jueves 18 de septiembre de 2025
Cara y cruz

El veto cambia de manos

La gestión de Javier Milei estuvo signada desde su inicio por la tensión entre dos poderes de veto: el de la Presidencia sobre las decisiones del Congreso y el del Congreso sobre las de la Presidencia.

Esta matriz institucional surgió de un proceso electoral singular, en el que la composición del Parlamento quedó establecida en la primera vuelta con una gravitación determinante de las representaciones de Unión por la Patria y Juntos por el Cambio, mientras que el Presidente, que había sacado apenas el 30%, se consagró en el balotaje canalizando inercialmente el voto antikirchnerista.

Macri también ganó en balotaje en 2015, pero a la cabeza de una alianza que integraban el PRO, la UCR y la Coalición Cívica, y con el respaldo orgánico del Frente Renovador con el que Sergio Massa había obtenido más del 20% de los votos como candidato a Presidente.

El Congreso se empodera a poco más de un mes de las elecciones de medio término. Milei paga carísimo su mesianismo El Congreso se empodera a poco más de un mes de las elecciones de medio término. Milei paga carísimo su mesianismo

El fascinante fenómeno del “outsider” tenía su talón de Aquiles en una representación legislativa que había quedado más desfasada que nunca del volumen electoral propio del Presidente, casi la mitad del caudal de votos que encumbró a Milei a la Presidencia era ajeno a su fuerza.

Este defecto que se tornaba más desafiante por un detalle no menor: Milei acordó con Macri y Patricia Bullrich, no con Juntos con el Cambio. Y Juntos por el Cambio, que estalló como organización después de este pacto entre particulares, había ganado nada menos que el gobierno de una decena de provincias.

De modo que, entre otras cosas, el electorado argentino encomendó a Milei administrar un parlamentarismo “sui generis”.

“Terra incognita”, sí, pero hasta en las “terras incognitas” funcionan las brújulas.

Era obvio, y se lo consignó desde el principio, que la extraña composición institucional surgida de las urnas demandaba a la Presidencia construir vínculos para neutralizar el poder de veto de un Congreso adverso. Pero Milei despreció cada oportunidad de avanzar por tan evidente como razonable senda para regodearse en insultos inconducentes, adulaciones de los infaltables amigos del campeón y una celebridad internacional que comienza a extinguirse.

El veto sobre el Congreso que pudo sostener durante los primeros meses de su gestión con solo el tercio de los legisladores de alguna de las dos cámaras cambió de manos: ahora es el Congreso el que lo veta a él.

Pretende el “nido de ratas” en este marco, para colmo, privarlo de los Decretos de Necesidad y Urgencia y que sea necesaria su ratificación explícita en las dos cámaras legislativas para que rijan, en lugar de que baste con el silencio parlamentario.

La ratificación del financiamiento universitario y la ley Garrahan en la Cámara de Diputados fue demoledora, con más votos de los que las habían sancionado. No solo fue una derrota, sino la exhibición de una sangría a poco más de un mes de la elección de medio término.

Conviene considerar que en este caso no hay balotaje. Lo que salga en octubre será, sin posibilidad de revancha para pasar del 30 al 56% como ocurrió en 2023.

En tal contexto, los gobernadores de cinco provincias, a los que se sumó el de Corrientes, conformaron la alianza “Provincias Unidas”, que se orienta cada vez con más claridad hacia el electorado del que abrevó Juntos por el Cambio.

“Vieja viola”, tango clásico de Humberto Correa, gran versión de Edmundo Rivero: “Es que la gola se va y la fama es puro cuento”.

Haberlo escuchado entre ópera y ópera, en lugar de obsesionarse con Lali Espósito. Más profético que el tarot de Karina: “Andando mal y sin vento, todo, todo se acabó”.

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