A medida que el tiempo transcurre, los hechos del presente se convierten en pasado y la magnitud de esos hechos así como sus externalidades o consecuencias van perdiendo peso en el cúmulo de recuerdos que una comunidad asimila como pasado histórico. Esta no es una cuestión menor, por el contrario, ya que esa memoria social es la que en definitiva posibilita en gran medida, la auto visibilización de los pueblos, su autovaloración, y su amor propio; o por el contrario su invisibilización y su descrédito. Este proceso se desarrolla de generación en generación como parte de nuestra conformación como individuos relacionados temporalmente a ciertos acontecimientos que, sea cual fuere la calificación que podamos hacer de ellos, nos van caracterizando como pertenecientes a un pueblo, una etnia, o una sociedad. He aquí, la gran importancia que reviste la memoria como camino hacia la verdad, la verdad de la historia por supuesto.
La verdad de la historia, que se construye desde la memoria colectiva puede ser muy diversa, cada estrato, cada colectivo social tiene la propia. Salvo cuando se sustenta en los hechos, los hechos probados, puestos al descubierto, pues aquí la verdad se va configurando objetivamente y la valoración que hagamos de ella evidencia valores subjetivos que nos colocan de un lado o del otro de los actores de esa historia.
Así, por ejemplo, (ejemplar ejemplo el nuestro), cuando el pueblo argentino puso fin a la dictadura del 76 dando inicio a un proceso democrático, fue necesario e indispensable derrumbar verdades falazmente instituidas o sea derrumbar mentiras. Pero no solo fue necesario derrumbar mentiras sino exponer los hechos y llevar a cabo una labor social de comprensión e interpretación de esa realidad; porque no solo nos mintieron sino que además nos educaron para defender esa falsedad histórica.
Desde el año 2002 por Ley de la Nación N° 25.633, se Instituyó “el 24 de marzo como Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia en conmemoración de quienes resultaron víctimas del proceso iniciado en esa fecha del año 1976; así reza en su artículo 1°.
A partir de allí todos los años nuestro pueblo lleva adelante distintas actividades de: ejercicio de la memoria activa, marchas, manifestaciones, discusiones, conferencias y demás acciones que impidan el olvido de lo ocurrido en esos siete años de dolor, persecución, saqueo y muerte. Porque sabemos, como ya dijimos, que es necesario evitar que el transcurso del tiempo minimice tan terrible atrocidad en nuestra memoria social, necesario porque si olvidamos volvemos a cometer el error y el horror.
Ahora bien ya sabemos, o deberíamos saberlo, cuáles fueron las causas, los causantes y el objetivo del golpe al estado del 24 de marzo de 1976; por lo tanto deberíamos saber los “por qué “, “quienes” y “para qué” de ese gobierno de facto. De esta manera podemos afirmar que es más difícil cometer los mismos errores, simplemente porque sabemos que en igualdad de condiciones las mismas causas producen los mismos efectos. Pero pareciera que no alcanzó el ejercicio de la memoria , dado que volvimos a creer en un mismo discurso, un relato igualmente falaz, el ocultamiento de la verdad y la imposición de lo que se llamó la “posverdad”… por suerte no duró siete años sino cuatro.
La razón de esta reflexión subyace en la certeza de que nuestro ejercicio de la memoria en busca de la verdad y la justicia, conlleva una acotación temporal que nubla, aunque parcialmente, la identificación de las verdaderas causas, acciones y actores de los genocidios más espantosos de nuestra historia; me refiero a nuestra historia como nación, como país y como estado.
Esa acotación temporal del 24 de marzo del 76 no motivael ejercicio de la memoria hacia etapas anteriores , en las cuales podemos identificar el eslabonamiento histórico de los procesos desatados en contra de los sectores mayoritarios y en favor de las minorías privilegiadas (llámense: elites sociales, geográficas o económicas). Si ampliamos esa memoria tomamos conciencia de que son los mismos que hacen lo mismo contra los mismos.
Ayer los escuchamos decir: terroristas, subversivos, imberbes, extremistas, apátridas o guerrilleros, que estaban en contra de la Nación y los valores occidentales y cristianos. Antes dijeron: la barbarie, los salvajes, las bestias que estaban en contra de la civilización y del desarrollo. Los mismos calificativos, los mismos discursos y los mismos predicadores (ayer: José Alfredo Martínez de Hoz, antes:José Martínez de Hoz (su bisabuelo)). Ayer los vimos apuntar sus armas contra los trabajadores, antes contra los pueblos originarios, militares empuñando el fusil y La Sociedad Rural financiando, siempre… desde la oscuridad .
En el ejercicio de la memoria acotada identificamos los Centros Clandestinos de Detención, Tortura y Desaparición de Personas que pusieron en funcionamiento las Fuerzas Armadas, tales como la ESMA, La Perla, la Ribera, Campo de Mayo, y otros; donde se secuestraron personas que por el solo hecho de pensar luego fueron torturadas, vejadas , ultrajadas y asesinadas. También pudimos recordar y testimoniar los terribles allanamientos a casas de familia, escuelas, universidades, fábricas, sindicatos y todo otro espacio donde se pueda llegar a comprender la realidad de lo que acontecía en el país y construir algún tipo de crítica o resistencia.
Pero seguramente debemos ir más atrás en el tiempo y conocer también a Túpac Amaru, ese colla cacique que sembró la semilla de libertad frente al dominio español allá por 1780, siendo por ello torturado y decapitado por quienes no pudieron descuartizarlo con el tiro de cuatro caballos, dada su incomparable fortaleza, esto después de ser obligado a presenciar el asesinato de sus hijos, esposa, amigos y demás familiares.
En este ejercicio de memoria ampliada, podemos reconocer a nuestro prestigioso Museo de Ciencia Sociales de La Plata como uno de los primeros Centros de Detención, Tortura y Exterminio de nuestro país (nótese que omití Clandestino). Si, lamentablemente, la ciencia al servicio del genocidio. En ese prestigioso Museo de nuestro país fueron encerrados el Lonko Tehuelche Modesto Inacayal junto a su familia y a otros líderes guerreros. Allí fueron obligados a realizar las tareas más denigrantes, sufriendo la humillación permanente, expuestos como animales en un zoológico concurrido por los civilizados integrantes de la incipiente nueva Argentina, quienes en sus momentos de esparcimiento se distraían observando el comportamiento de los salvajes. Allí fueron sometidos a recurrentes estudios y análisis para determinar cómo reaccionaban estos paganos ante ciertas enfermedades, como conejillos de indias. Mutilados para ser estudiados como ratas de laboratorio, mujeres embarazadas a las que les arrancaban sus fetos para convertirlos en un aporte a la investigación científica y luego exponerlos al mundo en las tétricas vitrinas. En ellas se exhibían esqueletos de seres humanos que eran descarnados apenas muertos como es el caso de la compañera de Inacayal, a quien éste tuvo que observar días y meses mientras recorría los pasillos el museo que era obligado a limpiar.
También podemos recordar las incontables fosas comunes de niños, mujeres y ancianos de las distintas etnias que habitaban la Patagonia, miles de ranqueles, pampas, aonikenks, mapuches, huiliches, onas, yacen en esas fosas que dejó la Campaña del Desierto, que no era tal… pues si lo hubiese sido tal vez no hubiera costado tantas vidas.
Las causas de las atrocidades de ayer y de antes, casi podríamos decir que son las mismas; los personajes reaparecen con los mismos apellidos y los mismos intereses; las víctimas, también son las mismas siempre los que resisten son las víctimas directas e inmediatas y las mayorías cuando son sometidas…las victimas finales. Siempre un proyecto de país que deja fuera de la distribución a gran parte de la población, respaldado por los militares de ayer y de antes, financiados por la oligarquía que a modo de inversión alimenta los bolsillos de los mercenarios que luego ponen el botín de guerra a sus pies. Ayer fueron por los ingresos de los trabajadores, antes por las tierras de las comunidades aborígenes, el saqueo y el despojo,de una u otra forma,siempre presente como objetivo final.
Por ello creo que debemos instaurar un nuevo día de la Memoria por la Verdad y la Justicia para conmemorar a todos aquellos que fueron víctimas del accionar de los gobiernos anteriores al 24 de marzo de 1976, y a los cuales todavía el estado argentino no ha pedido disculpas ni ha indemnizado, ni restituido sus derechos constitucionales y/o supraconstitucionales. De esa manera comprenderemos que no son solo 30 mil desparecidos, sino muchos más y que por ellos también debemos plantear la lucha y dar nuestro apoyo, además de abrir la puertas de la integración nacional sin dejar que el transcurso del tiempo borre la verdad de nuestra historia.