domingo 8 de diciembre de 2024
Editorial

Que la vergüenza cambie de bando

Un informe publicado por El Ancasti destaca que entre 2020 y 2023 las denuncias por delitos contra la integridad sexual se incrementaron en casi un 64% en la Primera Circunscripción Judicial de Catamarca, que abarca nueve departamentos: Ambato, Ancasti, Capayán, Capital, El Alto, Fray Mamerto Esquiú, Paclín, Santa Rosa y Valle Viejo.

La tendencia viene creciendo desde hace más de una década. El hecho de que haya más denuncias por presuntos casos de abuso sexual y, congruente con ello, más juicios y más condenas no implica necesariamente un aumento en el número de abusos. Hay fundados argumentos que permiten inferir que hay menos miedo o vergüenza a denunciar. La visibilización pública de este tipo de violencia alienta la decisión de que muchas víctimas se animen a relatar el drama que viven o vivieron y se presenten ante las autoridades policiales o judiciales para formalizar las acusaciones.

No se discrimina en las estadísticas qué porcentaje de las denuncias tiene como víctimas a menores. Para los niños, niñas y adolescentes, como se comprenderá, es mucho más difícil denunciar. No solamente debe animarse a romper el silencio, sino encontrar a un adulto que le crea.

De todos modos, denunciar no es fácil ni siquiera para personas adultas. Hacerlo tiene costos personales, pero también es una liberación y trae beneficios para otras víctimas. Este año tuvo trascendencia pública mundial el caso de una mujer francesa, que se animó a recurrir a la Justicia de su país con sus 72 años y señalando como el artífice de múltiples violaciones contra ella a lo largo de casi una década a su propio esposo, con el que estuvo casada durante medio siglo.

Gisele Pelicot no solo fue violada por su marido, que la drogaba, sino también por otras decenas de hombres a los que la propia pareja de la víctima convocaba. Gisele, cuando se enteró de lo que verdaderamente ocurría, decidió exponerse, hablar y denunciar ante la Justicia a su propio marido y al resto de los violadores. Podría haberse callado, pero prefirió que el mundo entero se enterara de lo que había padecido. Reconoce que fue una decisión muy difícil, pero la mejor que pudo tomar. “He tomado conciencia de que no tengo que tener vergüenza, no tengo nada a reprocharme, he sufrido cien violaciones”, aseguró.

Podría haber solicitado un juicio sin acceso del público y la prensa, pero optó por un juicio abierto, para que su caso fuese un ejemplo para otras víctimas: “Quiero que todas las víctimas de violación puedan decir que, si la señora Pelicot lo hizo, lo podemos hacer también”. “No quiero que tengan miedo, nosotras no tenemos que tener vergüenza, son ellos”, agregó.

La visibilización de los casos de abusos sexuales a partir de las denuncias ante la Justicia es un paso muy difícil, pero imprescindible para evitar que sigan ocurriendo con absoluta impunidad. La mujer francesa que expuso su caso al mundo entiende que las miradas no deben posarse en las víctimas sino en los victimarios. Como señaló ante el Tribunal que juzga a los hombres que la violaron, “es necesario que la vergüenza cambie de bando”. n

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