martes 4 de noviembre de 2025
El mirado político

Las bases del orden libertario

La Argentina votó el domingo pasado condicionada por premoniciones de desastre que nunca antes se habían conjugado en una escena electoral. Conviene considerar este ingrediente para moderar euforias y depresiones: el auxilio de Donald Trump y el Tesoro de los Estados Unidos que rescató al gobierno nacional del colapso financiero, operó como una lóbrego presagio del que el electorado se hizo cargo antes que los políticos profesionales.

El país se balanceó en la cornisa de una catástrofe de proyecciones impredecibles y la mayoría prefirió el precario orden que le ofrecía un Javier Milei apadrinado por el Imperio a la incertidumbre del vacío de poder que presintió sobrevendría a la derrota del partido de Gobierno, vacío que ninguno de los sectores que antagonizan con La Libertad Avanza estaba en condiciones de cubrir.

El “déjà vu” de 2001 era demasiado fuerte como para ignorarlo. Los argentinos olfatearon el caos, la captura de sus ahorros por parte de un Estado en cesación de pagos, los saqueos, las muertes y un largo ajuste más brutal que el ya ejecutado para volver al equilibrio y actuaron en consecuencia.

Solo la soberbia puede reprocharles el voto. El lamentable espectáculo que el kirchnerismo comenzó a protagonizar apenas cantaron las urnas, con los grotescos pases de facturas entre las tropas de Cristina Kirchner y Axel Kicillof, no hace más que confirmarles lo sensato de su decisión.

La oposición se fragmenta mientras Milei se robustece. Tal es la dinámica de los acontecimientos, independientemente de cualquier valoración ideológica. La oposición se fragmenta mientras Milei se robustece. Tal es la dinámica de los acontecimientos, independientemente de cualquier valoración ideológica.

Javier Milei es beneficiario de un triunfo paradójico. Extrae su fuerza del fracaso, accede a una nueva oportunidad para reorientar su gestión por la ausencia de alternativas a su extraño liderazgo.

No por eso hay que negarle méritos. Si sabe de economía práctica más allá de los dogmas de la Escuela Austríaca está por verse, pero demostró tener la inteligencia política que les faltó a sus adversarios para despertar temores casi atávicos en una sociedad escaldada y pauperizada por las crisis, harta de las justificaciones autoindulgentes de su clase política: estimuló el miedo y ganó.

Lo que haga con eso en adelante es otro cantar, pero por lo pronto afianzó las bases para el orden libertario, impuso su lógica. Se alza como el único líder con proyección nacional del país, capaz de insuflar a una formación mayormente integrada por ignotos y debutantes la potencia necesaria para triunfar sobre jefaturas territoriales muy sólidas, en apariencia invencibles.

Maquiavelismo exacerbado

Los análisis políticos y económicos más sofisticados naufragaron ante la prudencia popular.

El 26 fue más claro que nunca que se votó por el mal menor. Lo que la gente advirtió fue una gestión aislada por su propia torpeza, pero acosada por una constelación de facciones que se aprestaban a sacar provecho de su derrumbe, sin considerar los sufrimientos que tal derrumbe provocaría en lo inmediato.

Por eso ganó Milei. La oposición sobregiró su maquiavelismo, quedó en evidencia y se desconectó de las sensaciones sociales más elementales.

Acaso la impresión de que era necesario detener los desvaríos de Milei fuera mayoritaria en algún momento, pero una cosa era pararlo, ponerle límites, y otra voltearlo.

En este sentido, las Fuerzas del Cielo derrotaron al kirchnerismo, pero es más importante para ellas haber batido a Provincias Unidas.

La alianza de los gobernadores se postulaba como una opción liberal de centro, equidistante tanto de los excesos libertarios como del populismo kirchnerista, pero en rigor le disputaba la feligresía a Milei con la intención de afincar una representación significativa en el Congreso y condicionarlo. El veredicto de las urnas fue terminante y erigió a Milei como único jefe del espacio antikirchnerista. El resultado arrastró también a Mauricio Macri, que también especulaba con reposicionarse a partir de la fragilidad del Gobierno y terminó fagocitado.

Frente a la consistente jefatura que alumbraron los votos no hay prácticamente nada.

El kirchnerismo acelera su descomposición, en un movimiento centrífugo que expulsa a sectores afines, cada vez más ensimismado en debates endogámicos.

La oposición se fragmenta mientras Milei robustece. Tal es la dinámica de los acontecimientos, independientemente de cualquier valoración ideológica.

Todos al pie

El ratificado Presidente no se demoró en festejos y avanzó de inmediato en la consolidación de su victoria. 20 gobernadores, incluidos los de la derrotada Provincias Unidas, asistieron el jueves a la reunión con Milei convocada por la Casa Rosada apenas dos días después del triunfo para tomar nota de la agenda libertaria. La lista de invitados fue confeccionada con precisión quirúrgica: Kicillof, Ricardo Quintela, Gildo Insfrán y Gustavo Mellela quedaron afuera.

Las exclusiones son otro indicio de la solvencia de Milei en el oficio político, acaso adquirida en el accidentado primer tramo de su gestión. 20 gobernadores contra 4: el kirchnerismo está aislado.

El reemplazo de Guillermo Francos por Manuel Adorni en la Jefatura de Gabinete se produjo al día siguiente de esta exhibición de poder. Los gobernadores tendrán otros interlocutores en la restauración del vínculo con la Nación.

Milei afianzó el embrión plantado en 2023. El nuevo orden empieza a desplegarse sobre el desconcierto de la política tradicional, que esperaba revalidarse desde el Congreso.

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