Las polémicas explicaciones que dio el subsecretario de Cultura, Alejandro Acosta, por la fallida realización de la Feria del Libro en Catamarca fueron la gota que rebalsó el vaso en Casa de Gobierno. El fin de semana pasado, el funcionario anunció la suspensión del evento, cuyo comienzo estaba previsto para el 13 de octubre próximo, y puso como excusa la carencia de presupuesto para organizarlo debido, según dijo, a la decisión del Gobierno de pagar el 82 por ciento móvil a los jubilados. Ayer, consciente del dislate que había expresado, Acosta salió a aclarar como pudo, pero tampoco acertó. En declaraciones a Radio Ancasti, dijo que había decidido suspender la Feria hasta el año que viene, porque no contaba con los 200 mil pesos para el alquiler de carpas donde ubicar los stands, sin caer en la cuenta de que la Secretaría de Turismo tiene carpas de sobra para una movida cultural de esas características. A esa altura, sin dudas, cada cosa que decía Acosta era como una pala más de tierra en su tumba.
De un modo inusual, el Gobierno decidió literalmente aplastarlo en público. Sobre el mediodía, Prensa oficial difundió un comunicado del Poder Ejecutivo en el que desmintió “categóricamente” que el anuncio del pago de la movilidad a los jubilados transferidos “haya afectado el presupuesto vigente de alguna área del Estado provincial”, sino que, por el contrario, “en especial el área de la Subsecretaría de Cultura tuvo un incremento presupuestario durante el presente ejercicio”. Más aún, aseguró que la suspensión de la Feria del Libro responde a “desórdenes administrativos” del organismo responsable, motivo por el cual Acosta “presentó su renuncia al cargo, la que será aceptada” por el Gobernador cuando éste regrese de Bolivia, donde se encuentra participando de una reunión de gobernadores del NOA. Y finalmente, en contraposición con el adelanto del funcionario, indicó que el evento “se realizará en el mes de noviembre próximo, en fecha a confirmar”.
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Pero eso no fue todo. Un par de horas después, el propio Ministerio de Hacienda de la Provincia se sumó a la desacreditación de Acosta, también a través a un comunicado oficial. “Se deja perfectamente aclarado que la decisión de no realizar el mencionado evento -considerado de gran importancia educativa y cultural por el Gobierno provincial-, es de responsabilidad exclusiva de la Subsecretaría de Cultura, que depende del Ministerio de Educación”, señaló. Y agregó que “el reconocimiento de la movilidad previsional será financiado con fondos previstos para el ejercicio presupuestario 2007, en tanto que el financiamiento de la Feria del Libro corresponde al Presupuesto de este año, por lo que no existe incompatibilidad alguna entre ambos hechos”. No hacía falta nada más. Para el Gobierno, a partir de ese momento, Acosta ya era parte del pasado.
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Aunque breve, la historia política de este joven abogado, que llegó al poder por el Partido Movilización del “Gato” Aguirre, estuvo estigmatizada por los desaciertos y la polémica. Tras su incursión como apoderado del FCS, el vicegobernador Hernán Colombo, aprovechando su buena estrella con el matrimonio Kirchner, logró que lo designen al frente del PAMI Catamarca, a mediados de 2003, en reemplazo de la peronista Amalia Buenader. Acosta se presentó a reclamar el sillón con un fax de su nombramiento en la mano, y se armó un revuelo de grandes proporciones, con acusaciones cruzadas entre barrionuevistas y kirchneristas-frentistas. A poco de andar, el funcionario ya tenía al personal en contra y no lograba gobernar el organismo, jaqueado, según decía, por los resabios del líder gastronómico. Su salida de la obra social de los jubilados fue con más pena que gloria. Lo reemplazó Lucía Corpacci, en otro giro kirchnerista.
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Por algunos meses, los rastros de Acosta se perdieron en el circuito oficialista. Su reaparición en un presupuesto oficial se dio en el municipio capitalino, donde fue contratado por Fiscalía para trabajar en las ejecuciones de los contribuyentes morosos. Y siguió allí hasta que Eduardo Galera fue designado como ministro de Educación de la Provincia en lugar de Isabel Acuña. En el mismo acto de asunción de Galera se produjo la de su yerno, Alejandro Acosta -casado con la artista plástica Celina Galera-, como subsecretario de Cultura. No fue mucho lo que se hizo en esa área, pese a que contaba con el mayor presupuesto de la historia. Hace dos meses, Acosta volvió a ser noticia por su decisión de cerrar el Museo de Bellas Artes y desplazar a su encargada, Adriana Allés Bosch, por quejarse de la medida. Hasta hoy, las obras siguen por allí y el museo no funciona porque carece de un espacio físico adecuado. Y ahora la Feria del Libro, un evento que requiere de una organización exigente y anticipada por las invitaciones a disertantes y expositores, fue suspendida por Acosta por falta de recursos. Algo que nadie puede creer, menos aún en una gestión generosa en fondos públicos. Razón más que suficiente para revisar la ejecución presupuestaria de Cultura en lo que va de 2006. En el plano interno, el despido de Acosta supone un alto costo político para el ministro Galera, quien ya había soportado bastantes críticas dentro y fuera del Gobierno por una designación basada más en la inclinación nepótica que en la idoneidad.