miércoles 20 de septiembre de 2023

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Historia

Bombardeo a Plaza de Mayo

Pedro Bustamante, hijo del granadero catamarqueño y escolta presidencial Pedro Teófilo Bustamante (combatiente y sobreviviente), cuenta lo sucedido aquel 16 de junio de 1955.

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Una parte de la marina de guerra -formada por la flota de barcos y aviones de guerra-, atentó con sus naves aéreas contra la Casa de Gobierno de la nación arrojando 29 bombas de las cuales seis no detonaron. Además, ametrallaron desde el aire a la población civil desarmada que estaba en Plaza de Mayo y en la Casa de Gobierno, todo con el objetivo de asesinar al presidente constitucional, elegido por el voto del pueblo, el teniente general Juan Domingo Perón.

Los sectores de la oposición política, integrados por la clase dominante de la economía, la religión y los terratenientes entre otros, formaron un frente de ataque bélico contra el gobierno y el pueblo pobre, trabajador, analfabeto y sin derechos, que aspiraba a una vida más justa y digna, con acceso a la educación superior y dignidad humana amparada en las leyes, especialmente la Constitución Nacional del año 1949 vigente al momento de ejecutar a sangre fría y fuego mortal la cruel masacre pública.

Una parte del Ejército y de la marina aeronaval se sublevó contra el Gobierno y los mandatos de la Constitución Nacional Argentina. No había conflicto armado ni una declaración formal de guerra. El 16 de junio a las 12.40, el Estado Argentino entró en guerra interna durante 30 días. Las armas de la patria, sus aviones y los soldados de estas dos fuerzas militares mataron a sus propios ciudadanos, que fueron emboscados, acribillados con armas de guerra, atacados con bombas de destrucción masiva con multiplicación de metralla y de fragmentación para demoler.

Los explosivos pesaban entre 50 y 100 kilos. Algunas víctimas desaparecieron pulverizados en el aire mientras caminaban, como en Hiroshima y Nagasaki, en Japón, tras los bombardeos que EE.UU. realizó en 1945.

La ciudadanía transitaba desprevenida. Eran tiempos de paz, de conquistas y gozo de derechos sociales. Iba de paseo, de compras, a trabajar.

Otros jugaban con sus nietos en Plaza de Mayo. Era tal la tranquilidad, que algunos alimentaban a las palomas desde sus manos. Cerca de 40 aviones Gloster Meteor caza-interceptores, cazabombarderos y hasta hidrantes, sembraron balas desde sus fuselajes en el solar que lleva el nombre de “heroica revolución de los vecinos en 1810”, la más importante del país.

Las bombas destruyeron gran parte de la Casa Rosada.

Había personas muertas, mutiladas, piernas, brazos, cabezas explotadas, troncos desparramados por doquier. Los cadáveres fueron amontonados uno arriba del otro y aparte, se organizó una montaña de piernas brazos cabezas, todas arrancadas de los cuerpos descarnados, calcinados y desmembrados, sin dueños. Jamás pudieron ser identificados.

Autos particulares y trolebuses con niños escolares a bordo, fueron incendiados y destruidos. Quedaron como carbones con forma humana. La muerte sobrevolaba en el cielo de Buenos Aires. Los pilotos insurrectos cruzaban el gris firmamento a baja altura. Atacaron la sede de la Policía Federal Argentina de avenida Belgrano. Las balas de las ametralladoras aéreas dieron muerte a tres policías e hirieron a otros que prestaban servicio dentro del edificio policial.

En las cercanías del Palacio Unzué, que era residencia presidencial, (actual Biblioteca Nacional) lanzaron explosivos de guerra en su itinerario aéreo de agresión.

Las paredes del Ministerio de Finanzas de la Nación, (hoy Ministerio de Economía) perpetúan los impactos de las balas con puntas perforantes y junto al monumento al Gral. Manuel Belgrano -ubicado en el mástil de la bandera en la Plaza de Mayo-, son una muestra de los rastros que dejaron los ametrallamientos del terrorismo de estado, exhibiendo las grandes y escalofriantes perforaciones de los proyectiles.

El presidente de la nación no quiso aplicar la sentencia de pena de muerte a los autores. En Casa de Gobierno el cuerpo de militares del Regimiento de Granaderos a Caballo, encargado de la seguridad del presidente repelía la agresión armada a través de los ventanales de todos los pisos de la parte posterior. La balacera por tierra provenía desde Paseo Colón, plaza España, La recova del edificio de Asuntos Técnicos (hoy SIDE, Secretaría de Estado de Inteligencia).

Los soldados granaderos portaban fusiles mauser modelo 1909, con cargador y bayoneta, accionado a cerrojo, tiro a tiro. Contaban además con una batería de ametralladoras antiaéreas montadas en trípodes sobre los techos de la sede gubernamental en el Salón Blanco.

Los granaderos de la sección blindada usaban tanques Sherman, Carriers, semiorugas con equipamiento antiaéreo recorrían formando un anillo de seguridad alrededor de la presidencia.

Granaderos

Los granaderos dejaron de usar caballos, la lucha cuerpo a cuerpo, y el combate a campo traviesa en los tiempos modernos.

El 16 de marzo de 1812 el Primer Triunvirato creó el regimiento de granaderos como Cuerpo de Caballería, con el nombre de "Ejército de los Andes".

En 1826, el presidente Bernardino Rivadavia disolvió el Regimiento de Granaderos porque ya había cumplido el objetivo de liberar al continente americano del poder político de los españoles.

Durante la segunda presidencia del general Julio Argentino Roca, su ministro de Guerra, teniente general Pablo Ricchieri, (autor de la ley del Servicio Militar Obligatorio), redactó el decreto nacional registrado en el Boletín Militar N°118, de Creación del Regimiento de Granaderos a Caballo General San Martín, como fuerza militar y de caballería. El presidente lo firmó el 29 de mayo de 1903.

El titular del Ejecutivo nacional José Figueroa Alcorta, el 15 de julio de 1907 firmó el decreto nacional designando a la unidad militar con el máximo honor: "Escoltas de la Investidura Presidencial, Ceremonial Protocolo de Estado y Seguridad".

Cumpliendo esta nueva función el 16 de junio de 1955 en Buenos Aires el arma de caballería combatió toda la jornada, desde adentro y afuera de un edificio de varios pisos. Cerca de 300 valientes granaderos incluido el jefe del Regimiento, Coronel D. Gutiérrez y el Sargento Jefe Teniente Coronel D. Oscar Goulou, tal como lo hizo San Martín, luchando al frente del regimiento de caballería en la campaña libertadora, ofreciendo sus vidas a la Patria sanmartiniana.

Los escoltas presidenciales contraatacaron a una de las fuerzas más poderosas de la República Argentina, que pretendía matar al presidente de la nación y jefe natural de las armas.

Los soldados combatieron contra los poderosos y modernos pertrechos de guerra que poseían los marinos a las órdenes del Teniente de Navío Juan Carlos Argerich.

Estaban armados con bombas aéreas y aviones con ametralladoras. Cuatrocientos soldados sublevados portaban fusiles semiautomáticos "FN"49 livianos y granadas de mano. Los rodearon por tierra y aire. Cientos de civiles armados atacaron a los granaderos con armas de todos los calibres. Eran francotiradores de apoyo a los insurrectos apostados en el banco de la nación y cercanías, desde los edificios más altos.

Otro bando de civiles que apoyaba al gobierno tiraba a los soldados marinos desde la recova. La plaza, la casa de Gobierno y las inmediaciones se convirtieron en un campo de guerra con fuego cruzado.

Por los bombardeos cayeron heridos de muerte en el campo de batalla nueve ilustres soldados escoltas presidenciales que cumplían con el servicio militar obligatorio. Tenían 21 años. Los bravos y jóvenes guerreros eran convocados y seleccionados en distintas provincias argentinas siguiendo un estricto protocolo impuesto por el fundador del regimiento, libertador general San Martín.

Sus nombres rodeados de palmas y laureles se inmortalizaron en mármol y bronce.

Ellos son:

Alodio Baigorria (San Luis)

Ramón Antonio Cárdenas (Catamarca)

Laudino Córdoba (Catamarca)

Mario Benito Díaz (Salta)

Oscar Adolfo Drasich (Chaco)

Rafael Sotelo Inchausti (Buenos Aires)

Víctor Enrique Navarro (Jujuy)

Heber Mocca (La Pampa)

Pedro Leónidas Paz (Santiago del Estero)

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