Simbiosis. En vez de presentarse como un conductor autónomo, Milei aparece atado a la suerte de su hermana.
Hasta en las estrategias publicitarias y la comunicación a través de redes sociales, un ámbito en el que el mileísmo exhibía un liderazgo indiscutible, el oficialismo nacional ostenta ahora debilidades evidentes, que no son otra cosa que impotencias originadas en el devenir de la política real. Desde el fin de semana se ha puesto en marcha la campaña “Javier es Karina, Karina es Javier”, que pretende ser un empoderamiento de “El Jefe” a través de la figura del presidente, pero en realidad parece más una confesión pública: Milei no puede gobernar sin su hermana.
A solo una semana de la paliza electoral de Buenos Aires, y luego de que se especulara con la implementación de una estrategia tendiente a bajarle el perfil a la secretaria general de la Presidencia, manteniendo su nombre en el discreto silencio de un segundo plano, y devolverle poder al asesor Santiago Caputo, la intención parece restablecer la gravitación de Karina, consolidando el armado político y de gestión previo al 7 de septiembre.
Por más lastre político que signifique, Karina no puede ser removida porque cumple un rol que ningún otro funcionario puede asumir: sostener emocionalmente al jefe de Estado. Por más lastre político que signifique, Karina no puede ser removida porque cumple un rol que ningún otro funcionario puede asumir: sostener emocionalmente al jefe de Estado.
Muy atrás quedaron, también, los intentos promovidos por un sector importante de la dirigencia libertaria, incluidos muchos de los trolls que hoy adhieren otra vez con entusiasmo a la campaña “Javier es Karina, Karina es Javier”, de apartar del entorno presidencial a Martín y “Lule” Menem, y a Sebastián Parejas del armado bonaerense.
La jugada publicitaria impulsada por el cineasta presidencial Santiago Oria para blindar a Karina Milei corre el riesgo de ser un boomerang. Intenta levantar a la hermana hundida por sospechas de coimas y por los recientes fiascos electorales (incluyendo lo ocurrido en Corrientes), pero lo que podría lograr es arrastrar al propio presidente hacia ese mismo pantano.
En política, todos los funcionarios —ministros, asesores, estrategas— son fusibles. Se los cambia cuando fallan, se los sacrifica, se los reemplaza cuando sufren un desgaste excesivo. Todos, salvo el Presidente. La campaña oficial acaba de demostrar que, en este gobierno, hay una excepción: Karina Milei. Ella no puede ser removida porque, aunque en el gobierno nunca lo admitan, cumple un rol que ningún otro funcionario puede asumir: sostener emocionalmente al jefe de Estado.
El problema es que ese reconocimiento no la fortalece, lo debilita a él. En vez de presentarse como un conductor autónomo, Milei aparece atado a la suerte de su hermana, cuya imagen se deteriora cada día más entre sospechas de corrupción y derrotas políticas. Al declararla indispensable, Oría y los libertarios cavaron una trampa: si Karina cae, arrastra con ella al Presidente.
En su habitual columna dominical en la agencia Noticias Argentinas, Darío Lopérfido traza un paralelismo que parece exagerado por la diferencia entre los contextos políticos, pero que va en línea con el análisis que surge inevitable con solo observar cómo se mueven los hilos del poder hoy en la Argentina. “Javier Milei parece Isabel Perón y Karina podría ser López Rega, un sometimiento que termina mal”, sostiene el columnista. Y agrega que “el gobierno de Milei naufraga entre derrotas y escándalos” y estima que “la influencia de su hermana amenaza la gobernabilidad”.
Lejos de blindar la figura presidencial, la simbiosis proclamada en la campaña que progresa en las redes sociales pero que se manifiesta también en las apariciones públicas de la hermanísima, la vuelve más vulnerable. Porque un mandatario que depende de un sostén personal para ejercer el poder transmite fragilidad, no fortaleza. Y en un escenario político complejo como el argentino, mostrar la imposibilidad de recambiar a un funcionario clave no es una virtud: es la admisión de una debilidad estructural.