Novedad. El presidente Javier Milei se comprometió a dejar de insultar.
En su última exposición ante la Fundación Faro, usina intelectual libertaria para la “batalla cultural”, el presidente Javier Milei se comprometió a dejar de insultar. Se trata de un estado de excepción en el régimen que con proverbial templanza conduce, otro de los tantos “hitos” que jalonan su gestión.
“Voy a dejar de usar insultos a ver si están en condiciones de poder discutir ideas. Porque yo creo que discuten las formas porque carecen de nivel intelectual suficiente para discutir las ideas", anunció con su no menos proverbial humildad, a la que adobó comparándose con Domingo Faustino Sarmiento: “Había un señor que fue presidente, que era un insultador serial. Le decían El Loco y fue el que transformó la educación argentina”.
“Este conjunto de abanderados y exquisitos de las formas lo hubieran directamente condenado a la hoguera. Pero bueno, es así... La dictadura de las formas... Vamos a enfrentarlos respetándoles sus formas, así de una vez por todas, a ver si muestran tener nivel intelectual para poder darnos la batalla en las ideas. Porque lo único que hacen, como no pueden responder en las ideas, es apalancarse sobre las formas. Así que ahora les estamos lanzando un desafío, abanderados de las formas. Ahora vamos a usar las formas que a ustedes les gustan ¿Saben para qué? Para que queden en evidencia que son una cáscara vacía", anunció.
Aunque era un sujeto visceral, no es seguro que Sarmiento fuera un “insultador serial”, al menos en público. Tampoco hay demasiados indicios de que tuviera la obsesiva predilección que caracteriza a Milei por los insultos de contenido sexual y dentro de estos los referidos al sexo anal, para denigrar a sus antagonistas.
“Mandril”, por ejemplo, es el más exitoso de los agravios popularizados por el Presidente. Un alarde de paquetería: alude al color rojo de las nalgas de estos primates y el uso del término suele complementarse con la sugerencia de aplicarse adermicina sobre las partes perjudicadas.
El diario La Nación se tomó el trabajo de cuantificar los vilipendios disparados por el mandatario durante 100 días de este año y descubrió que los de contenido sexual habían crecido un 131% respecto del mismo período de 2024. Qué fijación.
Que la abstinencia de insultos del Presidente Milei sea noticia marca el nivel de degradación del debate político argentino Que la abstinencia de insultos del Presidente Milei sea noticia marca el nivel de degradación del debate político argentino
El caso es que Milei se abstendrá de los insultos para favorecer el debate de ideas. A su criterio, la calidad de la “batalla cultural” se degrada porque sus rivales se escudan en la aflicción por las formas para no tener que admitir que carecen de argumentos para rebatirlo.
Este sacrificio del líder fue, obviamente, celebrado con las alharacas habituales por sus seguidores y tuvo unas repercusiones que hablan a las claras del envilecimiento de la discusión política. Que el Presidente prometa dejar de insultar es una novedad, como lo hubiera sido que alguno anterior anunciara que comenzaría a insultar de granel.
La diputada nacional Lilia Lemoine, por ejemplo, dijo en el programa de Luis Majul que se sumará al “desafío” de Milei. “Por un mes, porque yo no sé si voy a poder por mucho más tiempo no decir ningún insulto, ninguna mala palabra”, se atajó. Se ve que el estoicismo no le da para mayores esfuerzos, por mucho que lo adore al Javo.
El cineasta Diego Recalde, devenido en pensador, condicionó en cambio su apoyo a la decisión presidencial. Él no es un alcahuete incondicional, todo depende. “Si no le quita espontaneidad, sí; si le quita espontaneidad, no, porque yo lo quiero ver a Milei tal cual es”, advirtió en el mismo programa.
Para que Recalde no se decepcione, Milei empezará a ensayar nuevas “espontaneidades”. Recitará Juan y Pinchame se fueron al río en el Congreso, contará el cuento de Pascual Angulo en Davos. Su refinado público lo reclama.