A los 49 años, con más de dos décadas de vida en Catamarca, Roxana Castro -actriz, clown y formadora- encarna un tipo de arte que no se limita al escenario: es también herramienta de transformación, introspección y encuentro con los demás.
Nació en Capital Federal y, actualmente, trasciende el escenario para convertir el arte en una poderosa herramienta de transformación social y personal.
A los 49 años, con más de dos décadas de vida en Catamarca, Roxana Castro -actriz, clown y formadora- encarna un tipo de arte que no se limita al escenario: es también herramienta de transformación, introspección y encuentro con los demás.
Nacida en Capital Federal, llegó a Catamarca hace casi veinte años, por una de esas casualidades que terminan marcando el destino. Venía de un viaje por Latinoamérica, con las valijas cargadas de experiencias y la decisión tomada de regresar a Buenos Aires para continuar sus estudios teatrales. Pero una amiga, Nancy, la invitó a visitarla en estos pagos, y algo se encendió. “Empecé a trabajar, me gustó el lugar y acá me quedé”.
Su recorrido artístico comenzó hace más de 25 años, en un taller barrial de teatro en Villa Crespo, al que llegó acompañando a una amiga que no quería ir sola. “Me encantó. Seguí yo, ella no”, recuerda entre risas. Desde entonces, no paró. Pasó por el Centro Cultural San Martín, el Rojas, y encontró en Cristina Banegas y su estudio “El excéntrico de la 18” un espacio donde consolidar su formación.
Pero el gran quiebre llegó una noche cualquiera, en un varieté, donde conoció el universo del clown. “Salí fascinada, y uno de los actores me dio una tarjeta. Daba clases. Dije: ‘Acá me quedo también’”. Desde entonces se formó con referentes como Gabriel Chame Buendía y Hernán Gené, entre otros.
Roxana no se define sólo como actriz o humorista. Lo suyo es un trabajo de exploración y fusión. “Empecé a ver que el humor no sólo me servía como herramienta profesional, sino también para mi vida privada”, cuenta. Esa revelación la llevó a integrar sus saberes teatrales con herramientas de la psicología gestáltica, y a construir una propuesta que trasciende la escena: talleres, espacios de formación emocional y actividades comunitarias centradas en el poder sanador de la risa.
Desde hace unos años trabaja en la Secretaría de Mujeres, Género y Diversidad de la municipalidad de la Capital. Allí creó personajes que abordan temáticas sociales sensibles: violencia de género, bullying, mandatos de género. Su clown “Etiquetada”, por ejemplo, retrata a una mujer que se obsesiona con cumplir con los ideales impuestos por las revistas y la cultura dominante. “Se va poniendo una etiqueta tras otra buscando ser perfecta”, describe. También realiza funciones escolares donde, desde el humor y el juego, genera espacios de reflexión con niños y niñas.
Además, forma parte del dúo “Chincho Poroto”, junto a su compañero Federico Abaca, con quienes desarrollan espectáculos independientes. Y explora el formato del stand-up, un espacio donde puede “reírse de lo que duele”, según sus palabras.
Pero su búsqueda no termina ahí. Acompaña grupos terapéuticos de mujeres, donde la risa funciona como vía para bajar el ritmo, desactivar la exigencia y recuperar el contacto con una misma. “Me di cuenta de que, siendo actriz y humorista, había días enteros donde no me reía. Me estaba volviendo funcional a un sistema que todo el tiempo pide más. Entonces paré. Y empecé a encontrarme conmigo otra vez”, confiesa.
También incursionó en dinámicas de team building, orientadas a equipos laborales o instituciones que buscan mejorar sus vínculos desde el juego y la cooperación.
Claudia es, en muchos sentidos, una sembradora. De alegría, de conciencia, de empatía. Lejos de Buenos Aires, construyó un espacio propio en una provincia donde supo ver potencial. “Cuando llegué, era todo muy tranquilo. Ahora veo un crecimiento enorme. Creo que acá también están las ideas nuevas. Ya no hace falta irse para encontrarlas”.
Ante la pregunta de qué falta para consolidar aún más la movida artística local, no duda: “Presupuesto (risas)”. Pero no pierde el entusiasmo: “Sigo agradecida por los espacios que me han dado. Creo en lo que se construye con amor, desde abajo”.
Más allá de los escenarios, de los talleres, de las funciones escolares Roxana sostiene un arte que no se viste de solemnidad ni se esconde tras máscaras. Elige el humor, el juego y la ternura. Y desde ahí, hace que la vida -la suya y la de otros- se vuelva un poco más habitable.
“Actualmente me encuentro escribiendo nuevo material para próximos Shows de Stand Up e Impro.
El viernes 13 de junio estará en el Cine Teatro Valle Viejo en el Festival UAIFAI de Micromonólogos.
En Instagram la encontrás como @rox_laronda, en donde comparte contenidos de humor y las fechas de sus presentaciones.
Te esperamos para pasar un buen momento, aflojar tensiones, construir nuevas perspectivas, aceptarnos TAL CUAL SOMOS y reírnos junt@s!
También ofrece el “Taller de la risa para mujeres”.
“¿Cómo me río yo? ¿Yo me río? ¿Por qué dejé de reírme? ¿Por qué me alejé de mí? Los ritmos acelerados, el cumplir de manera inmediata, los mandatos, mis miedos, me hicieron olvidar de cómo me reía, de qué me reía. Y fue ahí que decidí volver a mirarme, a escucharme, a tomarme el tiempo para respirar Mi RISA, esa risa que me hiciera volver a ser QUIEN SOY, estar cómoda conmigo misma SIN ocultarme y aceptar mi Risa despareja, imperfecta, informal y hermosa. Detenernos en lo que nos hace bien, reencontrarnos con la Risa, aceptarnos TAL CUAL SOMOS, desde La Risa volver a VOS”.
Texto: Pablo Vera
Fotos: Ariel Pacheco y gentileza Roxana Castro