En los últimos años se ha instalado como una peligrosa rutina disfrazada de bienestar el consumo acrítico de suplementos dietéticos, vitaminas, preparados “naturales” y brebajes milagrosos que prometen lo que ningún médico serio se anima a garantizar. El auge de este mercado, que crece a un ritmo vertiginoso, está impulsado por influencers que recomiendan productos sin contar con formación sanitaria y, en muchos casos, sin siquiera tener noción de los riesgos que implican su consumo. La cultura de la recomendación amateur ha colonizado las redes sociales, donde cada video de 30 segundos parece tener más peso que un título universitario y más autoridad que décadas de investigación científica.
No es un fenómeno inocuo. Hace unos meses, Santiago Maratea fue denunciado por presunto intrusismo profesional y la promoción indebida de un té al que atribuía propiedades adelgazantes sin ningún respaldo científico. El episodio fue apenas un síntoma de una problemática más profunda, como es la naturalización de la idea de que “si es natural, no hace daño”. Un mito peligroso que ya está dejando consecuencias dramáticas.
El tema ganó relevancia nacional tras el caso reciente de una mujer de Buenos Aires que, durante un largo período, consumió suplementos dietéticos y herbales adquiridos en un local naturista por recomendación de un influencer. Creyó que estaba cuidando su salud, pero terminó desarrollando una hepatotoxicidad inducida que derivó en una falla hepática aguda. Debió ser trasladada de urgencia para un trasplante de hígado.
La naturalización de la idea de que “si es natural, no hace daño”. Un mito peligroso que ya está dejando consecuencias dramáticas. La naturalización de la idea de que “si es natural, no hace daño”. Un mito peligroso que ya está dejando consecuencias dramáticas.
No se trata de episodios aislados. Una investigación publicada en 2022 en la revista Liver Transplantation señaló que, en Estados Unidos, los casos de fallo hepático vinculados al consumo de suplementos se multiplicaron por ocho entre 1995 y 2020. Otro informe estima que el 20% de todos los cuadros de toxicidad hepática en ese país están relacionados con suplementos herbales y dietéticos.
Peor aún son los casos de pacientes oncológicos que abandonan los tratamientos médicos para reemplazarlos por megadosis de vitaminas u otros preparados sin eficacia comprobada. Una decisión que, además de poner en riesgo sus vidas, expone la vulnerabilidad emocional que facilita la aceptación acrítica de discursos pseudocientíficos.
Los médicos advierten que uno de los peligros más serios es la administración endovenosa de fórmulas cuyo origen o composición real se desconoce. Pero también preocupa otro fenómeno creciente: personas que comienzan a sustituir alimentos por suplementos.
De modo que es imprescindible reforzar los controles sobre los productos que se ofrecen en góndolas, farmacias y tiendas naturistas. No alcanza con confiar en la buena fe del vendedor ni en la intuición del consumidor. También debe revisarse con rigor la publicidad que difunde supuestas bondades de estos productos, especialmente cuando provienen de personas sin formación médica o incluso de algunos profesionales que actúan movidos por intereses comerciales y promocionan elaborados de determinados laboratorios. Ningún afán de lucro, ninguna estrategia de marketing y ninguna moda digital puede estar por encima de la salud pública.