Este 10 de abril se cumplen 158 años de una derrota que no fue solo de Felipe Varela en Pozo de Vargas, sino del futuro de un país que pudo haber sido, pero que no fue; de una América Latina que podría haber llegado lejos si nuestras elites de entonces hubieran pensado con grandeza. Sin embargo, se optó por copiar modelos de desarrollo ideados por otros pueblos; por otras culturas nacidas a la luz de desarrollos históricos diferentes. El resultado está a la vista: un país falseado y anárquico sin una clara identidad de objetivos, enredado en las ideas lunáticas de líderes de ocasión.
Recordamos aquí la derrota de Varela porque en su fracaso personal y colectivo se sintetiza la agonía y muerte de la idea de construir una Argentina federal, al servicio de un proyecto afín, que hubiera asegurado un crecimiento mas equilibrado y justo del país. Hijo de esta tierra, campesino pudiente en un principio y luego arrinconado en la pobreza por las decisiones que en nombre del “progreso” se tomaron en el puerto, le tocó perder todo. Su derrota en Pozo de Vargas en 1867 y su muerte en 1870 no fue más que el último capítulo de una idea que defendía la construcción de un país fundado en autonomías provinciales con igual derecho y obligaciones para todos.
Hoy, su derrota es como un “sablazo” que la historia nos arroja en la cara para recordarnos que, a pesar de la sensación de impotencia y desesperanza que domina nuestro presente, no podemos ni debemos renunciar a construir un futuro mejor, si es que queremos sobrevivir como sociedad o país. Su actitud idealista, aun desde la derrota, sigue siendo inspiradora y debería seguir convocándonos, especialmente en estos tiempos de una globalización derrotada, del retorno de nacionalismos obsoletos y del fracaso del sistema económico mundial, demostrado por la guerra económica a bordo de tarifas sin sentido.
Darle un futuro a nuestro país es una tarea ciclópea, que requiere mucho más que lo que nos ofrece el mundillo político del presente. Esta misma situación la vivió Varela. En su tiempo, nuestro país no conformaba una sociedad homogénea y estable, sino una dividida en castas y clases sociales, afianzadas a lo largo de 400 años de historia colonial. El problema del interior con Buenos Aires no era simplemente un problema de distribución de ingresos del puerto, sino un conflicto asentado en una profunda división social e histórica.
Esa desigualdad se manifestaba en la composición del poder. Entre quienes lo ejercían y los otros que debían obedecer para no ser aniquilados. Entre los primeros los comerciantes ricos, doctores y abogados apoyados en las milicias y el clero que controlaban el puerto de Bs. As. Del otro lado el gauchaje en las provincias con economías pobres y dominadas por familias tradicionales subordinadas al poder central. ¿Cambió algo esta relación en los últimos 158 años desde Pozo de Vargas a la fecha? Obviamente no. Hoy la dependencia se garantiza con el manejo de los recursos nacionales desde el mismo lugar de entonces.
Y así seguimos. Y lo peor es que no se generan alternativas que puedan cambiar el destino del interior. En pocas palabras, carecemos de la fibra que tuvieron aquellos gauchos de tiempos de Varela, que se jugaron la vida por un proyecto de nación equilibrado, al servicio de todos. Lo demuestra el pobre manejo de los recursos mineros; la dependencia vital de los recursos federales para subsistir como provincia; la falta de interés en concretar obras esenciales de infraestructuras como la construcción de un corredor energético en 500 KV por el oeste del NOA , Ruta 40, desde Salta hasta San Juan, obra sin la cual no tiene sentido hacerse ilusiones con un desarrollo industrial de la minería en todo el NOA; lo mismo en construir una corredor vial y ferroviario entre Paso de los Libres en Corrientes con salida al Pacífico pasando por Catamarca o La Rioja, para enganchar a Brasil, la sexta potencia económica mundial, en un intercambio con China y Asia, lo cual lo financiaría y mantendría. Y un montón de proyectos más en salud, educación técnica, comunicaciones, etc., que se podrían hacer para cambiarle el destino a este nuestro norte atrasado y marginado históricamente.
Ojalá el recuerdo de Varela y su lucha nos ayude a dejar de creer en teorías económicas y políticas que hasta ahora no le sirvieron al país. Lo que se impone es desarrollar una economía al servicio de un programa de crecimiento prudente y posible, no de teorías con la finalidad de “mantener la rueda girando” de un sistema económico que no tiene respuesta ante el avance de la tecnología y la Inteligencia Artificial, que va a dejar sin trabajo a 30 % de la humanidad.