El gobierno de Donald Trump volvió a demostrar su propensión al negacionismo científico con un anuncio que no solo carece de sustento, sino que puede tener efectos profundamente dañinos en la sociedad. En esta ocasión, intentó vincular el consumo de paracetamol durante el embarazo con el desarrollo de autismo en los niños. La afirmación es grave, porque hasta el momento no existe ninguna evidencia científica que respalde semejante relación.
No sorprende, sin embargo, que un gobierno que ya se ha caracterizado por despreciar el conocimiento científico se atreva a lanzar mensajes de este tenor. El mismo negacionismo fue un factor central para que Estados Unidos se convirtiera en uno de los países más castigados por la pandemia de Covid-19: la demora en reconocer la magnitud del problema, la promoción de tratamientos sin eficacia probada y la desconfianza hacia la comunidad médica crearon un combo de consecuencias trágicas.
A la ligereza sobre las presuntas contraindicaciones del paracetamol se sumó otro anuncio oficial, igualmente falto de respaldo científico: que un medicamento llamado leucovorina -basado en el folato o ácido fólico- mejoraría la capacidad de comunicación de las personas dentro del espectro autista. Tampoco aquí hay pruebas serias que permitan validar esa idea. Por el contrario, científicos de todo el mundo han advertido que estas declaraciones son irresponsables y peligrosas, porque generan falsas expectativas en familias que buscan respuestas, y porque reducen la complejidad del autismo a explicaciones simplistas.
El retroceso que supone el negacionismo científico es evidente. Significa renunciar a siglos de avances que han permitido mejorar la calidad de vida de la humanidad. El retroceso que supone el negacionismo científico es evidente. Significa renunciar a siglos de avances que han permitido mejorar la calidad de vida de la humanidad.
La ciencia ha avanzado de manera clara en comprender que el autismo es un trastorno del neurodesarrollo complejo y multifactorial. En su origen intervienen distintos factores, genéticos y ambientales, cuya interacción aún se estudia. Pretender encontrar una causa única o una cura milagrosa no solo es falso, sino dañino.
La historia del negacionismo científico es larga y abarca diversas áreas: desde la creencia de que la Tierra es plana hasta los movimientos antivacunas, o la negación del cambio climático antropogénico, una postura que, alarmantemente, encuentra ecos en líderes como el presidente argentino Javier Milei.
El retroceso que supone el negacionismo científico es evidente. Significa renunciar a siglos de avances que han permitido mejorar la calidad de vida de la humanidad. Y, lo que es más grave, sus efectos no se limitan al terreno de las ideas, sino que se traducen en perjuicios concretos, muchas veces irreversibles, sobre la salud de las personas y sobre el planeta que habitamos.
En una era marcada por la abundancia de información, resulta crucial que los gobiernos actúen con la máxima responsabilidad, basando sus comunicados en datos verificables y evidencia sólida. Por eso, la categórica vinculación del consumo de paracetamol durante el embarazo con el autismo, representa una grave irresponsabilidad que merece una crítica contundente.