Denunciaron que miembro de un jurado pudo tener un vínculo con el acusado
El imputado por abuso sexual fue declarado “no culpable”. Se sospecha que se afectó la imparcialidad del jurado.
La abogada querellante, Giselle Saseta, junto con el fiscal de Cámara Augusto Barros presentaron un recurso de casación contra una sentencia emitida en juicio por jurados. De acuerdo con información a la que pudo acceder El Ancasti, durante el desarrollo de un juicio popular la madre de una de las víctimas advirtió que uno de los integrantes del jurado era vecino del acusado. Ante la posibilidad de posible violación al principio de imparcialidad y el debido proceso, se presentó el recurso de casación, impulsado por la querella y con el acompañamiento del Ministerio Público Fiscal.
A mediados de marzo último, un hombre llegó a la sala de debates de la Oficina de Gestión de Audiencias (OGA) del Poder Judicial para responder por los presuntos delitos de “abuso sexual con acceso carnal doblemente agravado por causar un grave daño en la salud mental y ser cometido contra una menor de 18 años” y “abuso sexual simple agravado por ser cometido contra una menor de 18 años”, en ambos hechos “aprovechando la situación de convivencia preexistente”. De acuerdo con la investigación, las denuncias se radicaron a mediados de 2023 y desde entonces el acusado estuvo privado de la libertad. Uno de los abusos se prolongó entre 2012 hasta 2017. El segundo ultraje sucedió a principios de 2023. El ultraje fue contra dos niñas de su entorno familiar. Una de ellas ya cumplió la mayoría de edad y fue querellante en la causa. Estuvo representada por la abogada del foro local Giselle Saseta. La otra víctima fue asistida por la asesora de Menores Carolina Acuña Barrionuevo.
El fiscal de Cámara Augusto Barros mantuvo la acusación. La asesora de Menores Carolina Acuña Barrionuevo y la representante de la querella, Giselle Saseta, adhirieron. A su turno, la defensa, representada por el abogado Juan Pablo Morales, solicitó la declaración de no culpabilidad.
Pasadas dos horas de deliberación, el jurado popular integrado por 12 vecinos de la Capital (seis hombres y seis mujeres) llegó a una decisión. Por unanimidad, los jurados declararon no culpable a un hombre que había llegado imputado por delitos contra la integridad sexual de dos niñas. Una vez escuchado el veredicto, el acusado recuperó inmediatamente la libertad. Había llegado a debate con prisión preventiva.
Una vez conocido el veredicto a favor del acusado, la madre de una de las víctimas efectuó la denuncia contra un integrante del jurado. Según se detalló, este integrante del jurado habría tenido una relación comercial con el imputado. No obstante, ante la pregunta del juez director Silvio Martoccia, antes de iniciarse el debate, sobre si alguno conocía a las partes o tenía algún tipo de relación, esta persona jamás se manifestó. Por ello, surgió la sospecha de que pudo haber influido en la decisión del jurado.
“No me creyeron”
“Lo enfrenté y no me creyeron”, dijo “Soledad” –éste fue el nombre que eligió para resguardar su identidad-. “Soledad” hoy tiene 22 años. Fue una de las víctimas de este abuso sexual. Junto con “Claudia”, su madre, denunciaron a su agresor, su padrastro. Este hombre también sumó la denuncia de “Laura”, la madre de una niña de tres años que también fue ultrajada por él.
“Soledad” se constituyó como querellante y declaró. No se mostró vulnerable porque el proceso por el que debió atravesar la fue endureciendo. El camino que inició con la denuncia continuó con pericias psicológicas y psiquiátricas y por un largo derrotero judicial. A lo largo de ese peregrinar judicial se fue fortaleciendo.
Durante las dos primeras jornadas se escucharon testimonios. “Soledad”, “Claudia” y “Laura” declararon ante el jurado, que estuvo integrado por 12 vecinos –seis hombres y seis mujeres- de la Capital. “Declaré y fue como que me descargué”, contó Soledad.
También declararon peritos y se visualizó prueba que daba cuenta del abuso y del daño causado a las víctimas. Según las pericias, el acusado tiene rasgos de “manipulador, inmaduro, violento y egocéntrico”. En la segunda jornada de debate, una vez finalizada la ronda de testigos, el acusado decidió declarar. Según se informó, insistió en su inocencia.
“Sentimos impotencia… que estamos a la deriva, sin contención. Ni siquiera hubo una condena social”, expresaron las denunciantes, indignadas. Comentaron que tenían fe en el proceso y en el jurado pero, tras la decisión unánime de no culpabilidad, consideraron “sin desmerecer, que tal vez los jurados no están capacitados”.
En el juicio popular, los jurados son los jueces de los hechos. En un juicio técnico –cuando los jueces deciden-, se resuelve con base al análisis de las pruebas. “Nos hacen sentir culpables. Nosotras no lloramos. Pasaron muchos años. Para el jurado no alcanzó. Se dijo que no era un juicio por violencia de género sino por abuso sexual. Aún con Cámara Gesell no creyeron. Como víctimas pasamos por pericias y un proceso. Queremos justicia”, expresaron.
Una vez finalizado el juicio popular, el acusado recuperó la libertad. “Nos sentimos desprotegidas”, aseguraron las denunciantes”.
El expediente ya ingresó a la Corte de Justicia. Los ministros de la Sala Penal Fernanda Rosales Andreotti, Hernán Martel y Verónica Saldaño deberán resolver el recurso de casación.
Puertas adentro
El abuso sexual en la infancia (ASI) es una de las formas de violencia más extrema que niños, niñas y adolescentes pueden sufrir. No obstante, el dato más importante que advierten los profesionales en esta temática es que en la gran mayoría de los casos se trata de abusos sexuales intrafamiliares: padre, abuelo, hermano, tío o primo son los principales sospechosos.
El victimario realiza un abuso de poder. A través de diversos mecanismos de manipulación y amenaza, quien abusa genera en la víctima un sentimiento de culpa y vergüenza. Es por ese motivo que quienes lo sufren pueden tardar mucho tiempo, incluso años, hasta que pueden poner en palabras lo que les sucedió.
Al respecto, especialistas en esta temática advierten que la familia “puede ser un territorio favorable” para maltratar y abusar de chicos y chicas. Niños, niñas y adolescentes suelen ser silenciados por sus propios agresores mediante distintas estrategias. El agresor sexual se vale del miedo, la culpa y la manipulación. De esta manera, promueve la impunidad en estos actos de violencia. “Se trata de una órbita de violencia, de la familia como prisión”, se remarcó. A la vez, se destacó que la vulnerabilidad en estos casos reside en el hecho de que chicos y chicas, por su inocencia, condición física o sexual no comprenden la criminalidad de los ultrajes, más aún cuando el agresor es padre o un familiar cercano.