El Bataraz de don Braulio Tejeda y el Colorao de Pepe Sarroca eran los gallos más bravos de Barranca Chica. Su fama había trascendido el pago y les llovían desafíos de todos lados. El Colorao había tenido riñas hasta en Tartagal, donde desplumó al Satanás, un gallo boliviano de Tarija, que venía precedido de una fama impresionante y era considerado un gladiador invencible. Al Bataraz también lo conocían en toda la región. Había derrotado a los más feroces adversarios de muchas leguas a la redonda y prácticamente no le quedaban rivales dignos de enfrentarlo. Por alguna razón, vaya uno a saber cuál, jamás habían reñido entre sí.
Como sucede siempre en los pueblos chicos, no sólo las noticias, también los comentarios, los chismes, las conjeturas, las presunciones y fantasías de la gente corren de boca en boca, vuelan de oído en oído, circulan de rueda en rueda, y van deformándose, agrandándose y casi siempre exagerándose día tras día.
Así, una de las mentas que circulaban en Barranca Chica acerca de estos dos formidables gladiadores, era que ambos eran hijos de gallos del monte, esos animales salvajes, ariscos y bravísimos que, se decía, eran capaces de enfrentarse a comadrejas y gatos del monte y espantarlos y hasta arrancarles los ojos a picotazos. Otros aseguraban que estos dos gallos eran hijos del Diablo, lo que los hacía invencibles. Finalmente había quienes sostenían que eran hermanos, hijos del Cardenal, un legendario gallo salvaje que los Gauna habían trampeado en el monte tiempo atrás y que después de matar a varios gallos, gallinas y pollos, en la furia del encierro, habían logrado someter tras hambrearlo por una semana. Le llamaban el Cardenal por un raro copete que tenía junto a la cresta, que lo hacía parecerse de algún modo al pájaro cantor. Era un bicho malísimo y sanguinario.
Don Aniceto Gauna, padre de los changos, uno de los más avezados galleros de Barranca Chica, pueblo de galleros, lo había hecho pisar sus mejores pollas de riña. De esa sangre eran, lo más probable, el Bataraz y el Colorao.
Pasó bastante tiempo antes de que estos dos titanes se enfrentaran. Sus propietarios, entre el temor de una derrota humillante, el orgullo de tener al más campeón de las lides galleras, el miedo de perder sus pollos y con ellos su fuente de jugosas ganancias, (porque se apostaba desde dinero hasta caballos, fincas, cosechas, haciendas o majadas), habían eludido siempre esta contienda.
Pero todo llega y acicateados por los empedernidos apostadores, que esperaban hace tiempo esta batalla, se acordó finalmente la contienda en el reñidero de los Medina, el más importante de Barranca.
El día fijado para el combate el pueblo estaba desbordado. Las fondas y boliches llenos, las calles y veredas atestadas de gente sentada por todos lados, ya con un mate, ya con una sangría, los más tomando ya a cuenta de lo que ganarían esa tarde.
Dos horas antes de la fijada para la riña había gente hasta media calle, muchos no podían ni acercarse, pero las apuestas llenaban el aire: ¡Un ternero al Bataraz…! ¡Trescientos fuertes al Colorao… ! ¡Voy mi finca de Las Palmas al Colorao…! ¡Pago con mi tropilla de tobianos…! ¡Quinientos al Bataraz…! ¡Pago! Había galleros y público de todos los pueblos vecinos y era la única riña programada para esa tarde. En la calle se vendían pichanga, tortas fritas, empanadas, rosquetes, tortillas y hasta juegos de barajas. Ardía el interés de la gente y se multiplicaba la puja evidenciada en el hervidero de apuestas.
A duras penas se abrió paso el juez ante el gentío y se inició el combate.
Los dos gallos giraban en la arena, estudiándose, visteando sigilosos pero sin atacar. Sus dueños, don Braulio Tejeda y el Pepe Sarroca, ansiosos, los azuzaban y animaban mientras arreciaban los desafíos. Había mucho dinero y bienes en juego, en la más memorable tarde de riñas y apuestas en mucho tiempo y muchas leguas a la redonda. Al aliento de los nerviosos propietarios se sumaba el vocerío del público, que cada vez más enardecido gritaba alentando cada uno a su favorito. Pero los gallos seguían girando, dando saltitos, al parecer estudiándose, tirando uno que otro picotazo al aire, como si a propósito crearan el creciente clima de tensión. Pronto empezaron a llegar los insultos, primero del público, luego de los propios dueños de las bestias. Los gladiadores seguían su danza como indiferentes, solo mirando de reojo de tanto en tanto hacia donde sus dueños vociferaban.
De pronto, como si hubieran estado de acuerdo, giraron ambos hacia el público, y de un salto atacaron con ferocidad a sus amos, simultáneamente. El Bataraz le arrancó el ojo de un picotazo a don Braulio y le abrió un surco de sangre en el cuello de un certero espolonazo, en medio del alboroto y el caos del gentío que retrocedía aterrorizado. El Colorao saltó ágilmente al hombro de Sarroca, que manoteaba desesperado, y le rasgó de punta a punta la mejilla con una patada certera, bañándolo de sangre y terror, y le sacó pedazos de oreja y mejilla a picotazos. Todo en segundos, en medio de gritos, maldiciones y pavor. En seguida, los dos gallos saltaron con vuelos cortos por sobre la gente, y en un santiamén ganaron el monte del otro lado de la cancha, perdiéndose en la espesura.
Julio Misael Herrera
Músico y escritor catamarqueño. Publicó De azules y soledades, poemario, (2003), obra prologada por Víctor Heredia. Canto a Felipe Varela, cantata folclórica, (2008), Desandares poemario, (2009). Cuentos sinvergüenzas (2012). La vida en sonetos (2023) Historias debidas- historias de vidas (en imprenta). Autor de numerosas letras para la canción popular, musicalizadas por autores catamarqueños como Carlos y Luis Bazán, Hugo Nanni, Juan Manuel Rivera, entre otros, grabadas por artistas catamarqueños. Ganador de certámenes literarios de poesía (Premio Municipal 2008 con Desandares, Premio Municipal (2010) con Cuentos Sinvergüenzas, Premio Regional de Cuentos (2011) del Consejo Regional Norte Cultura con Gallos de riña. Participa en varias antologías, como La canción popular de raíz folclórica (Raúl Molina, 2007). Nueva generación de escritores catamarqueños (Ediciones municipales, 2011). Voces y memoria (2012). Encuentro literario Pucará de las letras (2017). Voces y memoria (2022).