Tres gobernadores. Oscar Castillo, Lucía Corpacci y Raúl Jalil, en la inauguración de CATA.
El acto de inauguración del Centro de Arte y Tecnología Aplicada en la histórica Casa de Gobierno dejó una imagen impensada para Catamarca hasta no hace mucho tiempo, más significativa en contraste con la prolongada etapa de encarnizados desencuentros que atraviesa el país. Además de la senadora nacional y ex gobernadora Lucía Corpacci, participó de la ceremonia encabezada por el gobernador Raúl Jalil el ex gobernador Oscar Castillo.
Es una buena foto para robustecer el sentido de concordia que el Gobierno le asigna al flamante CATA, complejo cultural que apunta a sintetizar la identidad catamarqueña: la Provincia es una y está por encima de divergencias que, por profundas que sean, más tarde o más temprano la dinámica histórica se encarga de diluir.
La imagen de los tres líderes políticos que ocuparon el Sillón de Avellaneda y Tula que quedan con vida bien puede interpretarse como un símbolo de superación de los rabiosos enconos que signaron la política provincial en la década del ’90 y prefiguraron en gran medida fracturas nacionales que se arrastran desde hace tres lustros.
Contribuye a esta lectura la participación en el acto del intendente capitalino Gustavo Saadi, portador del apellido en torno al cual giraron aquellas rabiosas reyertas, en las que Castillo, líder del Frente Cívico y Social, desempeñó un rol protagónico.
La Casa de Gobierno, sin embargo, fue testigo y escenario del acontecer provinciano durante más de 160 años. En perspectiva, los viscerales ‘90 son apenas uno más de los numerosos períodos de enfrentamientos al parecer inconciliables entre catamarqueños, tal vez más vívido por lo reciente y por la repercusión que tuvo en el orden nacional.
Viejo campo de intensas batallas políticas y sociales, la Casa de Gobierno y sus inmediaciones son ahora espacio de encuentro. Viejo campo de intensas batallas políticas y sociales, la Casa de Gobierno y sus inmediaciones son ahora espacio de encuentro.
Desde este punto de vista, la foto de Jalil, Corpacci y Castillo también ilustra sobre la esterilidad de aferrarse a antagonismos perimidos. Es importante señalarlo, porque la tentación de desenterrar viejas peleas con la pretensión de investir al presente de épica suele rondar en algunas cabezas más de lo conveniente. Tensiones siempre habrá, de ellas se nutre la historia, pero los vectores que las inducen cambian al ritmo de las demandas sociales y la política tiene que adaptarse para no quedar desconectada, embarbascada en disputas absurdas. CATA incorpora esta proyección.
Viejo campo de batallas en las que no faltaron tiros y muertos, la Casa de Gobierno y sus inmediaciones se resignifican como espacio de encuentro y fortalecimiento de la identidad provinciana. CATA encastra con los trabajos de revalorización del casco céntrico y el patrimonio arquitectónico que Jalil inició cuando era intendente de la Capital. A lo largo de 15 años fueron restaurándose y recuperándose la Plaza 25 de Mayo, la casa del ex gobernador Octaviano Navarro, la Catedral, La Alameda, el viejo edificio del Registro Civil para el Museo Caravati, el Obispado Viejo donde funciona el Museo de la Virgen. Las obras de recuperación del Seminario están próximas a concluirse, en el microcentro solo queda pendiente el convento de San Francisco.
En ese impulso se inscriben el Parque de El Jumeal, la Gruta de la Virgen del Valle y la puesta en valor de la Costanera Sur ya en la gestión como intendente de Saadi, en el marco general de intensos trabajos en los espacios verdes y minicomplejos deportivos. La ciudad y la provincia son otras, los desafíos y los disparadores para los debates y las discordias también. Tres gobernadores vinculados genética o políticamente con uno de los períodos más controversiales de la historia de la Provincia compartiendo escena sin inconvenientes ni reproches. Grietas muy profundas se han cerrado. Es un auspicioso debut para CATA.