viernes 31 de octubre de 2025
Cara y Cruz

20 a 4: la construcción del aislamiento

Mientras el kirchnerismo acelera su cuesta abajo en la rodada con el paroxismo del pase de facturas entre “cristinistas” y “kicillofistas” en la Provincia de Buenos Aires, Javier Milei apresura las gestiones para traducir en consensos institucionales y políticos la victoria obtenida en el medio término.

Ayer, apenas cuatro días después del triunfo, reunió a 20 gobernadores en la Casa Rosada y les marcó su agenda sin que ninguno atinara a esbozar siquiera un matiz de divergencia. El margen para hacerlo era nulo después de la paliza que la mayoría se llevó el domingo, se dirá, pero más significativo que esa armonía es el contraste que el líder libertario consiguió establecer al exhibir el aislamiento de sus contendientes más enconados.

Axel Kicillof no fue invitado al encuentro y también quedaron afuera otros tres mandatarios identificados con el kirchnerismo: Ricardo Quintela (La Rioja), Gildo Insfrán (Formosa) y Gustavo Mellela (Tierra del Fuego). El cuarteto de los réprobos fue excluido por razones de incompatibilidad ideológica para Milei insalvable.

Si sabe de economía práctica más allá de los dogmas de la Escuela Austríaca está todavía por verse, pero a esta altura sería necio desconocerle al Presidente solvencia política. Si los aplastantes resultados que logró contra todo pronóstico no hubieran sido suficientes, la foto con los mandatarios fue un golpe magistral no solo por el volumen de poder exhibido, sino también, y sobre todo, por su “timing”: golpeó sobre los kirchneristas en su peor momento y señala una hendija para entrar en el redil del orden libertario en tren de consolidación.

Mientras el kirchnerismo se entierra en su crisis, Milei avanza en la consolidación del orden libertario Mientras el kirchnerismo se entierra en su crisis, Milei avanza en la consolidación del orden libertario

¿Habrían asistido Quintela, Insfrán y Mellela si los hubieran invitado? Imposible saberlo, pero que Milei no se haya limitado a dejar afuera sólo a Kicillof es un indicio de sutileza. 23 sobre 24 mandatarios es mejor que 20 en una lectura lineal, pero el desplante demanda razonamientos más retorcidos.

Milei acaso no quiso arriesgarse a que Quintela, Insfrán y Mellela agarraran viaje y los dejó pegados a Kicillof para eventualmente capturarlos más adelante. En el caso del “Gitano” Quintela, además, hay que tener en cuenta los intereses que tienen los Menem en La Rioja.

En todo caso, Kicillof complementó la faena de aislamiento libertaria a la perfección. En lugar de decir que no se hubiera sentado con Milei ni a comer milanesas a solas, como hacía con Macri, rezongó porque no le cursaron la invitación. Se la dejó picando a Milei, que respondió que no lo invitó porque no se le ocurre en qué podrían acordar.

Nótese lo cómico de la situación. Si Kicillof se queja por no estar, es porque quería estar, cosa que a Milei le vino al pelo para decirle que no lo quiere cerca ni en pintura o lo que es lo mismo: que no lo necesita para nada.

Todo es todavía muy precario y los acontecimientos en los dos años de la extraña gestión libertaria han cambiado de sentido a ritmo vertiginoso. No conviene aventurar pronósticos, pero hay algo imposible de ignorar: Milei y su hermana Karina han derrotado a los más avezados y experimentados políticos del país. Cierto es que con el auxilio de Donald Trump, que evitó el colapso del programa económico, pero aún así los resultados obtenidos por la dupla de los novatos son notorios.

Aplastaron a Provincias Unidas, que les competía por la misma feligresía, y terminaron de fagocitar a Mauricio Macri, que se postulaba como portador de sabiduría y mesura. Milei es el único jefe del electorado ajeno al peronismo y el progresismo. En frente solo queda un kirchnerismo que parece incapaz de detener su proceso de descomposición, encapsulado en discusiones estériles y endogámicas, expulsivo, cada vez más chico. Milei impone su lógica, guste o no guste. Lo que las urnas expusieron el domingo y ayer se terminó de verificar es lo lejos que está todavía la construcción de una herramienta política competitiva para oponérsele.

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