lunes 4 de noviembre de 2024
El Mirador Político

Política fallida

La vigencia efectiva de la Constitución de 1853 requirió que: - Justo José de Urquiza, al mando del Ejército Grande, derrotara a Juan Manuel de Rosas en la batalla de Caseros el 3 de febrero de 1852...

La vigencia efectiva de la Constitución de 1853 requirió que:

- Justo José de Urquiza, al mando del Ejército Grande, derrotara a Juan Manuel de Rosas en la batalla de Caseros el 3 de febrero de 1852.

- La Confederación Argentina batiera a las tropas porteñas en la batalla de Cepeda el 23 de octubre de 1859, luego de lo cual la provincia de Buenos Aires, que se había escindido, fue incorporada al país.

- Bartolomé Mitre, gobernador de la provincia de Buenos Aires, derrotara a Urquiza en la batalla de Pavón.

- Fueran aplastadas las montoneras a lo largo de las presidencias de Mitre, Domingo Faustino Sarmiento y Nicolás Avellaneda.

- Fuera conjurada la insurrección bonaerense acaudillada por Carlos Tejedor y se consagrara presidente Julio Argentino Roca en 1880.

- Roca decapitara la provincia de Buenos Aires convirtiendo el puerto en Capital Federal argentina.

La Constitución liberal de 1853 tuvo como ideólogo a Juan Bautista Alberdi, formado en los círculos intelectuales de la Generación del ’37, pero fueron hombres políticos dotados de un gran sentido práctico los que la materializaron, a lo largo de un proceso que coronó la Generación del ‘80.

La participación del fraile catamarqueño Mamerto Esquiú en esa saga quedó consagrada en el célebre sermón que pronunció en la Catedral Basílica el 9 de julio de 1853, cuando les espetó a los jerarcas de la Iglesia reticentes a acatar los principios laicos del recién parido texto constitucional el “obedeced, señores”.

Conviene marcar estos hitos del agitado período durante el cual se afianzó el poder del Estado nacional para matizar la concepción mesiánica e intransigente que signó el primer mes de Javier Milei en la Presidencia, como si continuara en campaña electoral contra la casta.

Inconsistencia

El mandatario parece suponer que su asesor Federico Sturzenegger, autor intelectual del DNU 70 y la Ley Ómnibus, que ni siquiera tiene un cargo formal en el gabinete, es Alberdi redivivo. Los dislates e inconsistencias asentados en ambos instrumentos desacreditan tamaño disparate, pero en todo caso: ¿dónde están los Urquizas, Mitres, Sarmientos o Rocas capaces de llevar adelante el programa?

Emerge en el primer mes de la gestión libertaria una precariedad política más alarmante en cuanto se advierte que el megadecreto y la Ley Ómnibus, un mamotreto de 351 página y 664 artículos cuya sanción se le exige al Congreso en trámite expeditivo por razones de emergencia, otorgan prerrogativas plenipotenciarias al Poder Ejecutivo y suponen la lisa y llana anulación del Congreso.

La primera evidencia de improvisación apareció apenas se difundió el texto de la Ley, que incluye entre las empresas sujetas a privatización a YMAD.

La firma minera pertenece a la provincia de Catamarca y a la Universidad Nacional de Tucumán. El Estado nacional no tiene acciones en ella y, por consiguiente, no puede disponer su privatización. El yerro fue cometido por unos tipos que consideran sacrosanta la propiedad privada.

El paquete de la desregulación incluye entre las urgencias delicias como obligar a usar toga a los jueces, permisos obligatorios de las autoridades para reuniones de más de tres personas, privatizaciones de clubes de fútbol y eliminación de artículos de leyes que no existen. Renacentista, la gestión libertaria no dejó callo sin pisar, de modo que el efecto inmediato ha sido la multiplicación de detractores incluso entre quienes son proclives a colaborar con el Gobierno.

Milei envió su programa teórico al Congreso, donde la representación de su sector es minúscula, sin privarse de agraviar a los legisladores nacionales de cuya colaboración precisa. Dijo que quienes se opongan serán enemigos de “los argentinos de bien”, y coimeros quienes interpongan demoras.

Esta insistencia en las impugnaciones morales al voleo, típicas de todo fundamentalismo, no hace más que erosionar las posibilidades de acuerdos de por sí arduos debido a la magnitud de los cambios que se propone hacer y la gran cantidad de actividades que el programa afecta.

Tal vez la confianza en “las fuerzas del cielo” sea excesiva y convenga poner los pies sobre la tierra, pues un fracaso no arrastraría solo al exótico Presidente y sus cohortes, sino que espiralaría todavía más la crisis y el sufrimiento de la sociedad pauperizada.

Derrotas

La impericia política alumbró derrotas significativas del gobierno libertario a menos de un mes de su debut. Es todo un récord.

La CGT y la kirchnerista CTA, casta sindical, consiguieron que el fuero del Trabajo suspendiera la reforma laboral incluida en el DNU. En el fuero Contencioso Administrativo, el juez federal Enrique Lavié Pico habilitó la feria para analizar la constitucionalidad del instrumento y dispuso que cada presentación en su contra se analice por separado. Hay más de 40 recursos de amparo presentados por distintos sectores y se anticipa un alud.

En el Senado, los libertarios y sus aliados no pudieron emitir dictamen sobre la ley de Boleta Única que la vicepresidenta Victoria Villarruel pretendía tratar y sancionar el miércoles que viene.

El sector pesquero y los gobernadores de la Patagonia lograron que los libertarios se avengan a revisar los contenidos de la Ley Ómnibus referidos a la actividad. Fue una capitulación notoria si se la interpreta en contraste con las desafiantes proclamas del Presidente.

Comienzan a cundir las versiones de internas en el gabinete, falta poco para trazar la clásica divisoria entre halcones y palomas.

La perspectiva general muestra un Gobierno que empieza a recular en el debut, con severas dificultades para traducir los votos obtenidos en poder de fuego institucional.

Juega a su favor el desconcierto de las facciones políticas tradicionales, con sus liderazgos en crisis de reacomodamiento, y una fuerte fragmentación parlamentaria que imposibilita, por el momento, la conformación de un frente opositor sólido.

Nadie está en condiciones de rechazar el DNU y la Ley Ómnibus, pero más de uno espera que el tiempo y el derrumbe del poder adquisitivo a manos de la inflación hagan su trabajo.

Milei no encuentra comunes denominadores para tejer alianzas que le resultan indispensables. Asume un riesgo grande al no buscarlos: convertirse él mismo en el factor aglutinante de sus adversarios, como le ocurrió en su momento al kirchnerismo y al macrismo.

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