Franco Alfredo “Cabezón” Soto estaba sentado en el banquillo de los acusados de la Cámara Penal de Primera Nominación. Llegó imputado por el delito de “homicidio simple”, acusado de haber matado, en febrero del año pasado, a Marcelino Pachado. La sala de debates estaba llena y todas las miradas estabas puestas sobre él. Tras la apertura del debate en su contra, ante los jueces Fernando Esteban, Carlos Roselló y Rodolfo Moreno optó por el silencio; no quiso declarar.
En la primera audiencia, solo se presentó una testigo, Luz Pachado, hija de la víctima. Recordó que su papá tenía como único ingreso una pensión por discapacidad y remarcó que el día que lo golpearon había cobrado. Al mismo tiempo, aseguró que frecuentaba a Gustavo Zenón “Guty” Moya, un muchacho que también había sido sospechado por el crimen, pero que por padecer un problema de salud mental, fue considerado inimputable.
Luz contó que su padre conocía a todos los vecinos del barrio, cerca del Río del Valle y del Cementerio Municipal. “Mi papá era amigo de todo el mundo en el barrio. Era muy querido, una persona que ayudaba, muy bueno”, así lo describió.
Además, recordó que por entonces, hacía poco tiempo que había comprado un equipo de música, pero el aparato desapareció el día que lo golpearon. “Era nuevo”, precisó. Asimismo, reconoció que su papá consumía bebidas alcohólicas y que compartía con otras personas.
Pachado era ‘el pagador’, pero “también contaba que los changos le querían pegar. Cuando no tenía plata, comía en casa de sus hijas”, aseguró.
Según la testigo, entre la víctima y los dos sospechosos había un vínculo. “Mi padre era amigo de Soto y de Moya. Se juntaban en el canal para tomar bebidas”, dijo. Pachado apareció mal herido el martes 7 de septiembre y su hija recordó que la noche anterior lo vio por última vez. “Estaba un poco ebrio. Después no lo vi más hasta que me enteré que estaba internado”, precisó.
Señaló que su papá vivía solo en su casa, desde hacía años e insistió con él se juntaba con Soto y Moya a tomar. Al respecto, admitió que Pachado había realizado un tratamiento, pero tuvo recaídas y deambulaba “de barrio en barrio”.
En este sentido, hizo mención a un comentario de los vecinos. Había un rumor que daba cuenta de que Soto dijo que “Moya quería robarle el equipo de música. Para mí, fue planeado. Siempre estaban juntos los dos –por ‘Guty’ y ‘Cabezón’-”, expresó.
Tras su declaración, el debate pasó a un cuarto intermedio. Hoy se reanuda, con el testimonio de más testigos.
Sospechas
Soto se abstuvo a declarar, pero de acuerdo con información a la que accedió El Ancasti, en la etapa de instrucción “Cabezón” había declarado que el lunes 6 de febrero de 2017, había trabajado en la bloquera de un tío, cerca del Cementerio Municipal. Por la tarde, se había visto con “Guty” y con Pachado.
En tanto que Gustavo “Guty” Moya, si bien fue señalado como sospechoso, era considerado inimputable, dado que padece de problemas de salud mental. “Es por la imposibilidad de comprender la criminalidad del acto al momento de su realización”, explicó el fiscal de instrucción Javier Herrera, quien estuvo a cargo de la investigación.
Sin embargo, Luz Pachado, ante los jueces del Tribunal, lo nombró; aseguró que no solo era amigo de su padre y comprometió su situación. “‘Guty’ sigue libre, molestando. Dicen que es insano, pero tengo miedo por mi madre”, expresó.
Cuando falleció Pachado, su hija mayor Antonia clamó por justicia para su padre y sospechó que podría tratarse de robo o un ajuste de cuentas. "Espero que se haga justicia, que se busque a los culpables y no dejen que me ensucie las manos porque voy a hacer justicia por mis propios medios si no tengo respuestas. Que se ponga a los culpables donde tienen que estar para que no les ocurra lo mismo a otras personas”, había dicho entre sollozos.
También, comentó que existen rumores de que a su padre lo tiraron de un automóvil. "Mi sospecha es que lo llevaron de casa pensando que tenía plata, porque ese día había cobrado la pensión, pero él tenía poca plata porque el banco le descontó la cuota de un crédito”, detalló.
Sin embargo, reconoció que se podría tratar de un ajuste por una deuda. "Otra (sospecha) es que él debía plata y no tuvo cómo devolverla y lo golpearon”, opinó.
Entre las primeras medidas, se había ordenado el arresto preventivo de seis personas en el marco de la investigación por la muerte de Marcelino Pachado. Además, se habían concretado allanamientos en distintos domicilios de los barrios Montecristo y CGT y en el Pasaje Capataz Villafañe, en inmediaciones del Río del Valle. Se demoró a un adolescente de 17 años y se arrestó en averiguación del hecho a dos jóvenes de 18 y 24 años, a un hombre de 38 años y a una mujer de 21 años.
Se sospechaba que podían estar relacionados con el hecho investigado. Con el correr de las horas, también se puso a disposición de la Justicia a dos jóvenes de 25 y 27 años. Sin embargo, recuperaron la libertad y cayó toda sospecha sobre ellos.
Junto con el fiscal de la causa trabajó la División Homicidios de la Policía de la Provincia.
Pese a que los primeros sospechosos recuperaron la libertad rápidamente, al mismo tiempo los investigadores habían reunido una importante cantidad de testimonios que intentan determinar cómo fueron las horas previas de la víctima, en dónde y con quién o quienes estuvo.
A mediados de noviembre último, la Fiscalía de Tercera Nominación elevó la causa a juicio. La novedad fue que el imputado “Guty” Moya fue sobreseído, al haber sido declarado inimputable. En un primer momento, se lo había imputado como coautor por el delito de “homicidio simple”.
El hecho
Misterio
El 7 de febrero de 2017, Marcelino Pachado (58) apareció en la orilla del Río del Valle, inconsciente, y presentaba graves fracturas. Fue internado en la Unidad de Terapia Intensiva del Hospital San Juan Bautista. Los médicos indicaron que tenía golpes y excoriaciones, múltiples fracturas en piernas y brazos y un importante golpe en el cráneo. Tal lesión lo llevó a su muerte, una semana después.