En otra estafa del capitalismo a la nostalgia, y en un nuevo eslabón de esta cadena de decepciones que llamamos vida, el otro día quise escuchar “Still loving you”, de Scorpions, por lo que la reproduje en la plataforma de streaming de audio que suelo utilizar (por cuestiones legales no puedo decir la marca, así que diré en todo caso que empieza por S y termina por potify). Luego de un par de minutos de escuchar advertí que la canción no alcanzaba, como en otros tiempos, las fibras más íntimas de mi ser.
Me quedé perplejo. ¿Acaso había perdido la capacidad de conmoverme con “Still loving you”? ¿Tan pronto en la vida? Mala señal, el siguiente paso lógico a semejante renuncia suele ser una vejez indigna o la muerte, en el mejor de los casos. Pero luego advertí que la que había cambiado era la canción, no yo. No es una metáfora barata, efectivamente estaba escuchando una versión nueva, casi idéntica a la original, que muy probablemente Scorpions haya grabado por una cuestión de derechos comerciales. Algo como lo que hizo Taylor Swift (estoy en la onda, como pueden ver).
La canción era igual y a la vez distinta, como era de esperar. En 1984 los sentimientos que inspiraron la voz de Klaus Meine y la guitarra de Matthias Jabs –archívense sus nombres en el fichero de datos inútiles- debieron haber estado más frescos, las heridas aún abiertas. Quizás, incluso, para añadir más impacto a la creación musical podríamos suponer que sus sentimientos fueron inspirados por la misma mujer (no tengo constancia de ello, solo lo afirmo a efectos dramáticos). Para 2011, en cambio –el año de esa nueva versión- es probable que hubieran dejado de pensar en ella todos los días y hasta, quién sabe, encontrado nuevos amores y desengaños en el camino. Las rupturas amorosas pueden ser más o menos dolorosas, pero todas comienzan a doler menos a medida que se empieza a apilar décadas sobre ellas. Por lo tanto, ni la voz podía alcanzar las cotas de dolor y desesperación original, ni la guitarra el mismísimo sonido de un puñal hurgando en la herida. No es una cuestión física reprochable al desgaste de las cuerdas vocales o la artritis, sino sentimental.
Todo ello me llevó a pensar en una frase de Chuck Palahniuk, en su novela “El club de la pelea”: “todo es una copia de una copia de una copia”. Desde entonces estoy convencido de que la versión clásica de la canción, que también puede encontrarse en la misma plataforma, no es exactamente igual que la original, la que escuché hace tantos años por primera vez. Podría ser cierto, o podría ser solo una sensación, es imposible saberlo a ciencia cierta a estas alturas. Quizás es que después de todo si estoy perdiendo la capacidad de conmoverme con “Still loving you”, y es solo que no quiero aceptarlo. Es entendible, algo así es inaceptable.