Un espacio para el desarrollo turístico, educativo y cultural fue habilitado en La Merced, con la puesta en valor de esta construcción que data de finales de 1884.
El domingo 28 de julio, en ocasión del 155º aniversario de Paclín, la Municipalidad coronó las celebraciones con la inauguración del Centro de Innovación Tecnológico y Cultura, en las refaccionadas instalaciones de la histórica Casona de los Figueroa. Ubicada en la esquina de la plaza principal de La Merced, el espacio ahora luce como un punto de encuentro educativo, cultural y turístico, único en el departamento.
Esta mítica casa recibirá alumnos que comenzarán a capacitarse con cursos de inglés y próximamente en informática, robótica y nuevas tecnologías. Este Centro, que demandó una importante inversión del Gobierno de la Provincia, fue inaugurado con una oficina de Turismo, una sala de situación, un salón de exposición y un gran solado para diferentes usos. Una de las nuevas áreas, además, es un microcine que el pasado 25 de agosto tuvo su función estreno con la proyección de Intensamente 2. Como la sala tiene un espacio limitado, es importante anotarse en la Oficina de Turismo para reservar un lugar. La misma está abierta de lunes a viernes de 8 a 13 y de 14 a 20 horas, y los sábados, domingos y feriados está abierta de 9 a 13 y de 16 a 21 horas.
En la inauguración estuvieron presentes algunos de los descendientes de Wilfrido Figueroa y Domitila Tapia, quienes agradecieron por los trabajos realizados. “Estamos muy contentos porque la casa quedó muy linda. Estamos felices sabiendo que nuestro abuelo, Julio Argentino Figueroa, y nuestro bisabuelo, Wilfrido Figueroa, deben estar felices viendo que esta casa será para todo el pueblo. Nos da mucha felicidad que se recuperaron muchos espacios, que vuelva a tener vida, y que sea para toda la comunidad. El corazón de los Figueroa siempre estuvo en Paclín”, señalaron los familiares presentes.
Un poco de historia
En el libro histórico de la Escuela Nº 292 de La Merced, su entonces director Andrés Flores registró en 1942 que ya para 1860 “se menciona que había dos casas de construcción antigua y eran de la familia Figueroa, dueña de la Estancia La Merced. Estas casas estaban edificadas a orilla del Camino Real que unía Catamarca con Tucumán, por donde actualmente se va a Monte Potrero acortando distancia, por el lado este de la plaza de La Merced hasta el Río Paclín”. Estas, probablemente fueran las casas de los antepasados de Wilfrido Figueroa, quien compraría la finca años más tarde.
Según registros del Archivo Histórico, el Gobierno puso en venta la finca en 1882, cuando fue adquirida por Manuel V. Salas. Luego Salas le vendería a Wilfrido Figueroa la finca ‘La Merced’ en 1884, y a fines de ese año se comenzó la construcción de la casona como se la conoce actualmente, aunque se cree que algunas partes se habían empezado a edificar en 1878.
Wilfrido Figueroa era nieto de don Manuel Augusto Figueroa y Romualda Ignacia de Herrera, uno de los primeros pobladores en asentarse en La Merced. Los padres de Wilfrido fueron Augusto Casto Figueroa y Margarita Carrizo, todas figuras influyentes en la localidad. Wilfrido luego se casaría con Domitila Tapia y sus hijos fueron Manuel, Augusto Casto, Humberto José, Wilfrido Segundo, Blanca, Domitila Carmen y Julio Argentino. Estos últimos tres eran menores de edad cuando su padre hizo el testamento. Wilfrido Figueroa murió el 8 de agosto de 1909 a la edad de 56 años.
La Casona, por su tipología, constituye una especie de “hito urbano” para Paclín, especialmente por ser la primera con dos plantas. Estudios locales, además, destacaron su ubicación privilegiada frente a la plaza principal y sus dimensiones: reflejan la importancia y distinción de sus habitantes en los albores de la localidad.
“La casona denota características diferenciadas de acuerdo con los distintos momentos de construcción. Única en su tipo, corresponde a un conjunto de espacios construidos en forma discontinua, de acuerdo con la sucesión de usos y con las distintas necesidades que surgen de las nuevas tecnologías y costumbres que fueron surgiendo. Esta vivienda presenta tres accesos bien diferenciados: uno por la esquina, con una resolución muy sencilla, acompañando la uniformidad de los perfiles en ambas calles. Los restantes se encuentran por las calles laterales. Se distinguen dos momentos distintos de construcción en la discordancia que presenta el sector sur, mientras que en el perfil norte se jerarquiza el ingreso con la doble planta y el característico balcón en el frente y contrafrente”, señaló un estudio que realizaron Emilio Alejandro Villafáñez y Ezequiel Fonseca.
En esa recopilación histórica, se remarca que la segunda planta “identifica, jerarquiza e individualiza dentro de La Merced” a la histórica casa. El piso y el techo originales colapsaron totalmente, y fueron reconstruidos para esta inauguración en una serie de obras que se extendieron por poco más de un año y medio.
Otro sello muy particular de la vivienda es una gran habitación ubicada en el ala este, que era un espacio usado para la producción de vinos y agua ardiente, donde se encontraron máquinas y herramientas de trabajo. Debajo de esa habitación hay un sótano, donde hoy se instaló el micro-cine, en el que originalmente se acopiaba buena parte de la cosecha de la finca. Según testimonios históricos, allí podían poner desde hojas de tabaco hasta papa y otros alimentos perecederos.
Punto productivo y comercial
La producción de la finca se vendía en Catamarca y Tucumán, pero fue con la ganadería con la que Wilfrido Figueroa hizo la diferencia, ya que logró ubicar gran parte de su producción en puertos de Chile. Esa gran estancia era también una “gran empresa”, que funcionó también gracias a la buena relación comercial y parental con la familia Savio Piva, quienes tenían el comercio donde se hacían todas las compras de los trabajadores de la finca.
Un juicio que llevó al abandono
En los años ‘30 se dio un episodio en el que Julio Argentino Figueroa, el menor de los hijos de Wilfrido, convenció a su madre para firmar una venta ficticia de la casa con un abogado, a quien luego Figueroa le compró la propiedad, desheredando al resto de la familia. Esto derivó en un juicio sucesorio que inició uno de los descendientes, Jorge Vizozo, y duró dos décadas. Tal es así que, llegado un punto, Figueroa, harto por las presentaciones, y Vizozo, acorralado por las deudas, se repartieron la propiedad. Figueroa se quedó con la casa y una importante porción de la estancia, mientras que Vizozo con la parte este de la finca.
A partir de ese episodio se dieron diferencias insalvables en la familia y la estancia empezó a decaer, por lo que quienes no vivían ahí dejaron de ir. Figueroa nombraría luego a nuevos capataces, y al cabo de pocas décadas se produjo un abandono progresivo y total. La casa pasó a manos de la Municipalidad en 2007 y desde entonces que el proyecto de un Centro Cultural rondaba en La Merced.
El mito del familiar
Una de las historias más llamativas vinculada a la Casona dice que los Figueroa hicieron “un pacto con el diablo” para obtener su gran fortuna. Según esa historia, el sótano fue realizado para poder ocultar un familiar “con aspecto deforme que se alimentaba con personas vivas”. Aquella era la condición dada por el demonio para poder mantener todas sus riquezas.
Fuentes
Municipalidad de Paclín; “Una historia de la casona vieja de Paclín” de Emilio Alejandro Villafáñez y Ezequiel Fonseca.