económico del “plan de reparación histórica de los ahorros de los argentinos”. “La verdad es que no entiendo nada. Me llama un poco la atención esto de sacar los dólares del colchón; ¿de quién están hablando? Si una docena de empanadas vale 48 mil pesos. ¡48 mil pesos! Hay algo que no me termina de cerrar, mucha gente la está pasando muy mal”, señaló Darín.
En honor a la realidad, el valor de la docena de empanadas es muchísimo menor. Pero quedó claro que el actor no quería referirse a las empanadas en sí, sino a una situación que es perceptible respecto del costo de los alimentos. Enseguida surgieron los cuestionamientos del Gobierno Nacional. Los encabezó el ministro de Economía, Luis ‘Toto’ Caputo, que se dirigió a Darín como “Ricardito” e ironizó diciendo que el actor elegía comprar las empanadas en lugares de lujo. Las mismas críticas las sostuvieron cientos de usuarios en las redes sociales y muchas las replicó el presidente Milei, como acostumbra a hacer en X.
Como ocurrió con tantos otros artistas, con ‘Lali’ Espósito como uno de los ejemplos más visibles, el Gobierno está bastante rápido de reflejos para retrucar posibles cuestionamientos de adversarios surgidos de las tarimas y los escenarios.
Sin embargo no hubo ningún reproche para la Iglesia Católica ni para el arzobispo García Cuerva, cuando éste afirmó que “nuestro país sangra”, o mencionó que hay “tantos hermanos que lo están pasando mal”.
Tampoco se cuestionó que el sacerdote haya lamentado “los años de promesas incumplidas y estafas electorales que nos hicieron perder las ganas de participar”, ni cuando se refirió a los “hermanos que sufren la marginalidad y la exclusión, los adolescentes y jóvenes víctimas del narcotráfico, las personas que están en situación de calle, las familias que sufren las inundaciones, las personas con discapacidad, las madres que ya no saben qué hacer y cómo evitar que sus hijos caigan en las drogas y las garras del juego, y los jubilados que merecen una vida digna con acceso a los remedios y a la alimentación”.
Mucho menos hubo cuestionamientos para cuando el arzobispo aseguró que “la descalificación, la agresión constante, el destrato y la difamación, parecen moneda corriente”. Hay una señal en esa actitud que se sintetiza en un viejo refrán cuyos orígenes se remontan a la Antigua Grecia: “quien calla, otorga”.