sábado 25 de enero de 2025
Escrito en libertad

Los derechos humanos hoy se defienden así

Por Redacción El Ancasti

En el marco del Mes de la Memoria, por la celebración del día de la Memoria, la Verdad y la Justicia el 24 de marzo, la Residencia Universitaria Provincial “Abuelas de Plaza de Mayo”, que depende del Ministerio de Educación de Catamarca, convocó a un concurso de textos y escritos entre los jóvenes estudiantes residentes.

El certamen se denominó “Escrito en libertad: hoy los derechos humanos se defienden así”, invitando a los universitarios a redactar cuentos, relatos breves, testimonios, poesías que toquen temas vinculados a la actualidad de los derechos humanos.

Así, los jóvenes se lanzaron a escribir sobre las diversas formas, características y matices que tienen hoy las luchas por la defensa de los derechos humanos, en Catamarca, en la Argentina y en el mundo.

La respuesta de los residentes fue brillante: se recibieron escritos de jóvenes de casi todos los departamentos de la provincia, que desde sus perspectivas particulares trataron de abordar la temática. Un jurado, integrado por Alexis Oliva (docente de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Nacional de Córdoba y periodista autor de libros vinculados a la temática), la periodista Alejandra Saravia Díaz (jefa de la sección Política de Diario El Ancasti) y Ariel Arrieta, director de la Residencia, fueron los responsables de elegir los mejores.

El pasado lunes 22 de marzo se realizó la ceremonia de premiación, que contó con la presencia de la ministra de Educación, Andrea Centurión, miembros del gabinete ministerial, diputados, senadores, funcionarios del Gobierno Municipal, Provincial y Nacional, y de un nutrido grupo de residentes.

Los textos seleccionados dejaron en evidencia que la determinación por la defensa de los derechos obtenidos por las luchas, la entrega de la vida (en el sentido más literal) y el sacrificio de muchos, permanece entre los jóvenes. Y que siempre habrá quienes estén dispuestos a mantener viva esa memoria.

¡Ohcered Onamuh! , ¿dónde estás?

Ohcered Onamuh era el vínculo más cercano que tenía, mi confidente y acompañante incondicional.

Él sabía sobre mis experiencias, sueños y batallas. Casi nunca recurría por su ayuda, más bien, lo buscaba para desahogarme o quejarme de su ausencia en los momentos que no se hacía presente (o al menos eso creí).

Pero allí estaba, siempre dejando una incógnita; revelándome de a poco que una relación sana se trata de ambas partes, pero TODO EL TIEMPO.

¡Claro! Me costó entenderlo…

Durante toda mi infancia la frase que escuchaba de mis maestros aludía a las expresiones que realizaba Ohcered Onamuh, en ese momento no las entendía pero sí las repetía. Él, era ejemplo en todo momento, el fiel reflejo de cómo vivir en paz.

Debo decir que, hasta mis doce años, creí ciegamente en mi amigo; luego comencé a dudar tanto de su veracidad que cuestionaba el porqué de todo… Y sí, “todo el tiempo” era su culpa. Ohcered Onamuh no estuvo cuando lo necesitaba. Fue allí cuando comenzó a desenvolverse nuestra historia…

Una tarde de primavera, me dirigía a la casa de unos vecinos a los que apreciaba de una manera extraña. En ese momento no comprendía muy bien las cosas; pero no es lo importante ahora…

Cuando llegué a destino, la señora de la casa me pidió que acompañara a su marido a la lavandería. Con mucho temor y cobardía dije que sí, sabía lo que ocurriría porque no era la primera vez.

Al regresar a casa mi cabeza daba mil vueltas y repetía: “no digas nada, es asqueroso y vergonzoso” (…)

Lo irónico era que todos, absolutamente todos, incluso aquel hombre que me había cargado al móvil para ir a “lavar la ropa” que su esposa le había encargado, repetían la frase de Ohcered Onamuh: Mi derecho termina donde comienza el de los demás.

Pero… ¿qué sucedió entonces?, ¿fue mi culpa?, ¿cuál es mi derecho y dónde termina?, ¿realmente es mío?, ¿por qué ese sujeto quiere que calle este espantoso hecho? Fueron, en su momento, preguntas tan complejas que solo Ohcered Onamuh supo contestar.

Como les conté al inicio, él era mi único amigo. Alguien que, a pesar de las adversidades, iba a estar presente, aun cuando no lo quería ver… Me prometió, en incontables oportunidades, que estaría para mí, sobre todo en las malas. ¿Y qué sucedió? No estuvo, no apareció en aquella situación tan intensa y desagradable; jamás cazó las indirectas que solía hacer, ni siquiera percibió mi infelicidad.

Como era de esperarse, nos distanciamos, porque mi resentimiento por su ausencia era demasiado fuerte.

Pasaron los días, semanas y unos cuantos meses cuando al fin cambié mi perspectiva sobre el tema.

Una noche de verano, asistí emocionada a una cena familiar. Hacía bastante que no compartía con ellos. Durante la reunión, comencé a sentir el abrazo más cálido del universo con solo ver una mesita pequeña con sillas alrededor, estaban tan apretujadas que daba la sensación de un cuarto desordenado, pero no lo estaba, era la emoción más placentera que había experimentado en mucho tiempo.

La velada estuvo repleta de risas, canticos, cuentos y anécdotas. Entre ellas, un relato muy sentido de mis tíos abuelos que comenzó con un vaivén de preguntas.

- ¿Te acordás, vieja, del Eduardo?, dijo mi tío.

- ¿El joven buenmozo que vivía en nuestro barrio?, respondió mi tía.

- Con que era buenmozo, mirá vos…

- Jaja, ¿Eduardo Olivera?

- Sí viejita, el Eduardo, hijo de la María.

-Cómo no recordarlo, pobre muchacho…

Eduardo era un joven con presente incierto y un pasado “desarmado”. Luchó por sus derechos en la época de la Dictadura Militar. Su voz fue tiranizada y su identidad arrebatada; nadie supo más de él.

Hubo algo de su historia que resonaba en mi corazón. No sé si Eduardo sintió lo que estoy experimentando ahora, pero vi mi reflejo en su sentir… Fueron realidades distintas con una sensación común: impotencia y opresión, diferentes individuos nos quitaron la expresión, las palabras y nuestras voces.

Luego de la reunión familiar, corrí a ver a Ohcered Onamuh. Necesitaba con urgencia charlar con él.

Cuando llegué a su hogar, observé que estaba muy ocupado resolviendo problemas de otras personas. Era un ser bastante solicitado.

Estuve en “la sala de espera” aproximadamente cuarenta y cinco minutos. ¡Al fin era mi turno de ingresar!

Muy insegura, atravesé la puerta y… allí estaba él. ¡Lo abracé como nunca! Le confesé todo, abrí mi corazón y derramé todas las lágrimas necesarias para poder hablar de corrido. Traté de revelar cada detalle, pero olvidé varias cositas. En ese momento era tal la emoción que creí haberme descargado por completo cuando no fue así…

Ohcered Onamuh estuvo en silencio todo el rato. Cuando por fin culminé mi relato, se levantó y dijo:

- Solo quiero lo mejor para vos y para el mundo. Cuando me busques me encontrarás, prometo ayudar. Al descifrar lo que esconde mi nombre me conocerás, solo debes leer más allá…

Sin comprender, regresé a casa, mucho más tranquila, pero desorientada. Aquella noche no pude conciliar el sueño.

Tomé una libreta vieja y comencé a realizar una especie de juego de letras; inicié la búsqueda para descubrir el porqué de sus últimas palabras y… no lo podía creer. ¡Claro! ¡Su nombre estaba escrito de atrás hacia adelante! “derec (…) human(…)”.

Lógicamente quedé abrumada... En aquel momento comprendí sus palabras. Siempre quiso transmitir que, yo misma, era el hecho, derecho y revés, que tenía el poder más noble que puede tener el ser humano: la expresión, voz, fuerza y sensibilidad. Hallé el porqué Ohcered Onamuh estaba en todos y con todos; él era la naturaleza de cada individuo, era amor propio y la imagen ferviente de los derechos.

A partir de allí, tomé la decisión de hablar, pronunciarme, involucrarme, luchar y seguir luchando; porque Ohcered Onamuh está y no solo en “mi andar”; su nacimiento está plasmado en el libro más antiguo que conocemos, el pilar de muchas religiones. Su presencia intenta llegar a todos los rincones del mundo porque es imprescindible su existencia y permanencia.

Para ciertas personas solo es una figura más; para mí lo es todo.

“Ohcered Onamuh” fue, es y será mi confidente y mejor amigo, recurriré a él las veces que crea necesarias. Prometo no callarme más. Quiero justicia y memoria, porque nos corresponde y lo merecemos. CUALQUIERA FUESE EL ÁMBITO: NO MÁS OPRESIÓN, CORRUPCIÓN NI SILENCIO, NO OTRA VEZ(…)

Primer premio

Por María Paula Barrere

Santa María - Estudiante de Ciencias Económicas

 

No olvidar, no callar, pero siempre luchar

Creo necesario explicar el porqué de lo que tenemos y su razón de ser, para poder entender lo que conseguimos y lo que podemos lograr día tras día. Sabrán ustedes que durante la historia de la humanidad, siempre ha habido fuertes y débiles, vencedores y vencidos, que del estado natural al estado social ha sido un proceso paulatino, donde el concepto de justicia y equidad han venido de la mano de los primeros derechos fundamentales para poder vivir en sociedad y luego para el desarrollo de la vida personal.

Esa evolución ha significado dejar algo atrás para poder continuar en miras de algo mejor, nuevo, esperanzador.

A lo largo de todos los tiempos, pareciere que se repite la historia una y otra vez, quizás con distintos matices pero con los mismos resultados. Opresores y oprimidos, siervos y señores, fuertes y débiles. Esa dialéctica hegeliana que nunca logra obtener una idea superadora.

Creí necesario hacer esa introducción porque el surgimiento del derecho, la justicia, paz y orden nunca fue caprichoso, sino necesario. Se ha tenido que dejar algo atrás y sacrificar muchas cosas. Es que detrás de cada necesidad social, detrás de cada lucha y pedido, es que se han logrado el reconocimiento de nuevos derechos. No fue sino luego de las batallas que denotaron el egoísmo y ambición del hombre, con consecuencias devastadoras, que se lograron reconocer otra vez los derechos de los humanos, y pareciere que ya el agregado humano significó mucho, sin distinción de raza, etnia, religión.

Esto significa que el derecho viene a reconocer aquello que los humanos necesitan, para poder vivir en orden, en un margo de justicia e igualdad. Para poder equiparar al fuerte con el débil, al pobre con el rico y colocarlos en un mismo pie de igualdad, porque el derecho se crea y se aplica para todos por igual.

Pero lamentablemente, otra vez la historia hizo de la suya, otra vez se quiso avasallar derechos, vidas, costumbres, ideas; otra vez intentaron desconocerlos, olvidarlos y con esto me refiero a lo que nos sucedió hace más de 45 año, pareciere que salimos de unas batallas y entrásemos en otras, sí, esa es mi querida Argentina, fruto de un sometimiento obtenido al azar cuando el hombre español arrasó consigo  todo a su paso, nacida de batallas sangrientas, de agónicas y eternas hasta a veces luchas intestinales pero también ideológicas. Logramos la unión nacional, pero siempre a costa de algo. He dicho que para crecer y avanzar, hay que dejar algo atrás y a costa de sacrificios no deseados; sucede en todos los órdenes. Es que otra vez se quiso desconocer la voz popular imponiendo la voluntad de unos pocos, los opresores hicieron de las suyas, pero siempre nos hemos levantado, nunca nos hemos terminado de caer, no está en nuestra idiosincrasia el darnos por vencido, nuestra historia no nos no permite.

Si bien la oscuridad se hizo eco de muchas injusticias y desigualdades que ocasionaron que algunas voces fueran calladas, muchos árboles cortados; quisieron hacernos olvidar, nos quisieron distraer justificando lo injustificable; pero mientras el ultimo pulmón todavía respire, mientras esa última raíz vuelva a crecer, mientras haya aquellos que no olviden, todavía habrá esperanza, es por ello que los derechos siempre han estado allí, porque la humanidad siempre estuvo de pie, firme, nunca se la doblegó en su totalidad, siempre tuvo un suspiro más, siempre recordó, porque siempre hubo luchas, se callaron voces, es cierto, pero cuando callas a una, se escuchan 10 voces más. Eso nos enseña que siempre hay que luchar, porque nunca olvidamos que lo que tenemos se ha logrado a base de muchas batallas, sangre, sudor y lágrimas caídas, pero jamás olvidadas y nunca en vano. Porque está en nuestro ser el no rendirse jamás, los derechos humanos no tienen fechas de vigencia, siempre han existido, se los puede desconocer, pero en cada grito de reclamo y en cada manifestación dada, ahí estarán, más vigentes que nunca. Luchar por los derechos humanos es luchar por nuestra propia dignidad y eso es inherente, es algo propio y nuestro; para poder estar un poquito mejor cada día, a que las buenas acciones superen a las injusticias terrenales y mundanales. Y en cada reclamo, lucha y pedido lograr esa tan aclamada reivindicación de aquello que siempre fue nuestro y que siempre lo será.

Cuando me preguntan cómo se defienden los derechos humanos, yo les respondo, que todos los días lo defendemos al ir a trabajar, al estudiar, a conocer más de nuestra historia, al debatir con amigos, a manifestarse, al exigir y dar cada día un poco más, al interesarse por los asuntos políticos, al deseo de crecer y mejorar nuestra vidas, al respetar lo nuestro y “los nuestros” es así que se logra defender y mantener más vigente que nunca los derechos humanos, porque son nuestros, y que se obtuvieron a costa de mucho dolor, sangre y batallas.

Segundo premio

Pedro Emmanuel Fabricius

Ancasti - Estudiante de Abogacía

 

Sueño de justicia

Todo comenzó una tarde en la que realizaba un trabajo para la clase de Literatura, la profe nos pidió hacer un texto escrito con el lema “Memoria, Verdad y Justicia” esa tarde estuve investigando mucho y me fui a dormir con una idea amarga de lo que había sido la época de la dictadura cívico-militar. Me adentré en el sueño y de pronto ¡salté de la cama! Era la mañana del otro día, no había sonado la alarma, salí de mi casa corriendo porque ya era tarde para ir a la escuela, pero en el momento que salí de casa me asusté, no sabía dónde estaba, era otra época. “-Niña, está por hablar el Presidente”- me dijo doña Matilde, entré a casa, prendí la radio. En ese momento sentí un escalofrío, algo no estaba bien, se escuchó el Himno Nacional Argentino y de pronto; una voz, robusta, clara y abrumadora, “-Al pueblo argentino, la intervención de las fuerzas armadas ha constituido la única alternativa posible frente al deterioro provocado por este gobierno, el robo y la complacencia…-”, al terminar su discurso me paralicé. Las fuerzas armadas habían tomado el mando.

Después de eso, salí de casa, encontré a un grupo de chicos, nos hicimos muy amigos, al correr de los días pudimos darnos cuenta como todo había cambiado. Un día yendo a la escuela, una camioneta se paró delante de mí, solo hizo falta un parpadeo, no le dieron tiempo ni de gritar. Se lo llevaron, nunca supe su nombre, solo que era un varón. Me asusté, llegué a clases casi sin aliento, corrí mucho y entre sollozos pude contar lo ocurrido; ideamos un plan, todos habíamos vivido una situación parecida y como para entender un poco más mi pesadilla, había toque de queda. A partir de las 22hs nadie podía salir de su casa, si estabas en un lugar público tenías que correr a esconderte porque nunca es buena idea dejarte agarrar por los militares. Con los chicos formamos un grupo de búsqueda, recolectamos testimonios de familiares de desaparecidos, pero para mi mala suerte; me habían estado siguiendo. Ocurrió una noche, patearon la puerta y me llevaron por la fuerza, “-¡quédate quieta!-”, no paraba de moverme, “-¡cállate!-”, no dejaba de gritar, hasta que de un golpe no supe nada.

Me desperté en una celda, fría, golpeada y con miedo. Los días que transcurrieron a ese prefiero no recordarlos, bastará decirles palabras claves; torturas, violaciones, abusos, hambre. Era una mujer en una sociedad machista, se pueden hacer a la idea de que otro tipo de psicología utilizaron conmigo. Pasaron días, no sé cuántos, de a poco empezaron a llegar mis amigos. Nos arrebataron la libertad a uno por uno, agua fría para bañarse, comida de sobras en una lata; para nuestros familiares habíamos desaparecido. De una de las tantas violaciones, quedé embarazada, parí un hijo estando encerrada en condiciones inhumanas, ese día me lo arrancaron de mis brazos, grité y lloré con todas mis fuerzas. Nunca lo volví a ver. Me soltaron, volví a casa y mi espíritu de lucha no había cesado, salí a las calles y me informé, se habían abierto 340 centros clandestinos de detención. Se formó una agrupación llamada Madres Plaza de Mayo, buscaban a sus hijos desaparecidos, salían a las calles a protestar y me uní para buscar a mi hijo.

Con tantas demandas y revueltas civiles, pudimos lograr la caída de la dictadura, un 10 de diciembre de 1983 asume como presidente de la Nación Raúl Alfonsín y con él llegó la vuelta de la democracia. En unos días se supieron más cosas, quizás pasaron meses y años. No lo sé, el tiempo pasó de repente, un ruido me alertó. Me asusté, era la alarma, abrí los ojos, estaba en mi casa, muy agitada y con miedo. “-¡Ah, solo fue un sueño!-“, pero ya tenía mi escrito para Literatura. Ese día lo presenté, así lo cerré “a pesar de que la dictadura cívico-militar dejó a 30.000 desaparecidos, también hubo otros números nefastos y me gustaría recordárselos; la última dictadura militar duró 2818 días, tanto tiempo que pasaron 2 mundiales, 2 Juegos Olímpicos y 3 Papas. Se sucedieron 4 presidentes, se cerraron 20.000 fábricas y se abrieron 340 centros clandestinos de detención. Tuvimos un mundial que durante el tiempo de la competencia, desaparecieron 69 personas, entre el Monumental y el centro de tortura de la Esma había apenas 1.000 metros. Un día después de salir campeones del mundo se quemaron 1.500.000 libros. Se enviaron 14.000 hombres a la Guerra de Malvinas, la mayoría era menor de 20 años, murieron 640 soldados y después de la guerra se suicidaron otros tantos ex combatientes. 490 niños nacieron en cautiverio y gracias a Abuelas y Madres Plaza de mayo, hasta el día de hoy se reportan 130 personas encontradas y cada uno con su verdadera identidad.

Por esto y mucho más, en Argentina recordamos el día por la Memoria, la Verdad y la Justicia cada 24 de marzo. La memoria nos sirve para recordar tiempos a los que nunca debemos volver, la justicia para luchar día a día por el cumplimiento de los Derechos Humanos, que nos hacen a cada uno como sujetos políticos y la verdad para que nunca más sucedan hechos aberrantes en clandestinidad y terminar con el encubrimiento de los delitos hacia los Derechos Humanos. ¿Podemos dejar de llamarle Proceso de Reorganización Nacional a la dictadura militar?”. Defendamos los Derechos Humanos, que no queden en el olvido nunca más.

Moraleja: estudien historia para que sepan que cuando un sistema es indolente, represor y genocida, la revolución no se gana pidiendo por favor.

NUNCA MÁS.

Tercer premio

Rocío Vázquez Quinteros

Tinogasta - Estudiante de Traductorado en Inglés

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