El paso es tan corto, pero da tanto vértigo, que aunque suene fácil hay que tener corazón para darlo. Por momentos siento que lo voy a dar, pero en el instante exacto que creo estar dándolo me doy cuenta que no lo di. Y vuelvo un poquito más atrás, donde todo parece más cómodo que al lado de ese inmenso vacío. Y en mi cabeza suenan anécdotas de cuando di ese paso que nunca di, y esto lo sé porque una vez que se da, no se puede volver atrás. Por eso causa tanto miedo, ¡que pena que de miedo!, porque hay tanta verdad esperando del otro lado. Entonces empiezo a creer que no es el momento de dar ese paso, que todavía quedan cosas por hacer de este lado de ese hermoso abismo. Estábamos de aquel lado, tal vez con algún empujoncito, caímos de este. Y en ese camino dejamos la memoria, esos recuerdos del otro lado del espejo. Sabemos que si damos el paso allí volvemos. El tema es que si estamos de este lado, más allá de nuestra pérdida de memoria, por algo debe ser. Si estamos acá es para hacer lo que vinimos a hacer desde allá. Es fácil distraerse de este lado, nos creemos cualquier cosa como real. De hecho, hasta terminamos creyendo que esto es la realidad, y nos olvidamos donde estábamos antes. Vinimos con algo para hacer, pero se nos borró en el camino hasta acá. Pero eso es tema sabido del otro lado, cuando uno viene para acá sabe que llega sin memoria. En realidad la memoria está, pero bien escondida dentro nuestro, en un lugar donde nadie nos la puede robar, ni siquiera el paso.
Acceder a esa memoria verdadera no es tarea sencilla, al menos mientras escuchemos a nuestro ego, esa vocecita que tiene problemas con todas las personas, incluido uno mismo. Vinimos del otro lado, nos pusimos estos trajes de carne y sangre que incluyen una vocecita muy peculiar que no para de sonar en nuestras cabezas. Porque el mundo es lo que es por esas vocecitas. Cuando todos nos sintamos hermanos, y vivamos compartiendo todo, la abundancia no tendrá límites y los recuerdos de aquel lado van a brotar. Y la realidad de este lado va a ser similar a la de aquel, donde todos amamos a todos por igual. Este mundo está lleno de personajes que dejaron el guión de lado y lo están destruyendo. El planeta se va a recuperar cuando florezcan las conciencias de la hermandad entre los humanos, esa es la única forma de salvar la tierra. Para que esto suceda tenemos que empezar a escuchar más profundamente en nosotros, y dejar de lado los pensamientos negativos hacia cualquier situación o ser. Sé que todo esto puede sonar utópico, como las palabras de un soñador. Pero también sé que todos nosotros somos seres de luz, podamos o no vernos tal como somos ahora, pero hay algo ahí que nos guía, que nos avisa cuando nos salimos del camino. Creemos ser felices cuando ni siquiera nos hacemos una idea de lo que es la felicidad realmente. Nos conformamos con dosis de felicidad intercaladas con dosis de drama, aburrimiento o simplemente momentos grises.
La felicidad real es plena, permanente e infinita. Lo único que nos puede acercar en este mundo a dicha felicidad es cumplir una única misión: ser auténticos, sinceros, honestos con todos y con nosotros mismos. Si hacemos esto, la “misión” se cumple por añadidura. Pero en esta transición es donde la batalla se desata, nosotros contra nuestro personaje, nuestro ego. Nuestra biografía, nuestros logros y tantas cosas que usamos como seguridad y apoyo en realidad no son nuestras, son del personaje, del disfraz que usamos en este mundo orgánico. Si vamos para donde realmente tenemos que ir, la realidad nos suelta una alfombra roja, pero si le hacemos caso al ego, terminamos enfermos, infelices o perdidos. En este mundo hay mucha gente que está en el poder y se dedica a que nos olvidemos de todo esto, que nos olvidemos que algún día tenemos que dar el paso de vuelta. Los medios de comunicación se pueblan de personajes con los que nuestros personajes se emparentan. Nos complicamos la vida creando problemas que no existen y nos olvidamos de lo más importante. Si supiéramos la verdad que descansa del otro lado, pero también en nuestras profundidades, nos tomaríamos la vida de una manera mucho más natural. El paso es como un destape de oídos, al mismo tiempo que es un temblor interior y un sentir indescriptible. Y esto pasa solo cuando uno levanta el pie para dar el paso, que pasa al darlo completo es algo que ignoro, pero que inmenso que es.
¡Qué vergüenza me dan los recuerdos de mi personaje! Listo, se fueron, no hay que mirar atrás. No hay que mirar atrás porque si miramos, veremos el pasado de un personaje que ya dejamos de ser, es decir, si miramos volvemos para atrás nuestro progreso. Si vamos a seguir el camino, este siempre es para adelante, podemos ir por distintas ramas, pero vivir mirando lo que ya pasó es vivir confundido, con miedo a lo que vendrá. No hay riesgos, ninguno, nada. El miedo más grande que es la muerte no es realmente un problema, es el paso mismo. Tenemos miedo al paso, pero si vivimos siendo auténticos el paso va a ser natural y ameno. Llorar la muerte de otra persona es uno de los actos que simbolizan la ignorancia humana hacia la verdad. No hay que juzgar esto, ni nada, aún estamos en una etapa embrionaria del nacimiento de la conciencia. Igual el tiempo puede perderse, irse y que todo suceda ahora. Se puede vivir en el cielo, depende solo de nosotros, es decir, depende del único ser real como somos nosotros volviendo a ser UNO.