El compromiso ciudadano, clave para el bienestar común
Si bien es cierto que el Estado es el garante último del bienestar colectivo, el responsable de las políticas públicas, la infraestructura y los servicios esenciales, también es cierto que ese entramado solo puede sostenerse si la ciudadanía acompaña con responsabilidad, conciencia y colaboración.
Catamarca ofrece ejemplos claros de esta necesaria corresponsabilidad entre el Estado y la sociedad. Uno de ellos es en lo que respecta el abastecimiento de agua potable. Nuestra provincia, con un clima predominantemente árido o semiárido en gran parte de su territorio, enfrenta una realidad incuestionable: el agua es un recurso escaso y valioso.
Por más que la empresa Aguas de Catamarca -de participación estatal mayoritaria- y el Ministerio de Agua, Energía y Medio Ambiente desarrollen obras para ampliar el suministro, mejorar las redes o mantener la infraestructura existente en distintos puntos de la provincia, nada de eso será suficiente si la ciudadanía no colabora en un uso racional del recurso.
El agua que se malgasta en una casa puede ser la que falta en otra. La conciencia de ese vínculo -invisible pero real- es el primer paso para un consumo responsable. El agua que se malgasta en una casa puede ser la que falta en otra. La conciencia de ese vínculo -invisible pero real- es el primer paso para un consumo responsable.
El derroche, en este contexto, no es un problema menor sino una manifiesta falta de solidaridad que tiene consecuencias inmediatas. Cada canilla abierta sin necesidad o cada sistema de riego mal regulado afecta directamente a otros vecinos, que muchas veces deben soportar la baja presión que no es suficiente para llenar cisternas o tanques de reservas domiciliarios, o incluso la falta total del servicio. El agua que se malgasta en una casa puede ser la que falta en otra. La conciencia de ese vínculo -invisible pero real- es el primer paso para un consumo responsable.
Lo mismo ocurre con otra situación recurrente en esta época del año, como son los incendios forestales. En estos meses de primavera, la combinación de altas temperaturas, sequedad extrema y vientos intensos crea condiciones propicias para la propagación del fuego.
El combate de los incendios es, sin duda, responsabilidad de los organismos públicos. Pero la prevención, es decir, el evitar que esos focos se generen y se extiendan depende en gran medida de cada persona. La quema de pastizales, las fogatas mal apagadas o el descuido en el uso de materiales inflamables son causas frecuentes de tragedias que podrían evitarse con simples acciones de precaución.
En ambos casos -el cuidado del agua y la prevención de incendios- se refleja una misma enseñanza: el bienestar común no se construye solo desde arriba. Requiere un esfuerzo compartido. El Estado debe planificar, invertir y garantizar, pero la ciudadanía debe asumir su parte, con responsabilidad y empatía. El verdadero desarrollo no es aquel que se mide solo en obras, sino el que se sostiene en una comunidad que entiende que cada acción individual, por pequeña que parezca, tiene un impacto inevitable en el bienestar de todos.