Artivismo y decolonialidad en la ficción histórica "Migrantes", de Eduardo Aroca
Por Karina Tapia.
La denominación “artivismo” es un acrónimo que surge de la unión de las palabras “arte” y “activismo”; describe acciones que mixturan el arte con el activismo político y que, según Claudia Frontino (2010), “encuentra en las prácticas estéticas la manera de reivindicar las causas justas”. Esto es lo que ocurre en la obra literaria Migrantes, de Eduardo Aroca, ya que en su creación se observa un posicionamiento político, ideológico e incluso pedagógico, de recuperación de la memoria cultural precolombina de Catamarca, que se inscribe en un Programa mayor del autor donde se cuentan diversas acciones artísticas y jurídicas.
En Migrantes se presenta el relato creativo a través de un narrador en tercera persona que expresa un planteo literario conjetural acerca del poblamiento catamarqueño con base en el desplazamiento humano andino de la cultura aguada desde la cuenca del lago Titicaca hasta el Valle Central de Catamarca, recuperando las experiencias vitales cotidianas de los integrantes del pueblo. En este sentido, el artivismo del autor se inscribe en la “perspectiva decolonial” (Mignolo, 2007) ya que corre el foco de la centralidad eurocéntrica y recupera la memoria ancestral marginada de los pueblos originarios que habitaron el NOA, haciendo foco en Catamarca.
De este modo, Migrantes asume una significación destacada en el campo de las letras provinciales ya que por un lado no son numerosos los relatos históricos locales que se centran en la cotidianeidad de la vida precolombina y, por otro lado, las obras existentes presentan la experiencia de los pueblos originarios en relación con los conquistadores españoles. En este caso, por el contrario, la obra se centra en la vida de sus personajes nativos sin contacto con los conquistadores españoles, salvo en una breve anticipación de tono premonitorio en contexto religioso.
Precisamente es en la estrategia discursiva de asignación de voz a los “vencidos” donde toma carnadura la decolonialidad de la obra, ya que se plantea la reconstrucción creativa de una parte “olvidada” de la identidad como es la cosmovisión atávica del microcosmos local de la Pachamama (Madre Tierra), promoviendo el repensar la historia y el incorporar las experiencias indígenas a las creaciones artísticas.
Sumado a esto, a lo largo de la obra, el lenguaje ancestral, los nombres de los personajes, los signos de la naturaleza, los rituales, la nominación de sus creaciones artesanales y artísticas en alfarería, textiles, orfebrería y pintura rupestre, así como la vivencia de una transmutación ritualística final, recomponen y ponen en valor las prácticas culturales, costumbres y creencias aborígenes según la antropología aguada.
Por todo esto, la obra Migrantes también puede interpretarse como “ficción histórica”, concepto que hace referencia a una construcción literaria con argumento de base histórica probada por documentos científicos y decires de los pueblos, aunque su composición no se ajusta estrictamente a la verdad científica de la historia debido a que su propósito es estético, didáctico o informativo. Es decir, “la ficción está eximida de esa constatación de verdad histórica; es otra relación con la verdad fáctica, otro plano de la verdad” (Kohan, 2020). De este modo, la de Aroca es una ficción histórica acerca de la construcción de la territorialidad de pueblos precolombinos que fácticamente se desplazaron desde el corazón de los andes centrales en la región compartida por Perú y Bolivia, hasta el encuentro intersubjetivo con la Pacha en los cordones locales de Ambato y Ancasti, en tiempos que podrían ubicarse entre el 600 y el 900 de nuestra era.
En la composición ficcional no se precisan fechas según taxonomías occidentales, sino que se presentifica creativamente un tiempo sagrado medido según solsticios, siembras, cosechas y signos cosmogónicos que indican que la historia del relato se desarrolla desde el nacimiento del protagonista, Q’utu, en el Altiplano, hasta su muerte en las cuevas de Ancasti, Catamarca, en un lapso de tiempo que puede inferirse de aproximadamente treinta años.
Asimismo, los personajes de Migrantes pertenecen enteramente a la ficción creativa del autor, ya que no hay datos históricos que den cuenta de su existencia real, sino que más bien se evidencia la construcción de rasgos físicos, intelectuales y emotivos nacidos de la pluma del escritor, según la recuperación de documentos y relatos orales del altiplano que dan cuenta de rastros arqueológicos de la cultura aguada.
En la obra, el andar del tiempo también se evidencia en los distintos nombres que va recibiendo el protagonista a lo largo de su vida, según su interrelación con la naturaleza. De este modo, los ancianos del pueblo lo van llamando Q’utu (coto) en su nacimiento, Utu (apócope de Jaguar) en su primera juventud, para finalmente, llamarse Runa Uturungo, es decir Hombre Jaguar, donde la característica de sagacidad silenciosa como “hombreanimal” es central.
Tal como explica Quintero Wair (2007), los nombres en las culturas andinas son “construcciones verbales de imágenes sugerentes del proceso de interacción entre presencias de la naturaleza”. El ejemplo textualizado en Migrantes define el posicionamiento del autor literario de hacer primar en el relato la reconstrucción de la cosmovisión andina aguada, donde el jaguar es el signo representacional religioso y artístico que manifiesta la sacralidad de la existencia en el microcosmos de la montaña.
Por otro lado, en la estructura del relato, se observa un claro propósito autoral de construir un macrotexto narrativo en el orden de la novela tradicional, cuyos capítulos dan cuenta del recorrido migrante de norte a sur y van presentando la belleza geográfica cordillerana al tiempo que se desmitifica la mirada occidental que sobrevalora el norte como punto de destino de progreso y sofisticación, y lo cambia por el sur como destino de encuentro energético virtuoso con la Pachamama.
La estructura de la obra se completa con una coplita, gráficos de inspiración aguada, mapas como referencias histórico-geográficas del relato, un vocabulario denominado “Nuestras lenguas madres” y un código QR que lleva a una lista de reproducción musical del altiplano interpretada por la Orquesta de instrumentos autóctonos de la UNTREF, con dirección de Alejandro Iglesias Rossi.
En definitiva, el artivismo decolonial que manifiesta la ficción histórica Migrantes de Eduardo Aroca se sustancia en la promoción de una asimilación consciente de la cosmogonía territorial del NOA a partir del relato creativo de hechos que textualiza el autor, inspirado en registros arqueológicos de la cultura aguada en Catamarca. Construcción de compromiso por parte del escritor que a través de su obra dialoga con sus receptores, contribuyendo a una reflexión de recuperación de la memoria ancestral local.