miércoles 15 de marzo de 2023

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Editorial

Soplo de aire fresco, necesario pero insuficiente

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Se cumplen diez años de la asunción de Jorge Mario Bergoglio como Papa. La elección del primer Pontífice nacido en un país latinoamericano encerraba en sí mismo un mensaje, era un símbolo palpable de que se estaban produciendo cambios dentro de la Iglesia Católica luego de dos pontificados conservadores en lo doctrinario y en las prácticas eclesiales.

El proceso transformador augurado entonces efectivamente se abrió y se empezó a desarrollar, tal vez no al ritmo al que aspiraba Francisco, sino al que le permitieron las restricciones surgidas desde el mismo seno de la iglesia, en la que siguen teniendo incidencia los sectores más reacios a los cambios.

Las iglesias locales a veces incurren en penosos encubrimientos de casos de pederastia que no hacen sino continuar desprestigiando a la institución

Francisco asumió al momento de su asunción el desafío de edificar una iglesia “pobre para los pobres”, más abierta, más horizontal, más transparente y sin corrupción. Lo cual implicaba necesariamente un fuerte combate al tumor de la pederastia enquistado y ocultado por la propia jerarquía. En este punto es en el que quizás más avances se observan en el proceso transformador. Creó la Comisión Pontificia para la Protección de Menores, y dio instrucciones precisas de que se investigue cada caso denunciado, evitando encubrimientos de los posibles abusadores, no importa la jerarquía que ostenten. La cruzada de Francisco contra la pederastia eclesial ha encontrado aceptación formal en las iglesias locales. No podía ser de otra manera: es impensable que los obispos se opongan a que se investigue y sancione a los responsables de abusos sexuales. Sin embargo, en la práctica el énfasis en la búsqueda de justicia es más visible en la jerarquía vaticana. Las iglesias locales a veces incurren en penosos encubrimientos que no hacen sino continuar desprestigiando a la institución entre los propios feligreses y ante la sociedad en general.

El proceso de apertura iniciado por Francisco incluyó dar más espacios en las estructuras eclesiales a laicos y mujeres, transparentar las finanzas del El Vaticano, priorizó en sus viajes a países marginados de África y Europa del Este; tendió puentes con otras confesiones; se pronunció enfáticamente contra la desigualdad extrema que provoca el capitalismo sin las regulaciones adecuadas y contra todos los conflictos armados. Además, promovió dentro de la Iglesia Católica la preocupación por el cambio climático y un compromiso activo a favor del cuidado del medio ambiente.

Francisco flexibilizó la postura eclesial con respecto a la homosexualidad y se mostró abierto a revisar al celibato como requisito para ejercer el sacerdocio.

La edad –Bergoglio tiene 87 años- y los problemas de salud que lo aquejan, pueden conspirar contra la continuidad de las reformas iniciadas. Los soplos de aire fresco, imprescindibles pero todavía insuficientes, que empezaron a ventilar una estructura eclesial anquilosada y oscura, requieren del aporte de las iglesias locales y las comunidades cristianas para su continuidad. Pero, como ya se dijo, a veces la base de la estructura parece menos proclive a los cambios que la propia cabeza, circunstancialmente ocupada por un Papa progresista.

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