jueves 28 de marzo de 2024
Editorial

Tres escenarios

Argentina vive días cruciales en materia económica. Mañana viernes el actual gobierno debe pagar un vencimiento de la deuda contraída por el gobierno de Mauricio Macri con el FMI y la instancia tiene una importancia simbólica porque las negociaciones entre el país y el organismo están en un punto culminante.

El monto a cubrir es pequeño -713 millones de dólares- en función de la deuda total contraída en 2018 -44.000 millones-, por lo que Argentina no tendrá problemas en pagarlo, pero hacer frente a la obligación o no es toda una decisión política, una señal en el contexto de las arduas negociaciones bilaterales para reestructurar los plazos de pagos sin que se visualice aun un acuerdo que sea satisfactorio para ambas partes. Por otra parte, la inestabilidad económica por la incertidumbre funciona como un elemento de presión para que haya algún tipo de consenso.

El acuerdo entre el gobierno de Mauricio Macri y el organismo contempla pagos por casi USD 40.000 millones entre 2022 y 2023. Es obvio que Argentina no está en condiciones de afrontar esos compromisos. De modo que los escenarios futuros que se abren son básicamente tres: que haya acuerdo con el Fondo imponiendo su clásico programa de ajuste fiscal; que haya acuerdo con una reprogramación de los pagos lo suficientemente flexible como para que la Argentina pueda tener margen para el crecimiento y el desarrollo; y que no haya acuerdo y, en el mediano plazo, el país entre en default.

El gobierno nacional aspira, como es lógico suponer, a la segunda opción. Considera que la primera implicaría, como ya ha sucedido a partir de la aplicación de otros planes similares promovidos por el FMI en oportunidades anteriores, la puesta en marcha de medidas que terminarían perjudicando a los sectores más vulnerables de la sociedad. Y la alternativa del default ocasionaría también enormes dificultades y restricciones de financiamiento futuro. En Casa Rosada, convencidos de que lo mejor reprogramar los pagos con el aire suficiente para que la economía pueda crecer, no se ponen de acuerdo sin embargo respecto de si es peor dejar de pagar o implementar un ajuste recesivo que hunda aun más a la economía.

Habitualmente en este tipo de negociaciones el que impone las reglas del juego es el poderoso – el FMI- y el que acata las imposiciones el país deudor. En la actual coyuntura, la Argentina tiene algunos argumentos que le permiten sostener posiciones más firmes que en otras oportunidades. En primer lugar, el organismo es corresponsable del fracaso del programa acordado con el gobierno de Cambiemos, y así lo hizo constar en una auditoría interna. Buena parte de aquellos 44.000 millones de dólares se utilizaron para financiar la fuga de capitales. Por otro lado, a diferencia de lo que sucedía por ejemplo en 2001, hay en la actualidad un mayor equilibro en la distribución del poder internacional, con un creciente peso de potencias como Rusia y China.

Si, como se aguarda, prospera un acuerdo que le permita a Argentina postergar pagos y evitar un ajuste inmediato de la economía, lo que no debe pasar es que se desaproveche la oportunidad con manejos irresponsables de las finanzas públicas. Es imprescindible iniciar un camino de crecimiento con una política fiscal sustentable, que permita cumplir con los compromisos externos sin hundir la economía en los abismos de la recesión.n

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