El cada vez más ácido antagonismo entre Javier Milei y Cristina Kirchner tuvo una prefiguración en la grieta saadismo/antisaadismo que signó la disputa política catamarqueña en la década del ’90. Cristina es a Milei lo que Ramón Saadi fue para el FCS: el adversario ideal para ser derrotado indefinidamente.
Hay pactos que no precisan ser enunciados, ni siquiera planificados por las partes, porque devienen de la mera dinámica de los acontecimientos. Aunque sería demasiado aventurado hablar de acuerdos, la funcionalidad del diseño para los extremos de la polarización es evidente.
La declinación del liderazgo de CFK es tan objetiva como la gravitación que todavía ejerce sobre la escena política.
Está en la misma situación en que se encontraba Ramón Saadi, con márgenes muy restringidos para superar la condición de jefa de una facción y asumir el liderazgo de movimientos y alianzas más amplios.
Tal circunstancia le impedía al peronismo derrotar al FCS, pero le garantizaba a Ramón un rol protagónico que comenzó a perder recién en 2001, cuando Luis Barrionuevo le ganó las internas del PJ por la candidatura a senador nacional.
Como Ramón, Cristina se aferra a ese papel. El catamarqueño consiguió desempeñarlo durante una década.
Con lógica similar la que el FCS usaba para posicionar a Saadi, Milei advierte la importancia de mantener vivo al kirchnerismo para sostenerse como la herramienta más eficaz del antikirchnerismo. Por eso empodera a Cristina al seleccionarla como blanco dilecto de sus diatribas mientras la exvicepresidenta, con su proverbial sagacidad, le responde de inmediato.
El último tiroteo es ilustrativo por su intensidad. Lo inició Milei al confesar en un reportaje televisivo su deseo “morboso” de ser quien coloque “el último clavo en el cajón del kirchnerismo, con Cristina adentro”.
CFK le contestó irónica: “¿Así que ahora me querés matar”, y desplegó todo su argumento contra el programa de La Libertad Avanza.
Milei respondió a su vez imputándole falta de solvencia para comprender “metáforas”, sembrando dudas sobre su título de abogada y recordando el desastre económico y social legado por la gestión de Alberto Fernández.
La exvice recogió el guante y le advirtió: “Cuando les termines de hacer el trabajo sucio de destrucción del Estado, de lo público y de precarizar el trabajo, los que hoy te aplauden en los coloquios cuando puteás a un muerto te van a soltar la mano y te van a descartar como se hace con esos adminículos que solo se pueden usar una vez. (¿Ves? Eso sí que es una metáfora)”.
Yin yang, conforme al taoísmo: cada ser, objeto o pensamiento, posee un complemento del que depende para su existencia y que a su vez existe dentro de él mismo.
Cualquier disidencia es identificada por Milei como crimen de leso kirchnerismo; cualquier intento de erosionarlo incuba el peligro del retorno cristinista.
A la inversa, el kirchnerismo acusa a quien no se somete a los designios de Cristina de colaborar con el orden libertario, por acción u omisión. No hay espacio para los matices: Axel Kicillof fue sindicado por la propia Cristina como Poncio Pilato o Judas.
Tanto a Milei como a Cristina les interesa cristalizar este equilibrio, que sigue la inercia del modelo anterior Cristina vs. Mauricio Macri, con el libertario en el lugar que ocupó el jefe del PRO. Ambos líderes están complotados de hecho para impedir cualquier cambio que amenace las características de su relación.