Estefanía Herrera.
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Estefanía Herrera.
Una mujer de lumbre les crece/desde adentro./Es la antigua nodriza/la de senos de greda lastimada/ y un aroma de pan/en la palabra . Así cierra el primer poema de Nodrizas de la luz de María Elena Barrionuevo, otorgándonos ya algunas claves para su lectura.
El poemario, editado por primera vez en 1999 por la Editorial Universitaria de la UNCa, reúne poemas que datan de 1987 a 1991. 24 años después, El Guadal Editora reedita y presenta este libro tanto en Catamarca como en Buenos Aires, en el marco de la 47° Feria Internacional del Libro.
A partir de la década del 60, en la literatura de nuestra provincia comienzan a producirse escrituras que plantean, con respecto al discurso literario hegemónico anterior, variaciones en la configuración de las subjetividades femeninas. De hecho, la aparición de La Hembra Humana de Luis Franco – escritor a quien la poeta lee y de quien selecciona algunas palabras para el epígrafe inicial de este libro- marca un punto importante. Sin embargo, es a partir de la escritura de las propias mujeres, como Francisca Granero de García, M. Emilia Azar de Suárez Hurtado, Dolores Dellatorre, Hilda Angélica García, Rosario Andrada, Celia Sarquís, entre otras, que empieza a construirse discursivamente un nuevo paradigma representacional, donde principalmente las mujeres dejan de ser cuerpo-objeto sobre el que se inscriben los discursos para pasar a tener voz propia.
En los poemas de Nodrizas de la Luz, la voz lírica entreteje una antorcha de palabras que enaltece con tono poético la figura de mujeres singulares y plurales. En este sentido, este libro-mito, como lo bautiza Víctor Aybar, editor del poemario, constituye uno de los grandes antecedentes dentro de la poesía catamarqueña en lo que respecta a la configuración de una genealogía de figuras femeninas. Pero, además, tiene un plus: reivindica especialmente a aquellas mujeres que doble e históricamente han sido silenciadas. No es sólo la mujer blanca, poeta, maestra y letrada la que alza la voz. En ella, están las voces de todas las acalladas, las de tierra adentro, las de greda, las de “milenaria paciencia”, las que gritan “los silencios cobardes”, las que engendraron niños y niñas que “mamaron el fuego sagrado de los libres”.
La voz poética de María Elena se convierte así en una nodriza que siembra un canto rebelde, un viento que no aquieta alas sino que, muy por el contrario, las remienda para que alcen vuelo. Esta nodriza amamanta con su poesía y así, prolonga su antorcha. Esta antorcha que es la palabra: palabra-memoria, palabra-coraje, palabra-hoguera, palabra-fuego, palabra-luz que enardece e ilumina.