viernes 29 de marzo de 2024
Editorial

El azar jugó a favor

El temporal desatado el pasado martes en horas de la noche causó enormes daños en algunos sectores del Valle Central, particularmente en zonas específicas de la ciudad capital de Catamarca. Estudiosos de este tipo de fenómenos meteorológicos aseguran que hubo uno o varios tornados, que son muy inusuales en la provincia. Los pronósticos no fueron capaces de prever lo que finalmente aconteció. Se preanunciaban algunas tormentas eléctricas aisladas, pero no precipitaciones intensas ni mucho menos acompañadas de ráfagas tan fuertes de viento, que causaron estragos.

La singularidad del episodio corrobora que los instrumentos tecnológicos que se utilizan para los pronósticos del tiempo son muy importantes pero lejos están de la infalibilidad. Y que es preciso que siempre que se anuncien tormentas la población tome recaudos. Es preferible, en estos casos, pecar de excesiva prudencia que de una audacia que propicie situaciones desagradables.

Los daños fueron importantes, pero no hubo que lamentar víctimas. Los árboles de grandes dimensiones y postes de madera y de cemento que cayeron, o las chapas de techos que volaron, pudieron haber provocado situaciones de una gravedad inusitada. Por obra del azar, solo por eso, tales eventos no ocurrieron.

Por obra del azar, solo por eso, la tormenta del martes no devino en tragedia que lamentar

En medio del caos desencadenado el martes a la noche y miércoles a la madrugada, las instituciones estatales y empresas de servicios con competencia en el tema actuaron como pudieron, con compromiso pero también con limitaciones, para asistir a los damnificados y restablecer, de a poco, la normalidad, cosa que aún, dos días después, no se ha logrado.

Siempre que ocurren hechos de esta magnitud hay enseñanzas que quedan, lecciones que es preciso aprender para que en el futuro los daños sean menores. No es posible pretender que, con temporales como el vivido el martes en Catamarca, no se registren daños al arbolado o a la infraestructura del tendido eléctrico, por ejemplo. Es un hecho que tales consecuencias se producirán, inevitablemente. Pero los riesgos se minimizan si hay un mantenimiento adecuado, tanto de las especies vegetales de grandes dimensiones como de los postes de madera o cemento, responsabilidad que recae en instituciones específicas del sector público o de las empresas de servicios públicos.

El peligro latente que representa un árbol añoso puede ser evaluado por expertos. Y en función de ese diagnóstico es factible, e imprescindible, que se adopten medidas preventivas, incluida la poda o la extracción, si se advierte que son necesarias para evitar tragedias.

Algunos de los postes que cayeron en esta oportunidad presentaban deficiencias que podrían haberse advertido. Con el hecho consumado, lo que corresponde ahora es un relevamiento exhaustivo de todos los peligros latentes que acechan en veredas y espacios públicos de la ciudad, particularmente en las zonas más densamente pobladas.

Los ciudadanos también deben asumir las responsabilidades que les caben en lo que respecta al cuidado de la infraestructura edilicia de los inmuebles que habitan, y de los árboles que están dentro de su propiedad.

La tormenta del martes no pasará inadvertida por su virulencia. Pero podría haber pasado a la historia si el azar no hubiese jugado a favor.

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