El Gobierno anunció que afrontará con fondos propios el pago de lo que era el Fondo de Incentivo Docente, eliminado por la motosierra de Javier Milei, pero bajo el concepto de “Incentivo a la Asistencia Docente”. Será un adicional mensual de $28.700 para los docentes que no registren inasistencias, para quienes tengan al menos 15 horas cátedra en Nivel Secundario o 12 en Nivel Superior. Quienes tengan menor carga horaria recibirán un monto proporcional y beneficio no se perderá solamente en los casos de la Licencia Anual Ordinaria y la Licencia por Maternidad o Nacimiento.
La novedad se inscribió en los cambios en el sistema educativo que se están barajando para adaptarlo a una realidad demográfica signada por la baja de la tasa de natalidad y la consecuente reducción de la matrícula de alumnos.
El fenómeno de la baja natalidad plantea desafíos y problemas de diverso tipo. En el caso de la educación, la organización civil “Argentinos por la Educación” marcó la oportunidad que representa para mejorar los niveles de calidad educativa, debido a que la tendencia va hacia una menor cantidad de alumnos por docente.
El razonamiento es que menos alumnos facilitarán el desempeño de unos docentes menos presionados, y se aplica también a otros aspectos del asunto relacionados con los insumos necesarios para el aprendizaje, las instalaciones edilicias, la tecnología y la conectividad.
Son factores sin dudas importantes a considerar, pero es llamativo que no se ponga tanto énfasis en analizar el impacto que sobre la calidad educativa tiene la formación de los docentes, impartida a su vez por otros docentes cuyas cualidades tampoco son objeto de análisis demasiado exhaustivos.
Por supuesto, ha de haber todo en un universo tan grande de personas, pero se trata de establecer la relación que existe entre la competencia de los docentes en general y los paupérrimos niveles de calidad educativa.
En la Capital, por ejemplo, el estado de las escuelas es óptimo y cuentan con la tecnología indispensable para un aprendizaje acorde con las exigencias contemporáneas. Sin embargo, los niveles de calidad en Lengua y Matemáticas no difieren demasiado de los del resto de la provincia. Las estadísticas son claras, más allá de ingredientes que destacan al sistema educativo capitalino.
Es un indicio de las fallas son más profundas y podrían tener que ver con los recursos humanos, dicho esto sin desmerecer a nadie: sería muy extraño que la decadencia educativa, que se arrastra desde hace décadas en la Argentina y en Catamarca, no haya afectado a los propios docentes, que se forman en el mismo sistema donde luego asumirán las responsabilidades de enseñar.
La resolución de este problema es mucho más ardua que construir escuelas, proporcionar insumos informáticos, garantizar conectividad o reducir la cantidad de alumnos por docentes.
La oportunidad que se abre con la reducción de la matrícula de alumnos no podrá aprovecharse si no se aborda la jerarquización de la carrera docente en términos que vayan más allá de lo salarial.
La profesión viene experimentando un proceso de proletarización sostenido que incluyó las remuneraciones.
Un relevamiento sobre 37 países realizado hace 6 años por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) mostró que la Argentina era uno de los países que más gastaba en educación, pero tenía los sueldos docentes más bajos del mundo. Esa degradación se explicaba porque en lugar de aumentar los salarios docentes, la política argentina había preferido aumentar los cargos en la escuela pública de modo exponencial.
Sobre esos desfasajes conviene trabajar para mejorar los indicadores educativos.