domingo 4 de junio de 2023

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Editorial

Personas con útero

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Una información proveniente del área de salud de la Universidad Nacional de Catamarca, difundida la semana pasada, provocó, sobre todo en redes sociales, una polémica originada en la falta de información adecuada o en las dificultades que un sector minoritario de la población tiene todavía para adecuarse a los avances que se registran en el reconocimiento de nuevos derechos.

El comunicado se refería a una campaña de prevención del cáncer de cuello de útero e invitaba a "las personas con útero" a realizarse controles periódicos. La mención a "personas con útero" no es antojadiza, pues, de acuerdo con la identidad de género, hay hombres transgénero que, por supuesto, tienen útero. Y hay mujeres transgénero que no tienen útero.

La identidad de género se refiere a la percepción personal que un individuo tiene sobre sí mismo respecto de su género. Esa identidad puede o no coincidir con el sexo con el que fue identificado al nacer. Tiene vinculación con la manera en que cada persona vive y siente su propio cuerpo desde la experiencia personal. Las personas transgénero se autoidentifican con una identidad de género que no se ajusta al sexo biológico con el que fueron asignados al nacer debido a sus características anatómicas.

Por cierto, tienen tantos derechos las personas de la diversidad sexual y transgénero como las personas heterosexuales. Y es el Estado el que debe garantizarlos y las sociedades comprender el valor de estos avances.

Son cada vez más los países que reconocen y garantizan esos derechos por ley. En la Argentina la Ley de Identidad de Género tiene vigencia desde hace más de 12 años y fue aprobada por amplia mayoría tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado de la Nación. Es una norma que tiene amplísimo consenso. Además de consagrar el derecho a la identidad de género, la ley reconoce, entre muchos otros, el derecho al libre desarrollo de cada persona conforme a su identidad de género y el derecho a ser tratada de acuerdo con esa identidad.

Tienen tantos derechos las personas de la diversidad sexual y transgénero como las personas heterosexuales. Y es el Estado el que debe garantizarlos.

De modo que cuando se pretende, por tradiciones y prácticas culturales de otras épocas, negar la identidad de género, afirmando que la persona a la que en el nacimiento se le asignó el género varón, siempre será varón, o se le asignó el género mujer, siempre será mujer, aun cuando esa persona se sienta con un género distinto y viva de esa manera para sentirse plena, está en realidad violentado un derecho consagrado por ley de la República.

Pero más allá de lo legal, quienes asumen estas posiciones retrógradas evidencian una ausencia de empatía con las personas que, al negárseles la identidad que asumieron para vivir en plenitud, sufren y son discriminadas. Pero lo cierto es que las sociedades avanzan hacia el reconocimiento y la ampliación de los derechos de todas las personas. Y que es un recorrido virtuoso para el que no hay retroceso posible pese a posiciones intolerantes y reticentes a los cambios.

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