viernes 6 de diciembre de 2024
Opinión

Kuka, Kuka, Kuka, Zurdo, Zurdo, Zurdo, el nuevo grito tribal

Miguel Wiñazki

Publicado en Clarín

Hay una cautividad que enamora aún a los que vociferan libertad. La sumisión a los dogmas, a las consignas, a la terminología hueca, al grito vano: Kuka, Kuka, Kuka, así dicho en reiteración, conjugado con Zurdo, Zurdo, Zurdo, opera convirtiendo a cerebros en hordas vacías pero excitadas. Tribus contemporáneas empleados ad honorem de los fabricantes de fanáticos.

A esos coros en acción militante proferidos por bisilábicos que buscan ya abiertamente lugares en la política que hasta hace instantes se menospreciaba como “Casta” se lo denomina “Batalla Cultural”.

¿Por qué la llaman batalla? Las armas son guturales redundancias. Y sobre todo: ¿Por qué la denomina cultural?

Tal vez sea “cultural”, entre remarcadas comillas.

El eslogan, históricamente, proviene de los influencers, cuya existencia, aunque ahora se los invoque en inglés, es antigua como la política.

Son y fueron aquellos a los que se les ocurren las fórmulas ganadoras y sobre todo simplistas.

Una, histórica y en su momento exitosa por Knock Out, fue “Braden o Perón”.

Esa disyunción excluyente fue crucial para el triunfo del General en 1945, que diestro en el arte del eslogan continuó con otros innumerables, desde Perón Cumple y Evita Dignifica, hasta el más siniestro propuesto por sus dependientes enloquecidos: Perón o Muerte.

En la Venezuela de Chávez se instituyó un Ministerio de Información y Comunicación cuya tarea era elaborar panegíricos del socialismo bolivariano. Nunca fueron muy ocurrentes: los ventrílocuos del régimen repetían ridiculeces. “No hay escasez, hay amor”, discurseaban algunos.

A veces la propaganda es escenográfica. En Venezuela sobresale el diálogo que sostuvo Nicolás Maduro con un pajarito que era según él, Chávez mismo reencarnado, volador y hábil para el silbido comunicador de paraísos.

La consigna es un significante sin significado. Palabras que no significan nada. O para decirlo en términos de Shakespeare: “Significan nada”.

Alberto Fernández fue contundente y falso: “Se acabó el tiempo de los vivos”.

Y no se había acabado nada.

La propaganda política utilizada como estrategia puede ser efectiva. Ahora, un grupo oficialista, convocó a cosmetólogas, diseñadores gráficos e iluminadores, cuidó sus clásicos peinados vintage, levantó columnatas imperiales y se lanzó a asumir la lucha cultural con teléfonos que deciden definir como armas.

Quizás no repararon en que los celulares como armas los utilizan muchos presos para distribuir drogas, ordenar crímenes o transmitir pedofilia.

El celular es una maravilla no un arma, y sí se convierte en arma, sí es peligrosa.

Aún así el stand up posicionó alto desde ese cosplay del fascismo a nuevos actores en el debate nacional y la sociedad discutió el tema y así abrieron sus compuertas hacia el largo camino hacia las candidaturas deseadas.

No es fascismo, es un cosplay, una mascarada pseudo fascista para asustar.

Las bromas tienen como objetivo la risa.

¿Alguien espontáneamente se ha reído tras la escenificación del Brazo Armado presidencial?

Risotadas obsecuentes sí hubo.

El presidente mientras tanto transitaba por el G20, estrechó las manos de Lula y de Xi Jing Ping, y de Macron, y subió aquí a Macron y a Giorgia Meloni al Balcón de la Rosada.

El pragmatismo político trasciende la digitalización de la propaganda política. Milei criticó en simultáneo y con total claridad la declaración de la Corte Penal Internacional que pide la detención de Benjamín Netanyahu y de líderes de Hamás. Fue una toma de posición no propagandística.

Hay dos planos, como siempre en la política, la realidad y la cosmética.

La cosmética se diseña en base a aparatos de legitimación, que son aparatos comunicacionales del Estado o paraestatales.

Son los artefactos comunicacionales del poder de turno. Durante toda la era del peronismo proliferaron las escuelas de doctrina justicialista, unidades básicas en rigor, luego se renovó (aparentemente) el concepto y se los llamó y se los llama “think tanks”. Algunos de ellos presentan ahora a la Argentina como “Faro del Mundo”.

Es difícil iluminar a todo el planeta con un 50 con ciento de pobreza y una aplastante debacle educativa, donde la lecto-escritura se pierde en una diáspora hacia la ignorancia que no se detiene.

Pero la propaganda no repara en la realidad. Su misión es evitar los hechos y construir imaginarios.

Son ornamentos encubridores que, sin embargo no tapan el internismo ni los juegos de poder, hasta componer un delirio vociferante.

Cristina Fernández y sus fanáticos proclamaban consignas singulares y devocionales. La Patria es el otro... No fue magia, pero todas se resumían en Vamos por todo, que era la intención verdadera.

Todo aquello no evitó las investigaciones ni las condenas.

La Universidad de las Madres de Plaza de Mayo fueron lisa y llanamente una gran estafa a la educación, y una gran estafa en general, disfrazado todo de palabrerías santurronas. No enseñaron, no ejemplificaron, rentabilizaron sus mentiras y hasta convirtieron a una de sus sedes en una suerte de estrafalario salón de fiestas según denuncia el gobierno.

Para dinamitar la educación la fórmula que no falla es la alquimia entre la ideología hipócrita y el dinero y el poder tan anhelados.

Pronunciar discursos bienpensantes y obtener ganancias por las buenas palabras.

La charlatanería de quienes tanto cacarean para llegar más alto, invade con ruido, pero en rigor y en el fondo, no se escucha.

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