jueves 28 de marzo de 2024
Cartas al director

Lucha de clases y crímenes

Últimamente los catamarqueños hemos sido partícipes activos o pasivos de muchos procesos judiciales donde se determinaron autorías materiales o no, es decir culpabilidad o no culpabilidad de personas sometidas a juicios. Hasta la implementación de juicio por jurado popular.

Ahora bien, ¿qué sucede cuando del crimen se evidencia la existencia de un conflicto fundamental e intrínseco derivado de las clases sociales, donde gente de a pie visualiza una división social, económica y la prevalencia de esa posición social acomodada y expuesta a algún tráfico de influencias que podrían llegar a incidir en un dictamen judicial?

En este punto, se han visto surgir diversas manifestaciones, gritos desesperados de un pedido constante de justicia. Masas de personas que al verse vulneradas se van a agrupar en fines similares para tener fortaleza en su presión.

También es dable reconocer que muchas veces se han logrado resultados, que no solo van a hacerse importantes para esta gente, sino que se lograrán giros históricos-jurídicos dentro del tejido social, descubriendo así las diferencias y el pedido o la exigencia de ese grupo social manifestante solicitando justicia o cambios urgentes, donde al tomar conciencia de clase van a asegurarse de vigilar el castigo al delincuente clasista alto. Esto se llama “antagonismo social”.

“Es más, como ya se apuntó, lo cierto es que sin antagonismo social no habría transformaciones sociales o éstas ocurrirían en forma excesivamente lenta, lo que haría a la sociedad algo demasiado estático…”. Dahrendorf, 1992; Coser, 1970.

La manifestación social con frecuencia trae aparejadas ideas de cambio, es no pocas veces un efecto de las luchas sociales, surge porque un pueblo se ve indignado o lesionado frente a una injusticia, entonces salta de su estatismo y exige un cambio.

Por eso es que un proceso judicial va a tomar el carácter de una lucha judicial entre dos estamentos como ser ricos y poderosos contra pobres y vulnerables, transformándose en un proceso social.

Es una formal postura psicosociológica que va a quebrantar el orden que se había establecido y se va a arribar muchas veces con grandes contiendas a otro formato psicosocial. Es decir, el justiciable siente que se ha perdido el principio constitucional de igualdad ante la ley.

Hasta mediados del siglo pasado, el estudio del fenómeno criminal se limitaba exclusivamente al estudio de la persona delincuente. Hoy en día este análisis ha sido superado y si bien se conservan ciertos objetivos de estudio en la personalidad del criminal, también se centra el estudio en la sociedad de la cual esta persona que ha delinquido proviene como su emergente.

La psicología y sociología criminal son ciencias que estudian el delito como fenómeno psicosocial, es decir, la criminalidad y la pena, en toda su complejidad en cuanta reacción social se diera. En sus orígenes, en su evolución y significación y en sus relaciones con los demás fenómenos sociales relacionados con una y otra.

No quiero olvidarme de rescatar lo siguiente: el progreso de la tecnología de las redes sociales y los medios masivos de comunicación han ubicado a los juicios orales y públicos en otro lugar. Toda la sociedad puede seguir el proceso completo, tener información inmediata y escuchar “en vivo y directo” las voces de los abogados defensores, querellantes, fiscales, secretarios y las víctimas del delito.

Con más razón esta perspectiva toma predominio. No consiste solo en reconocer la influencia de factores sociales junto a los predisponentes individuales del delito, sino en afirmar que el crimen ya no es un fenómeno de “patología individual”, sino un resultado con enorme vinculación a lo social; desencadenando indignación, bronca en algunos casos, y en otros la pacificación de la víctima con una condena justa. Es decir, el crimen mueve el imaginario colectivo y así se determinan estados emocionales de las masas.

Por eso el polémico caso WIKA, en el que se encuentra involucradas dos policías, los hermanos Sosa Soler y su madre jueza, ha desatado enormes controversias y posturas sociales.

Por eso casos como el del femicidio de Brenda Micaela Gordillo ha sido asemejado al de María Soledad Morales en cuanto a sus determinantes de indignación y graves manifestaciones sociales a la salida de tan conocido juicio. Asimismo los luctuosos casos de Anyelén Gallo Arias, Cinthia Aranda y Vanessa Delgado.

Por esto mismo es que el asesinato del adolescente Fernando Báez Sosa ha movilizado la sensibilidad de toda una nación: la aberración clasista desplegada en la modalidad criminal. Otros crímenes de tipo económico como es el caso de las estafas piramidales también tuvieron su lugar dentro del sentimiento colectivo, al momento de descubrir que se les había reintegrado el dinero a algunos “clientes inversores” con ligamen político y empresarial y a la mayoría de las victimas no. Sin duda han despertado temores, certezas e ideas de injusticia por clase y acomodo.

La manifestación social con frecuencia trae aparejadas ideas de cambio, es no pocas veces un efecto de las luchas sociales, surge porque un pueblo se ve indignado o lesionado frente a una injusticia, entonces salta de su estatismo y exige un cambio La manifestación social con frecuencia trae aparejadas ideas de cambio, es no pocas veces un efecto de las luchas sociales, surge porque un pueblo se ve indignado o lesionado frente a una injusticia, entonces salta de su estatismo y exige un cambio

Cosas del fuero íntimo de la masa reaccionaria, ponen en juicio no solo al delincuente sino a su entorno general por ejemplo a los “problemas familiares”, con la consiguiente relajación del control sobre los hijos, al bajo nivel de los cuidados que se les dispensa y a la falta de estabilidad emocional en el hogar, ausencia de consejos y control parental y una crianza lejos de la austeridad y relacionada a una mala crianza notoria.

Por otro lado están los beneficios de ser hijo de juez, o de político, o de empresario, o de conocido profesional, y la sospecha de que existen encubrimientos de comportamientos disvaliosos por parte de estos sectores sociales encumbrados. Se grita “hay justicia para pobres y justicia para ricos”, “ladrones con guante blanco”, y a los que robaron para alimentar a su familia le recae un rigorismo judicial tremendo.

Así es que sin duda debo unirme a múltiples pensadores que se inclinan a analizar que todo aquello que sucede en nuestro medio, sea de carácter benéfico o dañoso esconde en sus entrañas una ignota lucha social hacia y por transformaciones sociales. El pueblo requiere cambios.

Dr. Bruno Jerez

Psicólogo y abogado

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