Un dato saliente de los últimos festejos estudiantiles fue el incremento de los secuestros de drogas y la corroboración de que las borracheras son costumbre asumida a edades cada vez más tempranas. Lamentablemente, la precariedad de los datos estadísticos es un obstáculo para establecer con plena certeza en qué proporción el aumento de los secuestros de estupefacientes obedece al aumento del consumo efectivo y cuánto se debe a una mayor actividad de las fuerzas de seguridad y los organismos judiciales en el campo. Sin embargo, como lo viene consignando este diario, el de las drogas es un fenómeno que ha dejado hace tiempo de ser marginal para transformarse en una problemática social central, de vínculos ceñidos con la inseguridad, lo que hace evidente que el mercado del veneno se ha ampliado significativa y exponencialmente. La desidia, inoperancia o venalidad que permitieron el ingreso y arraigo de las drogas en Catamarca demanda ahora esfuerzos mayores para combatir un cáncer en indetenible metástasis y, si bien los golpes a los mercaderes de la ponzoña merecen celebrarse, no son suficientes para amenguar la desazón: se sabe que lo sustraído a los narcos grandes y chicos es tajada ínfima de lo que logran meter para comercializar. En vísperas del Día del Estudiante, los operativos fueron varios. El más resonante se produjo en la villa de El Rodeo, donde fueron detenidos dos sujetos con cocaína, LSD, pastillas y marihuana fraccionadas, listas para su comercialización en jornada tan propicia a la captura de adolescentes. El día de la fiesta hubo también numerosas incautaciones de drogas y alcohol en las localidades que concentraron las celebraciones del estudiantado.
Sobre el tétrico panorama de los adolescentes enviciados se inscriben las declaraciones alarmadas del director del Minihospital de El Rodeo, Luis Castro, quien informó que durante la semana "había chicos en estado deplorable de 14 o 15 años”. Éste, señaló Castro, "es el año que mayor atención brindamos a jóvenes en estado de ebriedad y signos de haber consumido estupefacientes”. A falta de estadísticas oficiales sobre la evolución del consumo de estupefacientes y alcohol, buenas son las experiencias de quienes deben atender a las víctimas. En la edición de hoy se publican declaraciones del juez de Menores Rodrigo Morabito, que expresa su inquietud por la detección de chicos de "12, 13 años, intoxicados”. Para el magistrado, esto es "una consecuencia lamentable de adultos inescrupulosos o irresponsables” que venden o proporcionan alcohol a los menores. Instó a los padres a ajustar el control sobre sus hijos, pues a su criterio "el problema no son los chicos, son los adultos”.
En el proceso de naturalización del abuso del alcohol en los adolescentes se registran casos notables, como la colaboración de los progenitores para traficar bebidas espirituosas en ocasiones como la del Día del Estudiante o los viajes de egresados, la permisividad para consumir en fiestas privadas, la falta de reacción cuando los hijos se embriagan en boliches y hasta la entrega de minibotellas de cerveza, champagne o whisky como "souvenirs” en fiestas de 15 en las que, obviamente, también se facilita el trago. Con semejante aliento, no puede asombrar que prospere el alcoholismo juvenil sea endémico y ya esté en el umbral de avanzar sobre la niñez. Similares sendas hacia la habitualidad parecen estar tomando las drogas. Es una estupidez no sacar provecho de la experiencia: gobiernos, fuerzas de seguridad y organismos judiciales, nacionales y provinciales, ya han fracasado en impedir la consolidación del negocio de las drogas. Si no hay reacción, no serán gobiernos, fuerzas de seguridad u organismos judiciales los fracasados, sino la sociedad toda, plagada por gente embrutecida por el vicio. Después será demasiado tarde para lágrimas.