El retorno a clases representa un desafío para la comunidad educativa, no solo desde el punto de vista pedagógico sino también desde la convivencia en la escuela. La sana convivencia estimula el aprendizaje, la integración escolar y el crecimiento integral de niños y adolescentes. La mala convivencia opera en sentido contrario. El bullying o acoso escolar es uno de los factores que gravita negativamente. Existe bullying cuando hay cualquier forma de maltrato producido por estudiantes contra otro u otros en forma reiterada. Puede ser un maltrato verbal, físico, psicológico o a través de redes sociales. En este último caso se denomina ciberacoso. Según las estadísticas disponibles, que todavía no son muchas, los niños sufren más la violencia física, mientras que las niñas la violencia psicológica.
Si bien siempre existió, es en las últimas décadas que se empieza a darle visibilidad como un problema grave dentro del ámbito educativo. Las agresiones de distinta índole han existido siempre, pero nadie hablaba de ellas. Generaciones enteras han sufrido bullying en silencio, con secuelas graves que seguramente incidieron más tarde o más temprano en la personalidad de la víctima e incluso en las conductas a lo largo de toda su vida. Sin embargo y pese a que se habla mucho más de la problemática, aún existe cierto ocultamiento, favorecido por la falta de acciones concretas para desenmascararlo y condenarlo de parte de todos los actores de la comunidad educativa: los compañeros de la víctima, los padres, los docentes y las autoridades educativas. O, si las acciones contra el acoso escolar existen, son aún insuficientes.
El bullying que ejercen niños, niñas y adolescentes son resultantes de conductas que han observado en adultos. “Los chicos expresan a través del hostigamiento un malestar que excede las aulas y aparece entonces en las escuelas un modo de vincularse que está naturalizado en muchos otros espacios. El destrato y la humillación que subyace a las dinámicas de bullying es permanentemente potenciado desde los modelos adultos de estar con otros. Urge revisarnos a nosotros mismos. Más allá del rol que tengamos en la vida de los jóvenes, debemos preguntarnos qué de nosotros puede estar potenciando la aparición del bullying”, reflexiona en una columna que escribió para la agencia Télam María Zysman, directora de la organización “Libres de Bullying”, y autora de los libros “Bullying. Cómo prevenir e intervenir en situaciones de acoso escolar” y “Ciberbullying”.
En estos casos, coinciden todos los especialistas en la materia, las peores actitudes son el silencio y el ocultamiento. Es preciso que las conductas agresivas afloren, se visibilicen y entonces se puedan abordar educativamente. Es preciso que se sancionen de acuerdo con la gravedad, pero lo más importante es que se las aproveche para concientizar respecto de las causas y las consecuencias, advirtiendo a los victimarios respecto del daño que producen para que no repitan esos comportamientos y acompañando a las víctimas para que puedan sobreponerse con la menor cantidad de secuelas posibles.n