martes 11 de noviembre de 2025

El Síndrome del Impostor: cuando el éxito no te deja dormir

Imaginate recibir un ascenso, ser felicitado por un gran trabajo o destacarte en tus estudios. Por fuera, pura alegría. Pero por dentro, esa voz te susurra: "No sos tan bueno", "Es suerte", "Van a descubrir que sos un fraude". Si te pasa, es el Síndrome del Impostor, una sensación que te roba el disfrute y te mantiene en constante ansiedad, incluso si el éxito es evidente. Puede llevarte incluso a auto-sabotearte.

¿Qué es y cómo lo reconocemos?

El Síndrome del Impostor es un patrón psicológico donde, a pesar de tus logros, no los internalizás. Creés que sos un fraude, que tu éxito es por suerte o que fuiste sobreestimado. Sentís que "fracasás al triunfar".

Síntomas frecuentes:

1. Dudar de tus logros: Atribuir el éxito a factores externos, no a tu esfuerzo.

2. Miedo a ser "descubierto": Preocupación constante porque vean tu "incompetencia".

3. Perfeccionismo extremo: Necesidad de ser impecable para evitar errores que te "delaten".

4. Minimizar tus capacidades: Restarle importancia a tus habilidades.

5. Autoexigencia desmedida: Ponerte metas inalcanzables y sentirte un fracaso.

6. Ansiedad y estrés: Vivir bajo presión constante.

¿Por qué nos sentimos impostores? Las raíces psicológicas de la duda

Las causas son una mezcla de factores personales y sociales:

• Experiencias tempranas: Entornos familiares muy exigentes, que sólo valoraban el logro o criticaban constantemente. Una excesiva exigencia paterna.

• Rasgos de personalidad: Perfeccionismo, autoexigencia, ansiedad, baja autoestima o tendencias obsesivo-compulsivas.

• Entornos de alta presión: Trabajos o estudios muy competitivos, donde el rendimiento se evalúa sin parar.

Factores sociales que nos predisponen:

Vivimos en una sociedad que glorifica el éxito rápido y visible. Nos bombardean con la idea de que hay que ser exitoso ¡ya!, sin valorar el proceso. Las redes sociales son un espejo distorsionado donde sólo se muestran triunfos, alimentando la comparación y la sensación de que los demás "la tienen clara". Esto es un veneno, porque refuerza la idea de que somos los únicos "improvisando".

La cultura de la "alta performance" y la presión por destacar nos empujan a una autoexigencia agotadora. Además, la falta de representación en ciertos campos (mujeres en tecnología, minorías étnicas o sexuales en puestos de poder) puede hacer que quienes pertenecen a estos grupos se sientan más "fuera de lugar" o "impostores" al no ver a otros como ellos en posiciones de éxito.

El caso de Anita: la brillantez opacada por la duda

Me consulta "Anita". Una joven de 24 años, recién egresada universitaria con honores, becas y ofertas de trabajo. Desde afuera, un ejemplo de éxito. Pero ella no podía disfrutarlo. Constantemente, una voz interna le decía: "Fue suerte", "Los profesores te sobrevaloraron", "Van a darse cuenta de que no sabés nada". Cada desafío era una amenaza.

Recordaba a su madre diciéndole "debes esforzarte para ser la mejor" y "el dinero se gana con sacrificio”, “nunca andes con perdedores". Se autoexigía tanto que, al lograr sus triunfos, sentía que no los merecía, que era una impostora en lugar de alguien mejor. Se comparaba con otros y siempre salía perdiendo en su mente.

¿Cómo nos protegemos? Aceptar nuestros logros y abrazar la imperfección

Si te identificás, la buena noticia es que se puede trabajar en ello. Aquí tenés algunos factores de protección:

1. Reconocé y validá tus logros: Llevá un registro de tus éxitos; son resultado de tu esfuerzo.

2. Hablá de ello: Compartir tus sentimientos con alguien de confianza puede aliviar la carga y mostrarte que muchos sienten lo mismo.

3. Reinterpretá el fracaso: Los errores son oportunidades para aprender, no pruebas de ineptitud.

4. Abrazá la imperfección: Nadie es perfecto. Ser "suficientemente bueno" es, de hecho, muy bueno.

5. Buscá ayuda profesional: Un psicólogo te dará herramientas para manejar la auto exigencia y construir una auto imagen más sana.

La importancia de los seres queridos es fundamental. Tu pareja, amigos y familiares te ven con otros ojos. Son ese espejo que te devuelve una imagen más real y compasiva. Te recuerdan tus fortalezas, celebran tus éxitos sin juzgar y te ofrecen un espacio seguro para ser vulnerable. Su apoyo incondicional es un poderoso antídoto contra la duda y la sensación de ser un fraude.

Recordemos que el verdadero valor no está en la perfección, sino en la capacidad de crecer, aprender y reconocer nuestra propia valía, incluso cuando la voz del impostor intenta silenciarnos.

Texto: Colaboración de Bruno Darío Jerez

Psicólogo y abogado

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