La historia de vida de Alberto
Morlachetti, fallecido el miércoles, es aleccionadora, un ejemplo de
solidaridad y amor por el sector más vulnerable de la sociedad. Por tal motivo,
si bien su labor social se desarrolló a más de mil kilómetros de Catamarca,
difundirla contribuye a diseminar la semilla de su compromiso a los cuatro
puntos cardinales.
Nació en Córdoba, pero de chico
se mudó a un conventillo de la provincia de Buenos Aires. Fue canillita, pero
ese oficio precoz y la pobreza en la que transcurrió su infancia, no le impidió
terminar la escuela e ingresar a la Universidad de Buenos Aires, donde estudió
Sociología.
Por su experiencia durante la
niñez, y por la sensibilidad que le provocaban los niños en situación de calle
que dormían en las cercanías de la facultad, decidió dedicar su vida a cobijar
y educarlos. "La pobreza es una imposición: te pone una pistola en la
cabeza", solía decir.
Su trabajo social fue
interrumpido durante la dictadura militar, época en la que fue expulsado de la
universidad y perseguido, al igual que miles de otros dirigentes sociales.
Para Morlachetti, mentor de la
Asignación Universal por Hijo mucho antes de que se pusiera en vigencia, educación,
trabajo y afecto son los pilares fundamentales para integrar a los niños a la
comunidad en la que viven. "El principal proveedor de humanidad es el
trabajo. Si yo no hubiese trabajado, no me salvaba del barro y la pobreza.
El
trabajo disciplina muchísimo", fundamentaba.Con el retorno de la democracia
fundó la Casa de los Niños de Avellaneda, que albergaba a los más pequeños
mientras sus padres iban a trabajar, y les daba de comer. Poco después creó el
hogar para adolescentes Juan Salvador Gaviota, el Movimiento Nacional Chicos
del Pueblo y la biblioteca Pelota de Trapo. Pelota de Trapo, la obra por la que su
nombre trascendió a nivel nacional, luego se convirtió en una fundación que,
actualmente, desarrolla una serie de programas
destinados a niños y jóvenes en situación de pobreza y abandono.
Hogares,
panadería, granja, biblioteca, agencia de noticias, escuela gráfica, escuela de
educadores populares, forman parte de su herencia.No es, por cierto, un
caso aislado, pues son muchas las personas que dedican su vida a transformar,
aunque sea en un universo pequeño y acotado, la existencia de pequeños que
están desamparados.
Pero bien vale, en el momento de su desaparición física,
difundir el legado de Alberto Morlachetti y
su ejemplo para homenajear al resto, al tiempo de estimular este tipo de iniciativas
que dignifican la condición humana.Ayer, en su página
web, la fundación "Pelota de trapo”, publicó un texto de despedida. Un párrafo
de ese escrito revela el origen de la vocación solidaria de Alberto.
Y resume
con gran sensibilidad su pensamiento y su sentimiento:"Se sabía el germen de una amalgama
extraordinaria. De su madre, católica, había escuchado sostenidamente que ‘cuando
algún día la vida te trate duramente, tomá la mano de un pobre’. De su abuelo
Antonio, anarquista, había aprendido que ‘los chicos transformaban la
naturaleza y las relaciones sociales al igual que los adultos. Son forjadores
de derechos y de una nueva sociedad’. Junto a los niños de los arrabales Alberto
Morlachettihabía ido descifrando que,
sueltos de madre, los niños deben domiciliarse en un vínculo amoroso”.