Complicado por Edgar Bacchiani en la trama de las criptoestafas, el abogado Carlos Correa pretende incriminar...
Complicado por Edgar Bacchiani en la trama de las criptoestafas, el abogado Carlos Correa pretende incriminar a El Ancasti en una especie de confabulación montada para perjudicarlo. Quizás le inquietan las indeseables consecuencias que podrían decantarse de que la mirada de la opinión pública y los damnificados por el fraude se concentre en él.
Por remota que sea, al doctor Correa no ha de agradarle la posibilidad de sufrir la suerte de otras celebridades ya consagradas en la enrevesada saga, como la exesposa del “trader” Celeste Zaraive Garcés Rusa, su actual pareja Sofía Piña, los exejecutivos José Blas y Alexis Sarroca o el abogado Lucas Retamozo. Es comprensible, entonces, que haya ampliado su testimonio ante la Justicia Federal para desacreditar las aseveraciones de Bacchiani que lo sindican como protagonista de una gigantesca mejicaneada que, aparte de malograrle la empresa, lo despojó de costosas propiedades con las que, asegura, resarcirá a sus víctimas en cuanto se las devuelvan.
Si lo que dice Bacchiani es cierto o no, lo decidirá la Justicia, pero conviene consignar que Correa formó parte de la exótica pandilla de Adhemar Capital en calidad de asesor legal, privilegio que El Ancasti no ha tenido.
El diario informó que Bacchiani lo había marcado como partícipe de las maniobras para enajenarle los bienes por razones de profesionalismo periodístico: el picapleitos era el único miembro del grupo que permanecía fuera del radar judicial. Por idéntico motivo desarrolló su interpretación sobre el significado del incidente procesal y opinó al respecto, del mismo modo que lo hizo a lo largo de toda la historia, en soledad y contra la opinión de una aplastante mayoría de obnubilados por el espejismo, medios y, obviamente, cómplices.
Sabrá el doctor Correa en cuál de esos casilleros le corresponde ubicarse. El Ancasti se limita a consignar la invariable línea editorial que mantuvo en el tratamiento del tema, mientras él operaba en la trastienda para aparecer recién ahora a dárselas de noble colaborador de la Justicia, argumentando que la inquina que le tiene Bacchiani obedece a su decisión de haber asumido el rol de buchón y a los elementos que aportó para contribuir, supuestamente, al esclarecimiento de la causa.
En este marco, conjetura Correa, El Ancasti se ha convertido en instrumento de un chantaje de Bacchiani en su contra. Arriba a tan fantástica conclusión relacionando unas conversaciones que mantuvo con los representantes legales del “trader” con la tapa y la información del diario sobre su persona.
Capaz le llama la atención que sus importantes influencias no hayan sido suficientes para condicionar a este medio. Al parecer es tan fuerte la confianza que tiene en estos blindajes que ni siquiera se detuvo a pensar que el tratamiento que se le dio a su situación es igual al dispensado a otros honorables colegas suyos, como ser el doctor Retamozo, o el doctor Alfredo Aydar. Raro, siendo Correa un profesional del derecho tan solvente.
Lo que cambió fue el contexto, no la línea editorial de este diario. Que tal contexto le resulte incómodo al doctor Correa es problema suyo.
Advierte el refrán que quien con perro se echa, con pulgas se levanta. Como El Ancasti no hizo de celestino para que el doctor Correa se echara con Bacchiani, no tiene por qué espulgarlo ahora que le pica.
Este diario advirtió antes que nadie sobre los riesgos que conllevaban las inversiones en Adhemar Capital, lo sospechoso de las desmesuradas utilidades que pagaba, la posibilidad de que la especulación con criptoactivos encubriera una estafa piramidal. Mientras, el doctor Correa, como tantos, sucumbía a la avaricia. Como mínimo, si la Justicia no prueba lo contrario.