Al retroceso del partido radical como eje de la oposición se suma la implosión de la otrora poderosa línea Celeste, cuyos miembros no han podido cubrir el vacío de conducción que dejó el exgobernador Oscar Castillo.
Al retroceso del partido radical como eje de la oposición se suma la implosión de la otrora poderosa línea Celeste, cuyos miembros no han podido cubrir el vacío de conducción que dejó el exgobernador Oscar Castillo.
Estas crisis mellizas componen uno de los datos más salientes de este proceso electoral. Juntos por el Cambio es heredero del FCS, exitoso formato en el que el castillismo fue articulador determinante durante su primera década y asociado indispensable de Eduardo Brizuela del Moral en la segunda, hasta la caída de 2011.
Considerar lo que los sucesores de Castillo y Brizuela del Moral deben empardar contribuye a una crítica menos impiadosa. Ninguna fuerza política catamarqueña consiguió nunca gobernar durante veinte años consecutivos. La flamante Unión por la Patria, ex-Frente para la Victoria, ex-Frente de Todos, cumplirá recién 12 en diciembre.
Castillo y Brizuela, en relación siempre tensa, continuaron siendo los orientadores principales de la política radical y opositora entre 2011 y 2021. Se militaba con ellos o contra ellos. Su salida legó a Juntos por el Cambio la tarea de construir nuevas referencias.
El castillismo residual respaldó en la interna de la UCR a un forastero: Alfredo Marchioli, de la línea Evolución. El esquema ganó, pero el triunfo no le alcanzó para solventar liderazgos capaces de enfilar al partido en una estrategia consistente.
Esta deficiencia fue el primer indicio de la magnitud del trabajo pendiente.
El resultado de las internas radicales había funcionado siempre como la coordenada madre para ordenar la oferta electoral opositora, lo mismo que cuando la UCR comandaba el FCS. La resolución del litigio intestino en esta oportunidad, en cambio, disparó una estampida dirigencial que superó a la conducción surgida de él.
Marchioli pidió licencia como presidente del partido para dedicarse a edificar su candidatura a Gobernador y dejó el mando en manos del celeste Luis Fadel.
El esquema liderado por la diputada provincial Juana Fernández y Roberto Gómez, que en la interna ganó el Comité Capital, se integró al grupo que trabaja por la candidatura presidencial de Patricia Bullrich.
El diputado nacional “lilito” Rubén Manzi lanzó su precandidatura a Gobernador con numerosos precandidatos a intendente, la mayor parte de filiación radical, bajo el paraguas nacional de Horacio Rodríguez Larreta.
La alianza conformada por el senador nacional Flavio Fama, el diputado nacional Francisco Monti y los diputados José “Chichí” Sosa y Natalia Herrera se asociaron al peronista disidente Hugo “Grillo” Ávila y plantaron la fórmula Fama-Ávila, con Monti como candidato a intendente de la Capital.
Es decir: hay tres sectores en carrera y en ninguno de ellos están, hasta el cierre de esta columna, Marchioli –presidente de la UCR- y sus promotores del castillismo residual.
Es una situación inédita.
La conducción oficial del radicalismo, que históricamente administró las candidaturas, busca casi con desesperación un casillero donde fichar: de prestamista a acreedor. La Celeste no tiene una figura propia para la Gobernación. Solo se lanzó el diputado Tiago Puente para la Intendencia capitalina, en un movimiento personal, desanclado de su sector.
Quedan 48 horas para el cierre de listas. Trascienden negociaciones de los celestes, pero no está claro quién o quiénes hablan en nombre de la línea. Se supone que los diputados Fadel, Puente y Luis Lobo Vergara.
¿Alguien está en condiciones de acordar en nombre de la línea, de garantizar un comportamiento disciplinado del castillismo residual?
Grandes interrogantes se desprenden del principal: ¿Alguien puede cumplir el rol que hasta su repliegue cumplió Oscar Castillo?