Lo que tendría que haber sido un operativo para desbaratar una reunión social prohibida por la normativa vigente y sancionar a los que incurrieron en la infracción terminó derivando, en realidad, por la escasísima formación de la policía local sobre distintos temas vinculados con los derechos ciudadanos, en un escándalo en los que los transgresores principales fueron los efectivos de la fuerza de seguridad.
Los organizadores de la reunión pertenecen al colectivo LGBT+ del departamento Valle Viejo. Alertados por vecinos, los policías llegaron al domicilio donde se realizaba la reunión clandestina el sábado en horas de la noche. Lo que el protocolo indica en estos casos es que los efectivos deben intervenir para terminar con la reunión, tomar nota de los infractores para la eventual sanción y obligar a los participantes a dispersarse. Pero, en el caso de mención, los uniformados los obligaron a ponerse contra la pared, los trataron de manera despectiva y se mofaron de ellos con alusiones a su sexualidad en una actitud de claro corte homofóbico. Todo quedó registrado en un video grabado por los propios policías y que luego fue viralizado no se sabe de qué manera.
Los organizadores de la reunión, que cometieron una falta y la reconocieron, denunciaron posteriormente que lo que se ve en el video es nada respecto de lo sucedido cuando el celular se apagó. No se sabrá qué es lo que efectivamente sucedió en el lapso que no quedó documentado, pero el estilo autoritario que caracteriza los operativos policiales, sobre todo si no hay cámaras que registren los hechos, no juega a favor de los policías, que fueron suspendidos de sus puestos preventivamente, mientras se sustancia un sumario.
La actuación policial es especialmente dura en barrios vulnerables y sospechosamente condescendientes con personas de sectores acomodados.
Las personas que pertenecen al colectivo LGBT+, como en este caso, suelen ser víctimas de apremios con mayor frecuencia y agresividad de parte de la policía. Con mayor razón si pertenecen a sectores humildes.
En lo que va de la cuarentena, se han labrado cientos de infracciones cometidas por ciudadanos sobre restricciones impuestas por los sucesivos decretos. En vastos sectores de la sociedad está instalada la sensación de que la actuación policial es especialmente dura en barrios vulnerables y sospechosamente condescendiente cuando los que transgreden las normas son personas de sectores acomodados. De hecho, cada vez que trascienden imágenes de operativos, los que salen "escrachados" son jóvenes humildes con las manos en la pared y rodeados de uniformados. No suelen observarse, aunque la violación al decreto que prohíbe las reuniones sociales es visible en todos los barrios y en viviendas pequeñas o de grandes dimensiones, fotos o videos de jóvenes o adultos de sectores medios o altos a los que la policía aborde como delincuentes, mucho menos burlándose de aspectos que forman parte de la vida privada de las personas.
Tal vez el recambio de autoridades en el Ministerio de Seguridad y en la cúpula policial sea propicio para emprender transformaciones de fondo en la fuerza, que incluya capacitaciones sobre los derechos y deberes que tienen los efectivos cuando cumplen las funciones que la sociedad les encomienda.n