De a poco el problema de la deuda externa, su incidencia en el déficit fiscal argentino, va recuperando el lugar central que supo tener durante mucho tiempo.
De a poco el problema de la deuda externa, su incidencia en el déficit fiscal argentino, va recuperando el lugar central que supo tener durante mucho tiempo.
El proceso de desendeudamiento operado en la economía argentina entre 2005 y 2015, básicamente a través de los canjes de 2005 y 2010, le permitió al gobierno de Mauricio Macri, una vez que logró el acuerdo con los fondos buitre en marzo de 2016, recurrir al crédito externo sin riesgos inminentes. El mismo camino siguieron empresas, provincias y hasta algunos municipios.
Si bien los cálculos varían según los analistas, se estima que la deuda externa argentina –pública y privada- creció en el primer año y medio del gobierno de Cambiemos alrededor de los cien mil millones de dólares. Según argumentan desde los ministerios de Hacienda y de Finanzas, hay margen para seguir emitiendo deuda porque los niveles de endeudamiento aun son razonables y no complican la gobernabilidad.
Pero aunque este razonamiento sea cierto, hay motivos para encender luces de alarma. En primer lugar, el grueso de la deuda tomada en este período no ha sido destinado a inversiones en infraestructura para el desarrollo sino para financiar el déficit y la creciente fuga de capitales. En segundo lugar, este ritmo de endeudamiento solo es sustentable con niveles de crecimiento de la Argentina muy superiores al actual.
Cierta recuperación observada en los últimos meses en algunos indicadores de la economía argentina ha permitido que los voceros del oficialismo proclamaran el fin de la recesión y el inicio de un período de crecimiento sustentable de la economía. Para los analistas más cercanos a las posiciones heterodoxas y por ende opositoras al actual modelo, se trata apenas de lo que denominan “el rebote del gato muerto”, es decir, un repunte esperado porque las variables se comparan con las del mismo período del año 2016, que fue uno de los peores de la última década.
Lo real es que el crecimiento estimado para este año no recupera los niveles de 2015, y se requieren tasas de incremento del PBI mayores para que sea sustentable.
La calificadora de riesgo Standard & Poor’s emitió un informe hace pocos días que señala que “si no hay mayor crecimiento, dentro de poco la deuda se va a volver preocupante”. En este marco, el organismo señaló que si bien la emisión de deuda externa “no es baja”, aún es “manejable”.
Por otra parte, un informe de CreditSights, una consultora de investigación financiera indica que “la dependencia de Argentina de las emisiones de deuda internacionales para financiar sus déficits la convierte en una de las naciones de mercado emergente más expuestas a la percepción de riesgo en el mercado de deuda”.
Si continúa el mismo ritmo de endeudamiento, la clave será enderezar a la Argentina en la senda del crecimiento sustentable, con fondos que lleguen para inversiones que fomenten y estimulen el desarrollo productivo y no, como ahora, simplemente para tapar los agujeros del creciente déficit fiscal argentino.