La Biblioteca Ramón S. Castillo (Santa Rosa, Valle Viejo)
Un lugar de resistencia cultural
En un artículo publicado en septiembre de 2024, en el diario español El Heraldo, la escritora Irene Vallejo subrayó la importancia de las bibliotecas, afirmando que: "[…] nos cuidan y por tanto tenemos que cuidarlas y sobre todo reivindicar que hay posibilidades de crecer con más bibliotecas en más localidades y sobre todo en los centros educativos […]".
Las bibliotecas populares en Argentina, con su rica historia que se remonta a una ley de 1870 impulsada por Domingo Faustino Sarmiento, representan un fenómeno social y cultural de notable persistencia, especialmente en el interior del país. Más allá de ser meros repositorios de libros, estas instituciones, gestadas por la iniciativa de vecinos y la sociedad civil autónoma, funcionan como nodos vitales para la construcción de ciudadanía, la democratización del acceso a la información y la preservación de identidades locales. Estos aspectos son resaltados por la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (CONABIP).
Desde la perspectiva de la Antropología, su relevancia radica en su capacidad para tejer y sostener lazos comunitarios, desafiando, en muchos casos, la centralidad cultural hegemónica. La proliferación de estas bibliotecas, particularmente significativa entre 1920 y 1945, evidencia la conformación de una sociedad civil activa y participativa. En las provincias, lejos de los grandes centros urbanos, estas organizaciones adquirieron matices y características específicas, adaptándose a las demandas y realidades de sus comunidades, tal como documenta la CONABIP.
Desde una mirada etnográfica, estas bibliotecas pueden ser entendidas como "escenarios de interacción" donde se negocian y reafirman identidades culturales. Los antropólogos Sergio Visacovsky, Rosana Guber y Estela Gurevich han abordado la "invención etnográfica de la Argentina", un marco que permite analizar cómo las comunidades locales, a través de sus prácticas culturales cotidianas, construyen un sentido de pertenencia y lugar.
En el interior, estas bibliotecas no sólo acercan el libro a la gente, sino que también se convierten en "lugares de encuentro" y desarrollo del pensamiento, adaptándose a los tiempos y las necesidades, incluso ofreciendo acceso a la tecnología e información ciudadana.
La historia también ilumina el papel de estas bibliotecas como espacios de resistencia.
A saber, durante varios períodos, estas instituciones, enfrentaron el abandono e incluso la persecución, demostrando su capacidad de subsistencia como bastiones de la cultura y la libertad de pensamiento, según registros de la CONABIP. El estudio de sus colecciones, como el realizado sobre las del sudoeste de la provincia de Buenos Aires a fines del siglo XIX y principios del XX, revela las tácticas desplegadas por las comisiones directivas para obtener material bibliográfico y consolidar una política cultural de afirmación del sentimiento nacional, en investigaciones llevadas a cabo por María del Carmen Ladrón de Guevara y el CONICET.
Por deformación profesional, los investigadores sociales tendemos a realizar constantemente un trabajo de campo, registrando (y teorizando) vivencias, capturando la esencia de los eventos de la vida cotidiana. El sábado 15 de noviembre se realizó un acto conmemorativo por el trigésimo aniversario de una institución local. La comunidad de Santa Rosa (Valle Viejo) se congregó alrededor del edificio de la Biblioteca Popular Ramón S. Castillo. En el acto, la gente del lugar, sentados, con sus historias y su presencia, encarnó la metáfora de la luz.
Surgió en mis pensamientos una imagen poderosa: a lo largo de las décadas, la biblioteca se había transformado en esa “luz” que antes representaba la fogata, el punto de encuentro vital que convocaba a todos, ofreciendo calor, seguridad y la posibilidad de compartir saberes y relatos. Ambas son centros neurálgicos de la comunidad; el fuego ofrecía luz, calor y protección física; la biblioteca, por su parte, ilumina mentes con el saber, brinda la calidez de un encuentro comunitario y resguarda la identidad cultural. En estos espacios, la gente local se congrega, no ya para resguardarse de depredadores, sino de la ignorancia y el aislamiento. Son faros de resiliencia cultural que, como el antiguo hogar, forjan lazos, transmiten historias y aseguran la supervivencia del espíritu colectivo en la inmensidad del territorio.
Un párrafo aparte debemos dedicar al profesor Antonio Ogas, presidente de la referenciada institución, quien (hace meses) realizó el arduo trabajo de gestionar la revalorización de la biblioteca Ramón S. Castillo.
Breve referencia histórica…
La Biblioteca popular Dr. Ramón S. Castillo tiene una rica historia que comienza en 1925, cuando se funda bajo la dirección de Rosa Alfaro Navarro. Aunque cerró en 1930, su legado se mantuvo y en 1945 se reactivó como Biblioteca Popular Cultura y Fomento. En 1995, un grupo de vecinos liderado por María Elsa Lencina impulsó su refundación como una asociación civil sin fines de lucro, inaugurándose oficialmente el 10 de noviembre de ese año. Inicialmente, funcionó en la Escuela Provincial N°202 y luego en el Club Sportivo Social Rojas. En 2005, gracias a la donación de un terreno por Norma Figueroa, se inauguró su sede actual. Hoy, cuenta con salas temáticas que rinden homenaje a figuras clave, como la sala de lectura "Ernesto Figueroa" y el rincón infantil "Maestra Jardinera Norita Figueroa", ofreciendo espacios para lectura, apoyo escolar y actividades culturales en Santa Rosa, Catamarca.
Una reflexión final
Damos cuenta de que las bibliotecas populares del interior de Argentina trascienden su función primaria para convertirse en objetos de estudio fascinantes para la historia y la antropología. Son espacios vivos donde la identidad local se nutre y reproduce, y donde se fomenta el "desarrollo comunitario y la construcción de ciudadanía", un punto clave para la CONABIP. Su estudio, a través de lentes etnográficos e históricos, permite valorar su contribución insustituible al patrimonio cultural y social del país, tal como lo testimonia la emotiva pervivencia de la "luz" de la biblioteca en Santa Rosa (Valle Viejo), Catamarca.
Leandro Sergio Tua es docente, investigador y doctorando en Ciencias Sociales. Miembro de número de Red Académica de Estudios de la Muerte, Cementerios y Ciencias Sociales (Argentina); miembro de número del Centro de Genealogía y Heráldica de Catamarca; miembro correspondiente del Centro de Estudios Históricos y Genealógicos de La Rioja.
Texto y Fotos: Colaboración de Leandro Sergio Tua.