sábado 31 de agosto de 2024
CARA Y CRUZ

Degradación terminal

La denuncia de Fabiola Yañez contra Alberto Fernández por violencia de género marca una degradación terminal en el sistema kirchnerista, que comienza a destilar mugre condensada durante años.

Con Cristina Kirchner a la cabeza, que el alto mando de esa facción tan obsesionada por control ignorara lo que pasaba entre la pareja puertas adentro de Olivos es inverosímil.

Los repudios ahora están impregnados de hipocresía retroactiva, pues los profieren quienes hicieron de las luchas de género una pieza medular de su prédica política.

Si el sórdido episodio es aprovechado por los enemigos de tan nobles banderas, es porque quienes las enarbolaron las traicionaron en primer término.

No cabe hablar de conjuras.

Un complot con Yañez como agente implicaría fraguar fotos y mensajes de whatsapp con años de anticipación y esperar que fueran descubiertos casualmente en el marco de una investigación por otro tema totalmente distinto. Ni John Le Carré podría insuflarle credibilidad a tamaña hipótesis.

Los indicios de la violencia que el expresidente ejercía sobre su esposa surgieron entre una multitud de chats, audios e imágenes que la Justicia analiza en la causa por la manipulación de los seguros de organismo estatales.

Yañez se descargaba por vía telefónica con María Cantero, la histórica secretaria privada de Fernández, socia en el negociado de los seguros con su marido, el bróker Héctor Martínez Sosa.

La memoria del celular de Cantero guardó toda la información que le transmitía la primera dama, con fotos de golpes en el rostro y las costillas incluidas. ¿Sabía Fernández que su secretaria privada tenía en su poder semejante bomba?

Cuando se topó con los datos, el juez Julián Ercolini los envió en carpeta reservada a la Oficina de Violencia Doméstica de la Corte Suprema.

Al tratarse de delitos de instancia privada, nada podía hacerse si la víctima no procedía.

Yañez finalmente habló y, al denunciar su drama personal, destapó una olla nauseabunda de intrigas, duplicidades, revanchas y odios macerados.

El ultrakirchnerismo ni siquiera esperó a la denuncia para hacerse el sorprendido y salir en contra del expresidente.

“Dado el perfil de Alberto Fernández, hombre varón cis que evidenció no poder asumir la conducción política de una mujer como Cristina Fernández, y que siempre se preocupó por saber si iba a estar herido en su masculinidad, tiene todas las características de poder haber ejercido violencia de género", dijo la intendenta de Quilmes, Mayra Mendoza, desde México, donde había viajado junto a su jefa Cristina.

Notable. La avezada e infalible Cristina no advirtió tan machirulo perfil cuando designó a Fernández candidato a la Presidencia en 2019 y el sujeto, tan incompetente en general, se las arregló durante cuatro años para que nadie se enterara que le pegaba a su querida Fabiola. Parece que a Cristina iban a alcahuetearle todo menos eso, mientras el otro se regodeaba en sobreactuar pasión por la causa feminista.

Vaya a saberse: quizás Cristina contara con la debilidades de su creación para manipularla.

Lo que se descubre, aparte de las sórdidas intimidades de Olivos, es una farsa cuyo carácter grotesco se acentúa mientras más trata el kirchnerismo de encapsularla en Fernández.

La descomposición k se lleva puesta otra bandera. La genuina militancia de género asiste decepcionada al desplome moral de sus referentes políticos, que le han inferido un daño tremendo.

Pagará Fernández sus eventuales culpas, no han de mezquinarle sus promotores patadas en el piso.

Pero por mucho que se imposten sorpresas, acá no hay vestales ultrajadas: hay cómplices y traidores.n

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