jueves 28 de marzo de 2024
Editorial

El caso Báez Sosa y la masculinidad hegemónica

El crimen de Fernando Báez Sosa ofrece, además de las aristas policiales o judiciales que actualmente se ventilan en debate público, una serie de elementos de análisis que se vinculan con pautas culturales impuestas y nocivas para la sana convivencia social.

La nueva titular del Instituto Nacional contra la Discriminación (Inadi), Greta Pena, aportó una perspectiva de análisis respecto de lo que menciona como “masculinidades exacerbadas”, concepto que guarda estrecha relación con lo que la sociología denomina “masculinidad hegemónica”.

“El crimen de Fernando Báez Sosa “conmueve a la sociedad por muchos elementos. Más allá de las responsabilidades penales que determinará la justicia, creo que es una oportunidad para ponernos a reflexionar sobre cómo se construyen las masculinidades exacerbadas”, sostuvo Pena. La masculinidad exacerbada, explica, es “la cultura del aguante, de la supremacía de unos sobre otros”.

La paliza mortal que recibió la víctima por parte de un grupo de rugbiers debe ser vista como un acto criminal y cobarde. Las peleas entre varones, cuando los desenlaces no son fatales, suelen ser celebradas como comportamientos de “machos”, no importa si son varios contra uno solo. La audacia, los riesgos físicos que se asumen, la agresividad y hasta la violencia son representaciones propias de la masculinidad hegemónica.

La audacia, los riesgos físicos que se asumen, la agresividad y hasta la violencia son representaciones propias de la masculinidad hegemónica.

La masculinidad hegemónica es un concepto propuesto por la socióloga australiana R.W. Connell para describir el modo en que se legitima el patriarcado, es decir, la posición dominante de los hombres y la subordinación de las mujeres. Pero este tipo de masculinidad no solo sirve para establecer roles y beneficiar a los varones, que ocupan un presunto lugar de supremacía a través de la fuerza física. Los varones también padecen este concepto, pues se ven obligados a responder a este estereotipo si no quieren verse segregados. Por caso, el varón que se resiste a dirimir sus diferencias con otro varón a través de la violencia física corre el riesgo de ser considerando un cobarde. Por el contrario, el que pelea, y sobre todo si triunfa, no importa si es a través de una acción patoteril, es alabado como un valiente, un ganador.

Las luchas feministas por la igualdad de derechos hacen retroceder este modelo de masculinidad caduco. Paralelamente ha ido surgiendo un nuevo paradigma de masculinidad, enfrentada a la tradicional, que reniega de los roles de género impuestos y que valora características como la sensibilidad, el pacifismo o el diálogo como método para resolver conflictos.

El atroz asesinato del joven en la ciudad de Villa Gesell permite reflexionar también sobre la necesidad de terminar con un modelo que exhibe a la violencia como característica intrínseca de los varones, dando lugar a otro que otorga a la masculinidad rasgos diferentes, acordes a una sociedad más democrática e igualitaria.

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