Una casta oculta, hasta ahora invisibilizada, emerge del conflicto en Aerolíneas Argentinas, que tras sucesivas asambleas organizadas para inducir el caos escala a un paro de 24 horas este viernes. La componen los jerarcas de empresas y reparticiones del Estado que, calzados con los dirigentes gremiales, embuchan todos los meses sueldos millonarios y gangas establecidas de modo caprichoso, exentas de criterios racionales.
El ensañamiento de Javier Milei y sus acólitos se concentra en legisladores y gobernantes pero no alcanza a esta oligarquía estatal, cuya vigencia atraviesa gestiones gubernamentales independientemente de cualquier orientación ideológica.
Aerolíneas integra el grupo de destinos privilegiados en la burocracia pública, asignados por la política a sus partidarios más fieles, o alcahuetes, como seguro de salvataje frente a las angustias económicas que debe atravesar el común de los mortales.
Baste recordar la prudente retirada de muy caracterizados referentes del oficialismo local que salieron a cuestionar indignados las bajas de contratos en la delegación de ANSES a principios de año. Enmudecieron en cuanto les recordaron que se habían auto-otorgado la planta permanente en el organismo pasando por arriba de contratados con más de diez años de servicio. Un casillero acogedor al que volver con jugosos salarios en caso de perder puestos electivos o cargos en el funcionariato.
ANSES, la AFIP, PAMI, ENARGAS, Aerolíneas… encontrar una explicación racional a los salarios que engullen los jerarcas y empleados jerarquizados en esos enclaves es imposible.
La inequidad genera malestar dentro de los propios organismos entre quienes se ven postergados por paracaidistas beneficiados por algún dedo influyente y también hacia afuera, en la administración pública y el sector privado, por lo agraviante de las brechas.
En el sector privado no es posible gastar por encima de los ingresos indefinidamente sin quebrar. El equilibrio económico y financiero es condición indispensable para mantenerse a flote. La ausencia de este factor en la administración de los organismos estatales fue generando una inequidad creciente y cada vez más ostensible.
El estancamiento económico argentino, que lleva más de una década, tiene como correlato el crecimiento de la informalidad laboral y un incremento del empleo público registrado en detrimento del privado.
De representar poco más de 55% de los trabajadores registrados en 2012, los empleados del sector privado pasaron a computar poco menos del 48%, mientras que los del sector público, que hace una década representaban menos de 24%, ahora ya tienen una incidencia que supera el 26% del total. La informalidad, en tanto, se ubica alrededor del 50%.
Sobre este fenómeno se inscribe la conversión de los puestos del Estado en moneda proselitista y reaseguro de privilegios, con sueldos promedio superiores hasta en un 30% respecto de los del sector privado.
El sueldo promedio de los pilotos de Aerolíneas Argentinas es de 5,2 millones de pesos, a los que suman beneficios como pasajes aéreos gratuitos para ellos y sus familiares y transporte también sin costo. Esto, a pesar de las multimillonarias pérdidas que arroja la línea de bandera.
Este déficit suele justificarse en la necesidad de subsidiar el costo de vuelos a destinos que no son rentables. Nunca se pone el foco en la desmesura de los sueldos.
Los pilotos exigen ahora un incremento salarial del 70%, con el respaldo del resto de las organizaciones sindicales de la firma, con la también estatal Intercargo, responsable de los servicios de tierra en los aeropuertos, que van enganchadas.
Miles de usuarios a merced de una casta de privilegiados, la primera de un grupo enorme de intocables que asoma el hocico. n