Con gran sentido de la oportunidad, cuando tiene que negociar con los sindicatos y la oposición los términos de una reforma laboral considerada clave para el programa de su Gobierno, el ministro de Trabajo Jorge Triaca desencadenó una controversia que le erosiona la autoridad moral para plantear debates vinculados con la legalidad. Acaso podría admitirse su justificación por el maltrato al que sometió a la casera de su quinta, pero explicar la designación de la mujer como delegada de la filial San Fernando del Sindicato de Obreros Marítimos Organizados (SOMU) le demandará alquimias dialécticas más complejas que una disculpa. La trama que lo atormenta se desplegó a partir de la difusión de un audio de whatsapp en el que increpaba a su empleada, Sandra Heredia. “Sandra, no vengas porque te voy a mandar a la c... de tu hermana, sos una pelotuda”, dijo el ministro. Según la mujer, su patrón se enojó porque se demoró en abrirle la puerta.
Conocido el audio, Triaca expresó su arrepentimiento por twitter: “Pido disculpas por el exabrupto que circula en un audio. El mismo es en el marco de un diálogo personal, no condice con mi manera de actuar ni refleja mi forma de ser, y lamento que haya sido utilizado para sacar rédito de él”. Pero ya se le venía la noche sin remedio. Heredia tenía el control de la situación. Informó que los Triaca la tenían trabajando en negro desde hacía seis años y la habían despedido sin motivo y sin el preaviso exigido por la ley. Además, reveló que el ministro la había hecho designar en el SOMU luego de que ella le solicitara un aumento de sueldo, que no le dieron, y que no fue la única empleada de la familia incorporada al gremio, ya que también le hicieron el favor al jardinero y, calcula, a unas 250 personas más. Triaca habría pagado a sus empleados con fondos del sindicato y habría incurrido de este modo en lo que se conoce como peculado de servicios. Como es el asunto, ya se confirmará en los organismos pertinentes, Justicia incluida. La cuestión es que don Triaca ofreció un flanco para el ataque irresistible, adecuado a la estrategia de sindicalistas interesados en empatar tanteadores de miserias. Su influencia para nombrar empleados en el SOMU obedece a que el sindicato está intervenido desde la detención de su ex secretario general, Omar “Caballo” Suárez, acusado de corrupción. Preso y todo, el “Caballo” no iba a perderse la papita que Triaca, figura del Gobierno al que visualiza como su verdugo, le ofrecía en bandeja. Sus abogados, Carlos Broitman y Alejandro Argibay, solicitaron al juez Rodolfo Canicoba Corral, a cargo de la intervención del gremio, que tome declaración testimonial bajo juramento a Sandra Heredia, que ha de salirse de la vaina por formalizar judicialmente lo que hasta ahora son solo manifestaciones mediáticas.
Menos mal que la Casa Rosada no pudo reunir consensos suficientes como para intentar sacar la reforma laboral en febrero, en sesiones extraordinarias. Hubiera estado muy fresco este culebrón de Triaca, su empleada y el SOMU. De todos modos, el impacto político del incidente tendrá con seguridad efectos residuales incluso para cuando se abran las paritarias, cuyo techo el Gobierno quiere establecer en el 15%. No parece la figura de Triaca la más apropiada para requerir templanza y apego a las normas. El ministro se ha pegado un tiro en la pata. Y nadie puede alegar en su defensa su propia torpeza.